Usted está aquí: miércoles 2 de mayo de 2007 Economía China, tras la energía de América Latina

Economist Intelligence Unit

ENERGETICOS

China, tras la energía de América Latina

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Ampliar la imagen Vista nocturna de una planta de la China National Petroleum Corp. (CNPC) en la ciudad de Liaoyang Vista nocturna de una planta de la China National Petroleum Corp. (CNPC) en la ciudad de Liaoyang Foto: Imagen tomada del sitio en Internet www.cnpc-lh.com.en

El rápido crecimiento económico de China (9.1% en promedio anual durante la década reciente) sólo podrá sostenerse con un gran consumo de energéticos, cuyas importaciones tendrán que ir en aumento. Debido a la competencia mundial por los recursos energéticos, el objetivo central de la política energética de China es asegurar un suministro estable a mediano y largo plazos. Esto implica ir más allá de los vendedores tradicionales de Asia y Medio Oriente y buscar alianzas con proveedores potenciales en Africa y América Latina. Sin embargo, aunque América Latina es cada vez más importante para China, nunca será uno de sus principales suministradores de energéticos. Más aún, las relaciones probablemente se mantendrán en el ámbito comercial y China no está dispuesta a convertirse en aliada política de los países latinoamericanos.

China ha sido importadora neta de petróleo desde 1993, y se prevé que su demanda de energéticos seguirá creciendo aún más rápido que su producción. En 2005 China produjo 3.6 millones de barriles diarios (mbd) de petróleo, un ligero aumento en comparación con los 2.8 mbd de 1990. Consumió 6.9 mbd de crudo en 2005, un incremento de 100% respecto de las cifras de diez años antes. Esto convirtió al gigante asiático en el segundo consumidor mundial de derivados de petróleo en 2005, sólo superado por Estados Unidos. La oficina de información sobre el sector energético de ese país (EIA, Energy Information Administration) calcula que el consumo de hidrocarburos en China se incrementará a 15 mbd para 2030, mientras su producción seguirá estancada por debajo de 4.2 mbd.

La demanda de energéticos del país indica que necesitará aumentar tanto sus importaciones como sus proveedores en los próximos diez años para evitar escasez. Hoy día, la mayor parte del crudo que China importa proviene de Medio Oriente (en 2005 fue 40%, de acuerdo con el consorcio energético del Reino Unido BP), seguido de cerca por Africa (23%) y Asia (21%). Sin embargo, existen riesgos estratégicos relacionados con el vínculo de largo plazo que puede establecer China con estos socios comerciales.

Un riesgo clave es la competencia internacional, particularmente en Medio Oriente. Como en esta región ya se han establecido otros grandes importadores de petróleo, entre ellos Estados Unidos, la feroz competencia impedirá que China pueda depender sólo de esta región para enfrentar su déficit de suministros. En cualquier caso, será cautelosa para no depender demasiado de un solo proveedor, ya sea un país o una región.

Este factor se encuentra estrechamente relacionado con el riesgo de depender de proveedores o de rutas de suministro expuestos a la inestabilidad política. De los cinco principales proveedores de petróleo de China en 2005, Arabia Saudita, Angola e Irán enfrentan riesgo de conflictos políticos o ataques terroristas. Mientras, 80% de las importaciones de crudo de China pasan a través del inestable Estrecho de Malaca, donde los elevados índices de piratería (en 2006 se perpetraron 239 ataques) son una amenaza continua al tráfico marítimo.

La huella del gigante asiático

China está buscando proveedores cada vez más lejos de su zona de influencia y ha empezado a forjar vínculos sólidos con productores de América Latina. En noviembre de 2004 el presidente chino, Hu Jintao, emprendió la gira más amplia que un jefe de Estado de ese país haya realizado por la región, y se comprometió a invertir 100 mil millones de dólares en los próximos diez años. En el sector energético, esta oferta ha tomado varias formas. La huella de China en América Latina incluye participación directa en compañías privadas, alianzas estratégicas con empresas estatales e inversión en infraestructura, especialmente en transporte, oleoductos y refinerías.

Esta política de inversiones ha sido puesta en práctica por las dos principales petroleras chinas, la China National Petroleum Corp (CNPC) y la China Petroleum and Chemical Corp (Sinopec). Aunque ambas se abrieron a la inversión privada por medio de ofertas públicas iniciales en 2000-02, el gobierno mantiene la participación mayoritaria en ellas.

Entre los primeros negocios de CNPC destaca la compra de una participación de 45% de la filial peruana de la petrolera argentina PlusPetrol Norte, por 200 millones de dólares, en febrero de 2004. PlusPetrol Norte es el principal productor de petróleo en Perú, y en 2006 produjo aproximadamente 17.8 millones de barriles. En septiembre de 2005, Andes Petroleum, consorcio encabezado por CNPC-Sinopec, acordó comprar por mil 420 millones de dólares los activos de la empresa petrolera canadiense en Ecuador, Encana. Este negocio dio a Andes Petroleum el control sobre cinco unidades que producen en total alrededor de 75 mil barriles al día y tienen reservas probadas de 143 millones de barriles. También adquirió una participación estratégica de 36% de la empresa ecuatoriana Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), que extrae 450 mil barriles diarios. De esta forma CNPC podrá controlar en cierta medida la dirección de las exportaciones a través del oleoducto de OCP. Un año después Sinopec formó un consorcio con ONGC Videsh, de India, para invertir 850 millones de dólares en una participación de 50% en Ominex de Colombia, subsidiaria de Ominex Resources, cuyas oficinas centrales se encuentran en Estados Unidos. Los campos petroleros de Ominex producen 20 mil barriles de petróleo al día y tienen reservas probadas de 300 millones de barriles.

CNPC y Sinopec también han avanzado en negociaciones para participar en sociedades de riesgo compartido con compañías estatales. En 2004, la petrolera estatal brasileña Petróleo Brasileiro (Petrobras) firmó un convenio de cooperación con Sinopec para participar en proyectos de producción, refinación, comercialización, petroquímica y oleoductos. China ofrecerá asistencia técnica para la reactivación de yacimientos petroleros explotados, mientras Brasil ofrecerá asesoría para realizar perforaciones en aguas profundas de los mares de China. También firmaron un memorando de entendimiento sobre la propuesta de construir, con una inversión de mil 300 millones de dólares, un gasoducto que una el noreste y el sureste de Brasil, el cual podría unirse con la tubería de Gasoducto del Sur (Gasur) que, según se prevé, conectará Venezuela, Brasil y Argentina. La participación en Gasur podría resultar benéfica para China, que busca diversificar sus inversiones en América Latina en el sector del gas natural, más que en el petróleo, como hasta ahora.

Más aún, el ducto Brasil-Bolivia y el proyecto para construir uno que vaya de Bolivia a Argentina también unirán a Bolivia con Gasur, lo cual dará a China acceso a las enormes reservas de gas de Bolivia. La facilidad para transportar gas a través de América Latina permitiría a China obtener gas para exportación en cualquier punto a lo largo del gasoducto. Las inversiones chinas en infraestructura brasileña, especialmente en puertos, podrían ser un indicio de que el país asiático ve en Brasil el mejor lugar para importar gas, pero las crecientes inversiones en infraestructura y gas en Venezuela le ayudarían a China a ampliar hacia el norte sus fuentes de importación.

En Venezuela, CNPC firmó un contrato de 350 millones de dólares para invertir en 15 campos petrolíferos con reservas probadas de un millón de barriles en el estado de Anzoategui, y 670 millones de dólares en proyectos de gas natural. CNPC también acordó una sociedad de riesgo compartido con la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) para desarrollar campos petrolíferos en la franja del río Orinoco. En Bolivia, debido a la incertidumbre que rodea al sector energético, está pendiente un convenio de exploración y producción firmado en 2004 con la compañía estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Sin embargo, la disposición de CNPC a permitir que YPFB tenga una participación de 51% en los proyectos debería de ser suficiente para cumplir los requisitos de Bolivia sobre control mayoritario en YPFB.

Venezuela: aliada ideológica y proveedora de petróleo

Venezuela es una aliada natural de China, por la ideología socialista del gobierno de Hugo Chávez y, aún más importante, por las enormes reservas de petróleo y gas del país sudamericano (posee reservas convencionales probadas de 80 mil 500 millones de barriles), un potencial de entre 235 mil y 270 mil millones de barriles en yacimientos de crudos no convencionales, y reservas probadas de gas natural de 149 billones de pies cúbicos. La actual política energética del mandatario venezolano ha ampliado el control estatal sobre las industrias petrolera y gasera desde que asumió el poder, en 1999. Por ley, todas las operaciones extranjeras en Venezuela deben ser alianzas de riesgo compartido con PDVSA, que posee participación mayoritaria en los proyectos.

La política exterior de Chávez está relacionada con su política energética, y su animadversión hacia Estados Unidos lo ha llevado a anunciar que Venezuela reducirá sus ventas de crudo al mercado estadunidense, que actualmente recibe alrededor de 60% de sus exportaciones. China ha sabido aprovechar este ambiente para promoverse como nueva socia estratégica de Venezuela. La relación de China con ese país es hoy por hoy la más sólida que tiene en América Latina. Además de los mil 500 millones de dólares prometidos a Venezuela, la alianza estratégica para explotar la franja del Orinoco podría requerir inversiones adicionales de 3 mil a 4 mil millones de dólares, lo que convertiría a Venezuela, por mucho, en la principal receptora de inversión china en la región.

¿Cumplirá China sus promesas?

Sin embargo, la inversión del gigante asiático podría resultar menor a lo que esperan Venezuela y otros países. China puede haber prometido grandes sumas, pero el financiamiento real podría resultar considerablemente menor. Además, las compañías chinas tienden a dar preferencia a los trabajadores nacionales en proyectos en el extranjero -hasta ahora, en Venezuela se ha empleado principalmente a trabajadores chinos-, lo que reduce las oportunidades de empleo y capacitación para la mano de obra en los países huéspedes. Brasil ha tratado de aplicar restricciones legales a la participación de trabajadores extranjeros en proyectos chinos, pero muy pocas naciones latinoamericanas poseen leyes que prohíban o limiten esta práctica.

Además, aprovechar los crecientes vínculos en el sector energético para obtener apoyo político directo ha resultado más complicado de lo previsto. A pesar de compartir la retórica socialista, China ha sido incapaz de ofrecer apoyo concreto a las iniciativas internacionales de Venezuela. En 2006 el país sudamericano emprendió una campaña para obtener uno de los puestos no permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), pero China se negó a involucrarse en la disputa entre Estados Unidos y Venezuela. En un ámbito más amplio, China se opuso a las propuestas promovidas por Brasil, Alemania, India y Japón para reformar la ONU, a pesar de que previamente había ofrecido respaldar las aspiraciones de Brasil a ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad.

Pragmatismo mata ideología

La divergencia entre la retórica y las acciones de China parece ser la característica de su política hacia América Latina. Los países de la región le ofrecen la nada despreciable posibilidad de diversificar sus fuentes de abasto de energéticos, pero, debido a las limitaciones prácticas y políticas, aquéllos no pasarán de ser socios de segundo nivel. China podrá incrementar sus importaciones de petróleo de América Latina, pero evitará depender demasiado de esta fuente de suministro.

Por ejemplo, las exportaciones de crudo de Venezuela equivalen a sólo 2.3% de las importaciones de China, muy por debajo del 18% de Angola, el 16% de Arabia Saudita y el 12% de Irán. Hoy día, el petróleo venezolano tarda 44 días en ser embarcado a China. Aun si se realizaran los proyectos para construir un oleoducto a través de Colombia, esto sólo reduciría el tiempo de embarque en aproximadamente 20 días, por lo cual las fuentes de suministro cercanas siguen resultando más atractivas.

En términos puramente estratégicos, la distancia entre China y América Latina significa que el país asiático sería incapaz de defender sus rutas de suministro en caso de un eventual conflicto global. Los proveedores latinoamericanos serían los primeros sacrificados y China se concentraría en defender sus fuentes de suministro más cercanas. Así, es improbable que se arriesgue a depender en gran medida del suministro de energéticos de América Latina, aun cuando fuera capaz de desplazar a Estados Unidos, país con el cual las naciones latinoamericanas han mantenido una larga relación comercial.

La política de China hacia América Latina es esencialmente pragmática: está dispuesta a utilizar la retórica socialista si ello le facilita obtener contratos, pero no firma contratos con base en afinidades ideológicas. Igualmente pragmático es su enfoque sobre la posible triangulación de relaciones con Estados Unidos y América Latina. China tiene bien clara la hegemonía estadunidense en la región, y se cuidará mucho cuidado de ser vista como un competidor regional. Aunque no está en contra de estrechar lazos con América Latina, no considera esta región lo suficientemente valiosa como para arriesgarse a una confrontación con Estados Unidos. Por ello, estará reticente a ofrecer apoyo político a sus aliados latinoamericanos si ello implica ir claramente en contra de los intereses de Washington. Esto reduce la posibilidad de que Venezuela, Bolivia y Ecuador utilicen sus nuevas alianzas con China para contrarrestar la influencia estadunidense en la región.

Adicionalmente, China no estará dispuesta a tomar medidas que puedan dañar gravemente sus relaciones con las corporaciones con las cuales compite en América Latina, entre ellas Chevron (EU), Royal Dutch Shell (Países Bajos); ConocoPhillips (EU); ExxonMobil (EU), ENI (Italia), Statoil (Noruega), Repsol (España), BP (Reino Unido) y Petrobras (Brasil). China participa con muchas de estas compañías en alianzas estratégicas en otros países, y sería contraproducente para su estrategia de negocios involucrarse en prácticas abiertamente anticompetitivas, aun cuando el país huésped se lo permitiera.

Más aún, es probable que América Latina siga siendo económicamente dependiente de Estados Unidos. Considerar a China un rival para los intereses económicos y energéticos de Washington en América Latina es más una percepción que una realidad. In 2005 los países latinoamericanos enviaron 47% de sus exportaciones totales al mercado estadunidense, 14% a la Unión Europea y sólo 4% a China. Por ello, aun si China cumpliera su promesa de invertir 100 mil millones de dólares en la región para 2010, su influencia económica en la región seguiría siendo mucho menos que la de Estados Unidos.

FUENTE: EIU

Traducción de textos: David J. Zúñiga

 
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