Usted está aquí: sábado 5 de mayo de 2007 Cultura Músicas en el Potosí

Juan Arturo Brennan

Músicas en el Potosí

San Luis Potosí, SLP. Hace unos días vine a la capital potosina a ofrecer un par de pláticas introductorias sobre la Tosca de Puccini, a representarse dos veces en el contexto del Festival de San Luis, y la audiencia estuvo cercana a los 300 melómanos, lo cual refleja, además de un claro interés en el tema, algunos aciertos en lo que se refiere a organización, difusión, promoción y lo indispensable para que estas cosas funcionen. Justo es señalar que no ocurre lo mismo en todas partes.

Sobra decir que me quedé a presenciar la primera de las dos funciones de Tosca en el Teatro de La Paz, bajo la dirección musical de Enrique Patrón de Rueda, y escénica de César Piña.

En el contexto de una representación satisfactoria en lo general, se hace necesario mencionar la interesante escenografía de Ricardo Legorreta, atractiva en lo visual, diferente a lo convencional, pero técnicamente no muy funcional. (Me pregunto retóricamente si en algún momento de la segunda función las puertas funcionaron como es debido. Los rumores dicen que no.) Su trabajo fue bien complementado, por cierto, con la variada y bien dosificada iluminación de Flavia Hevia.

El mérito principal de la parte musical de esta Tosca fue probablemente su equilibrio y la visión unitaria lograda de manera colectiva por los participantes.

Entre otras cosas, muy loable resultó el profesionalismo de la soprano Olga Romanko en el papel titular y, como ya lo he mencionado en otras ocasiones, la dedicación y entrega de Charles Oppenheim (como el sacristán) en estos momentos cruciales de su carrera. El Scarpia de Mikhail Svetlov, duro y áspero como debe ser en lo escénico, y robusto y enérgico en lo musical.

Lo más destacado fue, sin embargo, comprobar que se equivocan rotundamente quienes, por razones diversas y no siempre musicales, han querido dar por muerto al tenor mexicano Fernando de la Mora. Su Cavaradossi fue potente y apasionado, y por momentos lució con una intencionalidad teatral loable.

Mención aparte merece el alto rendimiento de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí (OSSLP), cuyo crecimiento exponencial se comenta con justificada admiración por todo nuestro ámbito musical. Después de lo que escuché surgir del foso esa noche, sigo lamentando mucho el que otros asuntos laborales me hayan impedido quedarme en la ciudad a escuchar el concierto de la OSSLP, dirigida por el talentoso Sylvain Gasançon con música de Ravel, Takemitsu y Franck. Mis fuentes confiables aquí en San Luis Potosí me informan que el concierto fue realmente bueno.

Un par de días después me apersoné en el Teatro Alameda de esta ciudad, un sitio fantástico cuyo interior parece una especie de collage cubista-naïve surgido de un benigno sueño de opio. Ahí, bajo la sólida dirección de José Luis Castillo, la estelar Camerata de las Américas ofreció una fascinante sesión de musicalización de cine en vivo, surgida de las ideas y las investigaciones de Roberto Kolb.

Fueron ejecutadas tres importantes partituras de Hanns Eisler (cuya relación específica con cada filme y su transmutación en música de concierto sería muy prolijo desentrañar aquí) para otras tantas películas: el extraño y muy evocativo documental Lluvia, de Joris Ivens; A child went forth, de Joseph Losey y John Ferno; y algunos fragmentos de la cinta El pueblo olvidado, cuya dirección se debe a Herbert Kline.

Como suele ocurrir con los buenos compositores que han abordado la creación de música para el cine, destacó en estas tres piezas de Eisler su capacidad simultánea de adaptarse a las necesidades expresivas específicas de cada filme, y de no perder el estilo propio y la línea estética personal.

Si bien resultó especialmente ilustrativo el mirar/escuchar las cintas de Kline y Losey en el contexto de la militancia política de Eisler, en lo personal me resultó más satisfactoria, hipnótica por momentos, la combinación de su austero estilo (surgido de su aprendizaje con Schoenberg) con la rara y a la vez conmovedora exploración pluvial del documentalista holandés Ivens.

La buena labor de sincronización entre las imágenes y la música en vivo habla de un intenso trabajo de ensayo y preparación, que en esta ocasión fue complementada con el buen funcionamiento técnico de la parafernalia necesaria para este tipo de sesiones.

Así pues, otro proyecto muy interesante, y otro acierto en su concreción, a cargo de la combinación Kolb-Castillo-Camerata. Sin duda, uno de los momentos cimeros de un buen Festival de San Luis.

 
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