Usted está aquí: miércoles 2 de mayo de 2007 Política Sin la figura tutelar del Ejecutivo, los sindicatos oficiales navegaron a la deriva

El cetemista Gamboa Pascoe se quedó con las ganas de decir "gracias, señor Presidente"

Sin la figura tutelar del Ejecutivo, los sindicatos oficiales navegaron a la deriva

Apáticas y bostezantes, las muchedumbres cumplieron con el ritual del "pase de lista"

Divididos y todo, los "independientes" lograron colmar el Zócalo en el Día del Trabajo

ROSA ELVIRA VARGAS

Ampliar la imagen Aspecto de la marcha de los sindicatos independientes al Zócalo, con motivo del Día del Trabajo Aspecto de la marcha de los sindicatos independientes al Zócalo, con motivo del Día del Trabajo Foto: Francisco Olvera

Huérfanos de la presencia del poder oficial que da legitimad y sentido a su existencia, los líderes del sindicalismo oficial flotaron ayer a la deriva y se perdieron en una retórica sin destinatario. Esta vez no pudieron expresar su acostumbrado: "¡Gracias, señor presidente!"

Ni siquiera pudieron lograr un precario equilibrio con las inagotables y furibundas consignas y reproches contra el gobierno lanzados una hora después, en la misma plaza y a todo pulmón, por quienes reniegan del desempleo, las reformas a la Ley del Instituto de Seguridad y Servicos Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), la carestía, los bajos salarios, las privatizaciones...

Y fueron, como cada año, dos mundos sin posibilidad ni intención de contacto. Sólo usaron el mismo templete; pero eso sí, nada de compartir la gigantesca manta que formaba parte de la escenografía y plasmaba las proclamas y siglas de cada cual. Marcar las diferencias resultó tan fácil como descolgar la del Congreso del Trabajo para que apareciera la de los independientes.

De ese modo, los primeros, dejados literalmente a su suerte, no pudieron sino ubicarse a la defensiva. Por eso, cuando una reportera le hizo ver a Joaquín Gamboa Pascoe -organizador y quizá único contribuyente a la concentración tempranera- que había asistido muy poca gente, éste se enfureció y censuró a su interlocutora: "¡Anda usted mal de la vista!"

Con mucha mayor presencia, los autodenominados "independientes", los de aquellos gremios y siglas que de manera inédita marcharon juntos, ayer dieron rienda suelta a la euforia por su "logro político".

Aunque con aportaciones muy disparejas, según el sindicato, ellos sí llenaron la Plaza de la Constitución, pero caro hicieron pagar a sus huestes esa unidad: ¡nueve oradores!...

A las nueve en punto de la mañana, el gesto ensombrecido, grave, de Beatriz Paredes, la dirigente nacional del PRI, parecía decirlo todo: la menguada, apática y bostezante muchedumbre que el sindicalismo oficial logró convocar para llenar apenas la mitad del Zócalo ya no da para más.

"¡Está de güevísima!"

A este ritmo, bromeaban algunos, los próximos en desmarcarse de las celebraciones del primero de mayo serán los sindicatos del Congreso del Trabajo.

En la concentración por el Día del Trabajo, que en los años recientes se deja al vacuo ritual organizado por el sindicalismo corporativo, nadie prestaba atención, no se escuchaba algún grito o consigna de reivindicación, ni era manifiesto siquiera un ápice de conciencia laboral. Eso sin contar con que esta vez pesaron mucho más las ausencias -motivadas todas por los pleitos internos entre cúpulas- que los grupos obligados a participar: ni petroleros, ni mineros, ni burócratas, ni maestros, ni azucareros, ni textileros... mientras la CROC prefirió hacer un acto aislado de cualquier corriente antes de sumarse a la ceremonia oficial.

"¡Está de güevísima!", definieron, saliendo de su abulia, un par de trabajadores que ya habían agotado el intercambio de saludos y sus temas de charla mientras esperaban que aquello terminara. Y eran sólo las nueve con diez minutos.

Porque acaso sólo para el registro gráfico quedarán este año los pendones y banderolas perfectamente elaborados con las siglas de la CTM del Distrito Federal, y las de algunos sindicatos, las cuales ondeaban brevemente, y por consigna, cuando terminaban de hablar los cuatro señores que pasaron al micrófono.

Y después de eso, nada. De hecho, cientos de banderolas negras, blancas y rojas se quedaron enrolladas y en el suelo. O sea, más propaganda que portadores de los cuales echar mano, y eso que las huestes más fieles del sempiterno líder Gamboa Pascoe fueron colocadas hasta adelante, al pie del templete. Pero ni así.

En todo caso, aquellos que tuvieron ese lugar preferente buscaron matar el tiempo y superar su hartazgo mediante el ingenio y no tuvieron ningún rubor en gritarle "¡'inche vieja borracha''! a la actriz Lilia Aragón, líder de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), quien poco acicalada y sin mucha brújula, no sólo se despachó mencionando a gremios ostensiblemente ausentes, sino que, ya en el colmo, se proclamó parte del México "de Pedro Infante, de Jorge Negrete, de Betty la Fea, de los ganadores del Oscar"....

Estrenar el conjunto deportivo, la gorra o la playera -y hasta tenis, en algunos casos- con cargo al sindicato o a la empresa, mientras se pasaba lista ante el líder que, sin ningún disimulo, blandía sus hojas de registro y formaba filas para facilitarse la labor, y aguantar en la chorcha la media hora exacta de los discursos fue casi lo único que hicieron. Y se fueron.

Sin vistosos uniformes, pero gritones y respondones, llegaron al Zócalo los del autodenominado sindicalismo independiente: FSM, UNT, CNTE, CO-NORP, CNSUES, CCN, CAP, Diálogo Nacional eran las siglas con las que se cobijaban diversos gremios. Venían a certificar unidad, si bien allá arriba, en el templete, la pugna por el plan de acción y la indecisión hacia el inicio de una huelga nacional ubicaba la verdadera fragilidad de este momento. Dígalo si no Agustín Rodríguez, líder del STUNAM, quien recibió toda clase de rechiflas e insultos de un grupo de disidentes, en su exigencia de "ir ya, al paro".

Sin embargo, los representantes del PRD que participaron en la movilización también lucían felices. Mantienen su apuesta a una alianza para llevar a la mesa de la reforma del Estado una propuesta común entre el Frente Amplio Progresista, los sindicatos independientes y las organizaciones campesinas.

Por eso unos y otros se ufanaban: "Esta sí es una movilización contra Felipe Calderón. Su gobierno no la está leyendo y no cree que seamos capaces de unificarnos".

En tanto, ataviadas todas ellas de color rosa, las empleadas de Avon no aspiraban a tales alturas. Su pancarta, hecha con diamantina roja, pedía mucho menos: que la firma de cosméticos les reconozca sus derechos laborales, pues "somos sus cimientos".

 
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