Usted está aquí: lunes 30 de abril de 2007 Sociedad y Justicia Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.

Ser, hacer y quehacer

¿Se tienen hijos para realizarse, cumplir con la voluntad de un Dios, un esposo o unos padres? ¿Por culpa o ignorancia, para retener a un hombre, asegurar el futuro, controlar, servir o formar mediante el ejemplo cotidiano?

Demasiadas madres no lo saben, pero van por la calle mientras empujan una carriola o mal cargan un cunero, no tanto "recordando un hombre y arrastrando un niño", como dando un penoso testimonio de fastidio, torpeza, nerviosismo, desconcierto y urgencia por recuperar la figura que el embarazo les descompuso.

Nada propicia es la época para valores como el sacrificio, incluido el de una feminidad atrapada por diversas dictaduras encubiertas que no atina a liberarse, y menos de paradigmas tan pesados como maternidad y familia, modelos antediluvianos con los que se quiere seguir dando sentido a la vida de la mujer... y ésta los acepta.

Ya lo dijo recientemente un prelado: "Las mujeres han sido encomendadas por Dios para ser madres y esposas. Pienso en tantas mujeres que renunciando a sus proyectos profesionales se dedican con abnegación a la educación de sus hijos y hallan en esta noble tarea felicidad y realización". Encomiendas divinas, renuncia, abnegación, ¡vaya soportes para una mujer que se quiere consciente de sí misma!

Y tamaña mentira -ser esposa y madre, antes que ella misma- es acatada a diario por millones de jóvenes, dignas tataranietas de sus tatarabuelas, renuentes a entender que ser mujer -ser consciente de sí- es condición para un hacer y un hacerse mujer, así sea a través de los ojos y la voluntad masculinas, incluidas las disparatadas opiniones de ministros de diversos cultos. Se medio liberan en el hacer para en el fondo seguir siendo sumisas y dependientes, sobre todo de una percepción errónea de sí mismas y del mundo.

"La muerte es algo que nos contagia nuestra madre en la sala de partos". Si la mujer fuese consciente de lo anterior procuraría, quizá, ser más imaginativa como ser humano, contribuiría a un mayor control demográfico y mostraría una actitud más responsable en relación con su calidad de vida y la de la sociedad, a punto del colapso. Pero programada-empeñada en "realizarse como madre" sigue echando al mundo, "por designio divino", criaturas aturdidas, mano de obra barata y... futuros cadáveres, al tiempo que se hace de un falso destino.

A la incapacidad del hombre para convivir con la mujer sin medio matarse en el intento hay que añadir su varonil impotencia para liberarse de roles autoimpuestos o contrarrestar hormonas, chantajes, demandas, obsesiones, lágrimas, imposiciones, resentimientos, miedos y protuberancias, como no sea mediante represiones, violencia y explotación recíprocas.

Estando ideológicamente manipulada, la maternidad es fomentada en la familia, en los medios, por las religiones, gobiernos y escuelas como sentido de vida, si no es que como realización plena de la mujer, reduciendo su capacidad de decidir a la de las lagartijas, las águilas o las vacas, aunque con rangos de enajenación aún mayores.

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