Usted está aquí: jueves 3 de mayo de 2007 Opinión El caballero y su escudero

Adolfo Sánchez Rebolledo

El caballero y su escudero

"Vicente Fox Quesada, ex presidente de México, ha dicho en el Parlamento Europeo que va a cabalgar de nuevo, esta vez hacia el sur, refiriéndose a la América Latina, que aún tiene un largo camino por recorrer para vivir en democracia con libertad y respeto a los derechos humanos." Así comienza la colaboración semanal de Manuel Espino en El Universal, un auténtico panegírico a las imaginarias virtudes quijotescas del ex presidente mexicano, escrito sin rubor alguno, acaso con la no tan secreta intención de sacarles unas cuantas ronchas a quienes piensan que hay un abismo entre el presidente Felipe Calderón y el jefe de su partido. Vicente Fox, dice Espino, "forma parte de esa pléyade de demócratas humanistas reconocidos en el mundo por su esfuerzo a favor de la libertad", exageración no exenta de humor involuntario.

En realidad, ni Fox ni Espino inventan nada nuevo: el reciente activismo de ambos se inscribe sin problemas en otra vieja tradición del panismo: su puntual reaccionarismo, el anticomunismo raigal del primer falangismo traducido en los tiempos modernos -y globales- a la adhesión sin remilgos a los valores democráticos defendidos por los conservadores republicanos, aderezados hoy por la influencia que tiene sobre ciertos panistas José María Aznar, una de las más sorprendentes figuras del polarizado escenario español.

Pues bien, la pareja Fox-Espino cree que ha llegado la hora de que la derecha mexicana salga a desfacer los entuertos creados por la izquierda en Latinoamérica, en especial el populismo, sobre todo si éste se asienta sobre un rico subsuelo petrolífero. "Fox sabe que frente al proceso de globalización han surgido nuevas amenazas a la seguridad y a la convivencia pacífica de los pueblos de América Latina y el Caribe. Es consciente de que esta novedosa y exótica globalifobia altermundista (sic) se ha hecho presente en América Latina en el fenómeno político neopopulista que encabeza Hugo Chávez, quien tras un fallido golpe de Estado se hizo del poder por la vía electoral y se ha convertido, con el apoyo de su guía y maestro Fidel Castro, en motivo de preocupación para quienes han apostado por la democracia".

Ante las imprudentes apostillas del ex presidente, reiteradas en tono propagandístico por el actual dirigente del partido gobernante, lo menos que podría esperarse es una declaración pública, oficial, fijando la postura presidencial. No basta con señalar que el activismo de ese par estorba, pues obstaculiza los planes del mismo gobierno respecto al futuro regional, donde Calderón concibe a México como una suerte de contrapeso necesario al auge de Venezuela y, sobre todo, de Brasil, al que ya se observa desde Los Pinos como el "subimperialismo" que en otro sentido definiera Ruy Mauro Marini. Pero esa rectificación no se ha producido, en parte por los compromisos internos del Presidente con su partido, en parte porque en el fondo de la cuestión no hay diferencias sustantivas, aunque dicha constatación moleste al coro editorializador que defiende a Calderón frente a la conspiración espinofoxiana. Unos y otros coinciden, en términos generales, en impulsar la "alternativa humanista y reformista de centro político", es decir, convergen en cierta idea acerca de la unidad latinoamericana y la integración económica continental contrapuesta a varias de las iniciativas que están en curso.

Ya no es posible, como pretendió Fox, querer encabezar la "opción" a Chávez y al mismo tiempo presentarse como un embajador ex oficio del Departamento de Estado. El desprestigio de la política exterior fue tan grande que ahora Calderón se ve en la necesidad de dar un rodeo por Centroamérica, estabilizando a la vez los conflictos potenciales con Caracas, pero sin transformar en serio las relaciones con Estados Unidos, es decir, sin asumir la globalización con una visión más nacional, es decir, menos integracionista y dependendiente de lo que ha sido en los tiempos recientes. Pero ese es el tema.

PD. Vergüenza ajena debiera darles a los panistas en el ejercicio del poder que las grandes demostraciones de los mexicanos en Estados Unidos ocurran sin el menor gesto de solidaridad oficial, mientras se aprueban nuevas disposiciones antiterroristas y se consideran arcaísmos las viejas definiciones sobre la neutralidad. Poco a poco, día a día, la derecha va construyendo su polifacético rostro.

 
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