Usted está aquí: lunes 30 de abril de 2007 Opinión Desde el otro lado

Desde el otro lado

Arturo Balderas Rodríguez

Banco Mundial, problema moral

La fama de Paul Wolfowitz provenía hasta hace unos días de su papel como principal arquitecto de la guerra en Irak, cuando fue subsecretario del Departamento de la Defensa de Estados Unidos. De ahí pasó a ocupar la dirección del Banco Mundial, no obstante la reticencia de los miembros de la junta de directores que representan a los países europeos en esa institución financiera.

Hace unos días la prensa estadunidense puso al descubierto que el señor Wolfowitz, violando la normatividad, autorizó un sustancioso aumento salarial a su compañera sentimental, quien también trabajaba en ese organismo.

La inescrupulosa operación tuvo una fuerte respuesta de los principales funcionarios del Banco Mundial, quienes advirtieron una grave contradicción con uno de sus principios: combatir enérgicamente la corrupción en los países que reciben un préstamo. Se dijo que con su proceder, Wolfowitz dañó gravemente a la institución.

Más allá de que todo el asunto deja al descubierto la ética de algunos connotados personajes de la vida pública y privada, el hecho debe juzgarse desde una óptica más amplia.

En su más reciente entrega, la revista The Nation lo define con meridiana claridad: "Wolfowitz llevó hasta sus últimas consecuencias los postulados que los países en desarrollo imponen a los pobres mediante instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional cuando les dicen: ustedes bajen las barreras arancelarias y abran las puertas al libre mercado, y nosotros nos reservaremos el derecho de hacerlo de acuerdo con nuestros propios intereses.

"La credibilidad del banco ya estaba en entredicho cuando obligó al sistema escolar en Ghana a aumentar las colegiaturas de los estudiantes a cambio de otorgar un préstamo para mejorar su sistema educativo; cuando Tanzania solicitó apoyo y se le exigió privatizar su sistema de agua a cambio; cuando se exigió privatizar el sistema de telecomunicaciones para ayudar a los damnificados del huracán Mitch; cuando retuvieron 100 millones de dólares al gobierno de Ecuador si insistía en usar parte de sus ganancias del petróleo en programas para salud y educación." En todo caso, el dilema de fondo es la moral que define esas condiciones.

A un campesino de Tanzania, a una familia de Ecuador o a un estudiante de Ghana le importa poco que el señor Wolfowitz abuse de su posición para favorecer a alguien de su simpatía. A ellos les importan los devastadores efectos que las políticas de esas instituciones han causado entre las mayorías de los países pobres.

La globalización acentuará aún más la brecha entre países ricos y pobres si, entre otras cosas, no se reforman los principios de las instituciones financieras de carácter internacional.

Mientras tanto, el anecdotario de personajes como Wofowitz sólo será parte de la picaresca internacional y documentarán la hipocresía de quienes tienen el poder de imponer las reglas del juego, pero no ajustarse a ellas.

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