Usted está aquí: miércoles 2 de mayo de 2007 Economist Intelligence Unit Obstáculos en el gasoducto

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Obstáculos en el gasoducto

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Ampliar la imagen Un trabajador de Gazprom revisa un tramo de tubería durante la construcción del gasoducto nórdico-europeo, en la región de Leningrado Un trabajador de Gazprom revisa un tramo de tubería durante la construcción del gasoducto nórdico-europeo, en la región de Leningrado Foto: Imagen de RIA Novosti tomada del sitio en Internet fr.rian.ru

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Los grandes exportadores no pueden acaparar el mercado global de gas porque, para su mala suerte, éste no existe.

"A largo plazo vamos hacia una OPEP del gas", dijo Chakib Khelil, ministro de energía de Argelia en una reciente reunión de grandes productores en Qatar. Es una idea espeluznante, pues el suministro mundial de gas está concentrado en aún menos países que el de petróleo. Qatar, Rusia e Irán controlan casi 60% y, con excepción de Qatar, no están entre los aliados más confiables de Occidente (ver gráfica).

Sin embargo, una crisis del gas similar a la del petróleo ocurrida en los años 70 es un escenario improbable por una razón: crear el citado cártel llevaría mucho tiempo. Hasta ahora sus eventuales miembros se han conformado con elaborar un vago aunque ligeramente inquietante "estudio de precios". Aun si se creara una organización de países exportadores de gas (OPEG), existen varias formas de generar electricidad y calefacción para los hogares; así, si el gas se vuelve demasiado caro, los consumidores pueden recurrir a alternativas. En contraste, la gasolina es el único combustible con el cual funciona la mayoría de los autos, por lo cual la demanda de petróleo seguirá siendo relativamente inelástica a largo plazo.

En cualquier caso, la mayoría de los productores de gas ya se benefician de la existencia de un cártel, al vincular los precios del gas a los del crudo, en los cuales influye la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Este curioso arreglo es una muestra de las imperfecciones del comercio internacional del gas. La mayor parte no se vende en el mercado abierto, sino a través de contratos de largo plazo entre un productor y un comprador. Hay poca competencia y la transparencia de los precios es casi nula. Alrededor de 87% del gas exportado por los supuestos miembros de la OPEG se vende de esta forma, de acuerdo con la consultora Wood Mackenzie.

Este esquema refleja en cierta medida el enorme gasto en infraestructura que implica el transporte de gas, ya sea a través de gasoductos o en forma de gas natural licuado, a bordo de barcos. Pocas empresas están dispuestas a invertir los miles de millones de dólares necesarios sin una garantía de compra. Además, los contratos de largo plazo protegen tanto a vendedores como a compradores de la competencia y alientan la ineficiencia.

En otras palabras, no existe un mercado mundial de gas para que una futura OPEG lo controle. De hecho, la ausencia de un mercado abierto y líquido genera más problemas que los intentos de manipulación de un cártel incipiente. Algunos escépticos llegan a afirmar que los grandes productores de gas han creado el fantasma de la OPEG para desviar la atención de las verdaderas fallas del comercio de este hidrocarburo e impedir cualquier intento por corregirlas.

Europa, en la flama

Europa se encuentra en una situación particularmente complicada. Muchos de sus principales distribuidores de gas prácticamente son monopolios en sus mercados nacionales, donde se da más importancia a la confiabilidad que a los precios bajos. Estas empresas suelen controlar desde el transporte de gas a través de gasoductos y plantas regasificadoras hasta la venta final, y no les interesa mermar su propio negocio al ofrecer a sus competidores acceso a sus redes de distribución o construir conexiones con países vecinos.

Entretanto, Europa se está volviendo cada vez más dependiente de un proveedor: el gigante Gazprom, controlado por el gobierno ruso. La Unión Europea calcula que la mitad de sus importaciones de gas proviene de Rusia. Gazprom controla una red de ductos en Europa y busca dejar eliminar de la competencia a sus rivales. Sería absurdo pensar que Rusia nunca usará con fines políticos este poder económico sobre Europa, aun cuando necesita las ganancias que le reditúa la venta de combustible. Sin embargo, Gazprom ha reducido sus inversiones en exploración y producción de gas, por lo que podría no tener suficiente hidrocarburo para abastecer al mercado europeo los próximos años.

No es de extrañar que la seguridad energética sea factor clave en la política exterior de muchos países europeos. El problema es que los europeos han fracasado en sus intentos por trabajar juntos para depender menos de Rusia. Algunos han sermoneado al Kremlin acerca de cómo debería manejar la industria energética rusa. Pero es inútil: naturalmente, Rusia desea conservar y ampliar su dominio sobre el mercado europeo. Otra posibilidad para Europa es la creación de redes de gasoductos que operen al margen de Rusia, lo que ha causado disputas y recriminaciones.

La mejor estrategia para Europa sería liberalizar sus propios suministros de gas. Esta decisión está dentro de las facultades de las autoridades europeas y rompería los monopolios creados por empresas nacionales, que se están apresurando a firmar o ampliar contratos de largo plazo con Gazprom, con la esperanza de garantizar condiciones preferenciales. Las grandes reservas de gas siempre darán poder a países como Rusia. Sin embargo, las naciones importadoras correrían menos riesgos si promovieran la creación de un mercado integrado. La mejor forma de deshacerse de un proveedor demasiado poderoso es diversificar, invertir en varias empresas, realizar numerosas transacciones y crear redes de gasoductos que operen al margen de las grandes compañías nacionales. Pese al miedo a la OPEG, esta es la mejor defensa contra la dominación.

FUENTE: EIU

Traducción de textos: David J. Zúñiga

 
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