Usted está aquí: lunes 21 de mayo de 2007 Opinión Temporada de huracanes, aviso de tragedias

Iván Restrepo

Temporada de huracanes, aviso de tragedias

Poco después de los huracanes que en el año 2005 azotaron nuestro país y Estados Unidos, se realizó en Corpus Christi, Texas, la llamada primera Cumbre sobre el Golfo de México. Duró tres días y fue organizada por el Instituto de Investigaciones Harte de la Universidad de Texas. Asistieron 400 personalidades académicas, empresariales y gubernamentales de los estados de Lusiana, Texas, Veracruz, Tamaulipas, Tabasco y Campeche, algunos de los cuales llevaron evaluaciones sobre los daños ocasionados por los huracanes Emily, Wilma y Katrina en las poblaciones y los recursos naturales del Golfo, propuestas para enfrentar con éxito las tareas de reconstrucción, así como medidas que debían tomarse para mejorar la salud ambiental y económica de esa amplia región. Entre los científicos destacó la presencia de James Watkins y Leon Panette, así como la del consejero de la Casa Blanca en política ambiental, James Connaug. Fue lamentable no haber invitado a Cuba, el otro país con intereses en la cuenca.

En la reunión se expuso la grave alteración de los sensibles ecosistemas del Golfo por los huracanes y la continua perforación de pozos para extraer gas y petróleo. A lo anterior se unieron otros asuntos, como la pesca, sobre la cual no existe control y mucho menos un programa binacional que permita la conservación de las especies. No faltó la referencia a la necesidad de lograr el desarrollo sostenible en los 1.6 millones de kilómetros cuadrados que mide la franja litoral compartida por ambos países, por medio de actividades económicas y asentamientos humanos que sean "amigables" con el ambiente. Esa enorme extensión es muestra de cómo no obtener el desarrollo sustentable y sobresale por los daños ocasionados a sus ecosistemas que, paradójicamente, son necesarios para que tengan éxito muchas actividades humanas.

En Corpus Christi se reiteró que las aguas del Golfo de México forman una zona muerta desde el punto de vista ambiental, debido al enorme aporte de contaminantes que le llegan a través de los grandes ríos de México y Estados Unidos y por los de las poblaciones costeras, la mayoría de las cuales no cuentan con sistemas de tratamiento de aguas negras y han convertido el mar en el destino final de sus desechos. Como fruto, en Estados Unidos está prohibida la actividad pesquera en varias áreas debido a que las especies que pudieran capturarse son un peligro para la salud pública. La causa: en el Golfo desemboca uno de los ríos más contaminados del planeta: el Misisipi, que recoge buena parte de la basura tóxica industrial y agrícola de nuestro socio y vecino. Nosotros ponemos nuestro granito de arena a esa contaminación con ríos como el Coatzacoalcos, campeón nacional en la materia.

Ahora se anuncia que la próxima temporada de huracanes en el Atlántico puede ser de mucha actividad y peligro. Los especialistas hablan de por lo menos cinco de importancia extrema con posibilidad de tocar los estados costeros del Golfo y el Caribe, y dejar sentir su fuerza destructora cientos de kilómetros tierra adentro. Sin embargo, los gobiernos de las entidades involucradas parecen haber olvidado los destrozos que dejaron los huracanes anteriores en la infraestructura pública, miles de hogares, la agricultura, la industria y los servicios. Relegaron a segundo término el asunto, pese a que se los recuerda todos los días la erosión costera, agudizada los últimos años por el calentamiento global y para la cual el gobierno mexicano no tiene todavía una estrategia. Un buen ejemplo de ello es Cancún, donde 250 millones de pesos destinados a recuperar las playas de los hoteles se los llevó el oleaje en unos cuantos meses.

Peor es el panorama en el sur de Lusiana: la activación económica de la zona donde se localiza el mayor puerto de entrada y salida de mercancías de la gran potencia no marcha al ritmo esperado, mientras los programas oficiales para ayudar a los damnificados que dejó Katrina en Nueva Orleáns y áreas vecinas están marcados por la ineficiencia, el favoritismo y la corrupción.

La temporada de huracanes comienza en junio. Brillan por su ausencia las medidas de prevención para reducir sus efectos.

 
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