Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de mayo de 2007 Num: 637

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Presos en todavía
cuento corto y repetitivo

ALEJANDRO MARÍN

Poema
ODYSSEAS ELYTIS

Algo sobre Fanny Rabel
RAQUEL TIBOL

Antonio Gamoneda: la constelación del lenguaje

El exilio fecundo de Gombrowicz
ALEJANDRO MICHELENA

Sorpresa con Hegel
MANUEL JIMÉNEZ REDONDO

Jacques Prévert:
ni santo ni mártir

RODOLFO ALONSO

Columnas:
Galería
RODOLFO ALONSO

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Jorge Moch
[email protected]

Plástica viva en TV UNAM

En la televisión cultural divulgativa que vemos en México no es común ver realizadores mexicanos. Más bien estamos acostumbrados a ver programas realizados por productoras extranjeras como la bbc o Discovery. A menudo este chovinista juntapalabras hace berrinche porque el documental que estaba viendo sobre, digamos, Palenque, resulta narrado, fotografiado, escrito e investigado por gringos, y sólo muy de vez en cuando aparece en escena un facultativo mexicano que, más que experto local en arqueología, paleontología o historia, parece adición exótica para sazonar la insipidez de un científico gringo a cuadro. Allí el aberrante caso de unos documentales gringos, del Discovery Channel (¿o era en el National Geographic?, para el caso da igual) que "descubrieron" la red de ríos subterráneos de Yucatán, sin aclarar nunca que todo se hizo, aparentando información obtenida por intrépidos gringuitos que ni siquiera tenían la decencia, la mínima cortesía de hablar español, con el mapeo trazado mucho tiempo antes por investigadores de varias universidades mexicanas, principalmente de la unam. En las escenas en que salen mexicanos, se trata de quienes cargan el equipo, los tanques de buceo, las cámaras de exploradores sin cuya sagacidad probablemente seríamos incapaces de distinguir entre Paseo de la Reforma y Paseo Montejo. En fin.

En tv unam hay series de varios capítulos que se hacen cargo de las artes plásticas contemporáneas del mundo y de México, desde una perspectiva amena, coloquial, casi, y muy nuestra. Escultura es cultura, por ejemplo, es una serie breve, apenas de tres programas porque seguro que la fea bruja del presupuesto tuvo a mal asomar su narizota, aunque trata contenidos sustanciosos: la trayectoria, los obstáculos que fueron encontrando, el recuento de los triunfos artísticos y profesionales de grandes escultores, ya fueran mexicanos o que calaron hondo en las artes escultóricas de nuestro país. En el primer episodio se revisa vida y obra de Naomi Siegmann, Reynaldo Velázquez y Pedro Cervantes. El segundo está dedicado a Geles Cabrera, Jorge Yazpik y Antonio Nava, mientras que se cierra la serie con el programa que contempla los magníficos trabajos de Feliciano Béjar, don Mathias Goeritz y Kiyoto Ota.

Pero es en la pintura donde tv unam tiene mejor acervo. La serie de programas Cuéntame un cuadro recopila momentos señeros de la pintura mexicana durante el siglo xx. La serie, producida a lo largo de 1996 y 1997 celebra ahora una década de existencia. Con guiones y realización de Laura Martínez Díaz, Cuéntame un cuadro narra, a partir de un cuadro de cada pintor, su tiempo, el reflejo de su circunstancia para que ésta, en juego de espejos, quedara estampada en el lienzo después de ser asimilada por el artista.

Cuéntame un cuadro se hace cargo, en sus primeros episodios, de la obra y la vida de figuras como Saturnino Herrán, magnífico dibujante cuya mayor desgracia pública fue tener tratos con Victoriano Huerta, así como de otros grandes pintores que en no pocas ocasiones fueron figuras, siempre aquejadas de claroscuros, del convulso quehacer artístico, propagandístico y político de ese México que a principios del siglo pasado nacía entre estertores cuasi republicanos. Allí figuran también Joaquín Clausell –se cuenta su cuadro La ola roja–, Julio Ruelas –La Magnolia– y Roberto Montenegro, autor de El pescador de Mallorca.

Van apareciendo grandes pintores y grandes pinturas que en su momento muchas veces fueron opacados por las vidas flamígeras de Frida y Diego, por los furiosos pinceles de Orozco, por los desplantes violentos de Siqueiros. Allí la bellísima Carmen Mondragón –por quien este aturdido escribidor quisiera viajar en el tiempo–, conocida por el nom de guerre de Nahui Olin y su Autorretrato en el puerto de Veracruz, allí El Corcito con El verano, o la Nube sobre el valle de México, de Gerardo Murillo, el Dr. Atl. Allí El Circo, de doña María Izquierdo.

Imposible compendiar un siglo de importante pintura mexicana, Cuéntame un cuadro deja indefectiblemente fuera de su prodigioso anecdotario a figuras como el oaxaqueño Rodolfo Morales o ése que en la muy humilde opinión de este aporreateclas es uno de nuestros mejores artistas plásticos contemporáneos, don Arturo Rivera. Pero hay que reconocer que es nimio el demérito en una colección de semblanzas que recoge, sin duda, la más ecléctica y una de las más completas y amenas colecciones de pintura mexicana. Y producida, oh prodigio azteca, por paisanos.