Usted está aquí: domingo 29 de abril de 2007 Opinión Ajuste de cuentas

José Antonio Rojas Nieto

Ajuste de cuentas

Desde el año 2001, en La Jornada hemos tenido la oportunidad de leer y reflexionar más de una veintena de artículos de Adrián Lajous, incluidos el del pasado domingo y el del día de ayer. Prácticamente desde que Adrián dejó la dirección general de Petróleos Mexicanos, ha destinado parte importante de su tiempo a lo que me atrevería a caracterizar como un ajuste de cuentas intelectual y práctico. No sólo con las ideas que flotan en el ambiente de la llamada opinión pública nacional, también consigo mismo.

Más de 20 años en el sector público permiten, sin duda, adquirir una sólida visión de las áreas en las que se actúa. Si -como es el caso-, se decide vivir laboralmente en una y sólo una de ellas, es decir, si no se asume ese ánimo superficial de los políticos que hoy pueden estar en un campo, mañana en otro y después en uno más distinto a los dos anteriores, si eso se hace, la visión adquirida es más rica y, evidentemente, más legítima. Mucho más. Las notas de Adrián Lajous nos muestran -claro que lo hacen- la visión de quien se encuentra en un privilegiado momento de plena madurez intelectual. En este caso en lo que coloquialmente identificamos como "el campo de los energéticos". Es un privilegio contar con el análisis cotidiano y acucioso de Lajous que se presenta en una amplia variedad de notas.

A riesgo de ser un poco esquemático, me atrevería a agruparlas en torno a dos o tres aspectos esenciales de lo energético. Una primera tendría por objeto -incuestionable e invaluable por venir de un ex director de Pemex-, el permanente diagnóstico y el señalamiento continuo de propuestas de cambio sobre la industria petrolera. En ella Lajous se concentra en responder preguntas harto relevantes: ¿Hay crisis petrolera en el mundo? ¿Cómo marcha la industria petrolera internacional? ¿A qué podemos llamar contingencia petrolera? ¿Cuál es la situación actual de la oferta petrolera en América Latina y qué seguridad se tiene del suministro de hidrocarburos? ¿Cuál es la situación de nuestras reservas, las tradicionales, las nuevas y las de aguas profundas? ¿Cuáles deben ser nuestras prioridades en materia de exploración, desarrollo y producción de crudo y gas natural? ¿Cuál será el futuro próximo de nuestra producción y de nuestras reservas de petróleo y gas natural? ¿Cómo se determinan y cómo debieran determinarse los precios del crudo en la industria petrolera internacional y en Pemex en particular? ¿Qué decir sobre el precio del petróleo y el presupuesto fiscal de México? ¿Cuál es la dinámica del mercado de los crudos pesados, como el Maya mexicano, en el mercado del Golfo de México? ¿Qué podemos esperar de la capacidad mexicana de producir gas natural o de la decisión de importarlo?

Pero una segunda -de la mayor importancia y que, en mi opinión, representa el reto profesional e intelectual más importante de su vida- tiene por objeto la política energética. Ya no sólo política petrolera, sino energética integral. Es cierto -asegura Adrián Lajous en su cuidadosa nota del domingo pasado- que la responsabilidad de diseñar e instrumentar la política energética recae en el gobierno federal. Pero -permítaseme agregarle- ésta debe ser expresión inequívoca de los requerimientos, ánimos, aspiraciones y determinaciones sociales básicas que -en este caso, el energético- tiene y mantiene la sociedad.

Para Adrián se trata de una acción gubernamental que incide sobre la producción, la oferta y el uso de productos energéticos. Subrayo lo del uso de productos energéticos porque aquí, más que en ningún otro aspecto, es necesaria la acción integral y definitoria de la sociedad. Todavía más si caemos en cuenta de la creciente limitación de reservas y de productos energéticos, frente a lo cual -de nuevo señala Adrián- el Estado juega un papel crítico, pues a nombre de la nación asume la propiedad y el control de la mayoría de la producción de energéticos primarios. Y de frente a la sociedad debe lograr que las empresas estatales satisfagan en términos de suficiencia, calidad y oportunidad, las necesidades energéticas nacionales. Pero -acoto una vez más- la acción del Estado y su política energética integral deben partir de las necesidades, inquietudes, aspiraciones y determinaciones sociales. Y -Perogrullo me exige que lo explicite- debe tener como finalidad a esa misma sociedad, a su bienestar. ¡Cuidado con la demagogia! No ha sido así. Claro que no lo ha sido.

La dirección, el ritmo y la coordinación de las acciones de inversión de empresas que son de propiedad nacional, y el diseño de estructuras de precios e impuestos de combustibles y de tarifas eléctricas, deben tener como fundamento y perspectiva a la sociedad misma. En una visión humanista y generosa. Y esto -de veras- no puede ser coartada para usar en provecho de unos cuantos, los beneficios que da la propiedad nacional de los recursos energéticos. Menos aún la disposición constitucional -que no se nos olvide nunca el 28 de nuestra Carta Magna- de dotarse de empresas estatales para la explotación y la orientación general de los recursos nacionales y las áreas estratégicas.

No creo en una autonomía de las empresas públicas que no pasa por una reforma fiscal integral. Menos aún en una actuación coherente sin política energética integral y de largo aliento. Y ésta sólo puede venir -aquí la valiosa reflexión de Adrián en su ajuste de cuentas- de una sólida, coherente y firme Secretaría de Energía. ¡Mucho cuidado... no hay que tirar al niño con el agua! ¡Nunca!

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