Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de mayo de 2007 Num: 637

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Presos en todavía
cuento corto y repetitivo

ALEJANDRO MARÍN

Poema
ODYSSEAS ELYTIS

Algo sobre Fanny Rabel
RAQUEL TIBOL

Antonio Gamoneda: la constelación del lenguaje

El exilio fecundo de Gombrowicz
ALEJANDRO MICHELENA

Sorpresa con Hegel
MANUEL JIMÉNEZ REDONDO

Jacques Prévert:
ni santo ni mártir

RODOLFO ALONSO

Columnas:
Galería
RODOLFO ALONSO

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Jacques Prévert: ni santo ni mártir

Rodolfo Alonso

Hace treinta años, el 11 de abril de 1977, fallecía en Omonville-la-Petite nada menos que Jacques Prévert, sin duda el más popular y el más desenfadado de los grandes poetas franceses del siglo XX.

En el resplandeciente marco de esa casi desmedida generación de grandes poetas franceses que, a comienzos del siglo XX, fueron capaces de estar a la altura de su linaje deslumbrante, y de encolumnarse en movimientos y rebeliones victoriosas sin dejar de ser nunca fundamentalmente ellos mismos, sólo Jacques Prévert (1900-1977) pudo ser al mismo tiempo digno de Gavroche y de Rimbaud, cómplice y compañero, toda su vida auténtico niño de la calle y paje de las barricadas. Fiel al lenguaje vivo, que es de todos, y al mismo tiempo fiel igualmente a la dignidad esencial de la poesía, que es gloria de la lengua (Dante), pudo entrar y salir del surrealismo con la misma valentía y dignidad con que supo siempre tomar partido por los humillados y ofendidos sin someterse a dogma, censura ni ortodoxia alguna.

Único gran poeta moderno que llegó a vender más de dos millones de ejemplares de su libro Palabras (ya antes de 1949 el más que lúcido Gaétan Picon supo calibrarlo certeramente como "el único poeta auténtico que, en la hora actual, haya sabido franquear los límites del público más o menos especializado"), vio a las mejores voces de su tiempo (de Juliette Greco a su hermano gemelo, Yves Montand) difundir universalmente sus bellísimas e indelebles canciones (¿alguien puede olvidar "Las hojas muertas"?) y, por si fuera poco, su nombre está ligado de fundamental manera con uno de los mejores y más altos momentos del cine francés, el realismo lírico de los años cuarenta, con obras maestras tan conmovedoras como El muelle de las brumas, Los visitantes de la noche, Los niños del paraíso o Amanece, por citar sólo algunos de muchos filmes memorables de Marcel Carné.

Tan enamorado del amor, y de mujeres bien concretas, como de la vida y del lenguaje, oral y escrito, es la luz misma del mundo terrestre ("Padre Nuestro que estás en los cielos/ Quédate allí/ Y nosotros nos quedaremos sobre la tierra/ Que a veces es tan linda") y, en consecuencia, el resplandor más auténtico de la condición humana, trágicamente bella, espléndidamente mortal, el que relumbra hecho lenguaje vivo en toda su escritura. Que tuvo la suerte de ser contagiosamente reconocida, como vimos en una medida poco usual, por sus contemporáneos (también él con "La verdadera mirada lúcida y loca/ De los que entregan todo a la vida", enfrentando a "las aterradoras semillas de la realidad"), y pervive aún ahora, en estos tiempos ácidos y áridos, masificados seductoramente como estamos por una enorme marea de banalidad globalizada, como un antídoto contra todo autoritarismo, así sea demagógico, contra toda ortodoxia, así sea lujosa, contra toda represión, así sea bienvenida.

Porque todavía, por suerte, y pese a tantas teorías, a tantas órdenes: "la manzana/ no se deja dibujar/ tiene que decir lo suyo". La gran poesía espléndidamente popular de Jacques Prévert, su alto y personalísimo lirismo hecho de magníficos lugares comunes es, y por eso disponible, como el mismísimo lenguaje humano, voces de uno, voz de todos. Que él nos bendiga, como siempre lo hizo, con justa cólera y precisa ternura (o viceversa). Como lo sigue haciendo Chaplin, su consanguíneo más directo. Así sea.

Poemas
Jacques Prévert

CANCIÓN

Qué día somos

Somos todos los días

Mi amiga

Somos toda la vida

Mi amor

Nos amamos y vivimos

Vivimos y nos amamos

Y no sabemos qué es la vida

Y no sabemos qué es el día

Y no sabemos qué es el amor.


EL JARDÍN

Miles y miles de años

No serían suficientes

Para decir

El pequeño segundo de eternidad

En que me besaste

En que te besé

Una mañana a la luz del invierno

En el Parque Montsouris en París

En París

Sobre la tierra

La tierra que es un astro.

(Paroles)


LAS CANCIONES MÁS CORTAS

Al pájaro que canta en mi cabeza

Y me repite que te amo

Y me repite que me amas

Al pájaro del fastidioso estribillo

Lo mataré mañana en la mañana.

  

EL METEORO

Entre los barrotes de los locales

disciplinarios

una naranja

pasa como un relámpago

y cae en la vasija

como una piedra

Y el prisionero

todo salpicado de mierda

resplandece

Ella no me ha olvidado

Ella siempre piensa en mí.


EN LA CARNICERÍA

Duramente

coquetamente pinchada

en la carne tierna del mostrador

una rosa roja de papel

aúlla a la muerte

en traje de fiesta

Un carnívoro en traje de etiqueta

pasa frente a la flor sin verla

ni oírla

Y en el arroyo

de sangre

sobre el agua primero se expone

y después se pierde tranquilamente

en el dulce calor de la noche

haciéndole por un instante compañía

al transeúnte.

 

Versiones de Rodolfo Alonso