Usted está aquí: martes 22 de mayo de 2007 Mundo Mantienen tropas libanesas el sitio al campamento palestino

El ejército impera en Líbano mientras Fouad Siniora está cada vez más "disminuido"

Mantienen tropas libanesas el sitio al campamento palestino

Las fuerzas armadas, sin capacidad para irrumpir en Nahr el-Bared y acabar con los extremistas

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Un libanés que apoya al ejército de su país apunta con su AK-47 hacia el campo de refugiados palestino de Nahr el-Bared, donde se refugian islamitas radicales del grupo Fatah al Islam Un libanés que apoya al ejército de su país apunta con su AK-47 hacia el campo de refugiados palestino de Nahr el-Bared, donde se refugian islamitas radicales del grupo Fatah al Islam Foto: Ap

Ampliar la imagen Bomberos combaten el fuego provocado por una explosión en el barrio Verdún, en Beirut. El percance no provocó víctimas mortales y se ignora si el ataque está relacionado con las acciones de extremistas en Trípoli Bomberos combaten el fuego provocado por una explosión en el barrio Verdún, en Beirut. El percance no provocó víctimas mortales y se ignora si el ataque está relacionado con las acciones de extremistas en Trípoli Foto: Reuters

Aabdeh, Libano, 21 de mayo. Tiene algo de obsceno observar el sitio de Nahr el-Bared. El viejo campamento palestino, hogar de 30 mil almas perdidas que nunca volverán a su patria, dormita bajo el sol del Mediterráneo, más allá de un dorado macizo de naranjales. El ejército libanés, que ha retomado posiciones en la calzada principal del norte, se mantiene ocioso en sus viejos transportes de personal. Y nosotros, representantes de la prensa mundial, nos sentamos igualmente ociosos en la azotea de un edificio de departamentos a medio construir, recostados en el jardín o sorbiendo tazas de té hirviente junto a las antenas de satélite en las que los titanes de la televisión, con sus trajes y cascos azules de astronautas, pasan a grandes zancadas.

De pronto se escucha un restallar de rifles y un torrente de balas brota del campamento. En respuesta un tanque del ejército lanza un proyectil y percibimos la conmoción en el lugar del impacto. ¿Cuántos muertos hay? No sabemos. ¿Cuántos heridos? La Cruz Roja aún no puede entrar para averiguar. Estamos en otro de esos trágicos montajes libaneses: el sitio a los palestinos.

Sólo que esta vez, desde luego, tenemos combatientes sunitas en el campo, que en muchos casos disparan a soldados sunitas en un poblado sunita. Un colega libanés puso el dedo en la llaga: "Siria está mostrando que en Líbano no todo tiene que ser cristianos contra musulmanes o chiítas contra sunitas", dijo. "Pueden ser sunitas contra sunitas. Y el ejército libanés no puede incursionar en Nahr el-Bared. Sería un paso mucho más grande de lo que este gobierno puede dar."

Esa es la cuestión. Para atrapar al grupo sunita Fatah al Islam el ejército tiene que entrar en el campamento. Así que el grupo conserva toda la potencia que tenía el domingo, cuando lanzó su mini revolución en Trípoli y dejó a sus combatientes ardiendo en edificios de departamentos, así como 23 soldados y policías muertos en las calles.

Y sí, en estos días cuesta trabajo no sentir las manos de Siria. El gobierno de Fouad Siniora, cercado en su pequeña "zona verde" del centro de Beirut, va quedando sin poder. Cada vez más el ejército impera en Líbano, y cada vez más es puesto a prueba porque también él contiene sunitas, chiítas, maronitas y drusos. ¿Qué fracturas, qué mayores cargas se pueden imponer a este pequeño país mientras Siniora continúa implorando que un tribunal de la ONU juzgue a quienes asesinaron al ex primer ministro Rafiq Hariri en 2005?

Repasamos la lista de soldados muertos. Muchos nombres parecen sunitas. Y miramos por sobre las nubes y más allá de la cordillera, hacia la frontera siria, a escasos 15 kilómetros de aquí. No es difícil llegar a Nahr el-Barad desde allá. No es difícil reabastecerlo. Aquí la geografía cobra sentido político. Y poco más allá está el puesto fronterizo sirio con su bandera roja, blanca y negra y su águila rectora.

Los soldados son corteses con los periodistas. Este debe ser uno de los pocos países en los que los soldados tratan a los periodistas como viejos amigos, permiten amablemente a los caballeros (y gentiles damas) de la prensa transmitir desde el frente de sus posiciones, toman prestados sus periódicos, comparten cigarrillos, charlan y creen que también nosotros tenemos un trabajo que hacer. Lo cual es verdad hasta cierto punto. Pero cada vez más nos preguntamos si no estamos catalogando la triste desintegración de este país.

El ejército libanés está en las calles de Beirut para defender a Siniora, en las calles de Sidón para prevenir disturbios, en los caminos del sur de Líbano para vigilar la frontera israelí y ahora, aquí en el extremo norte, para sitiar a los pobres y magullados palestinos de Nahr el-Bared y al peligroso grupúsculo que tal vez reciba órdenes de Damasco... o quizá no.

Beirut vuelve a ser peligrosa

El camino de regreso a Beirut está ahora tapizado de retenes y hasta la capital ha vuelto a ser peligrosa. En Ashrafieh, en las primeras horas de este lunes, la explosión de una bomba -la oímos en toda la ciudad- dio muerte a una mujer cristiana. No hay sospechosos, claro. Jamás los hay. Aún se ven carteles que demandan la verdad sobre el asesinato de Hariri. Otros exigen la verdad sobre un asesinato anterior de otro primer ministro, Rashid Karimi. Varios, poco más allá en la misma calle donde está nuestra azotea, lucen el retrato de Saddam Hussein. "Mártir de Al-Adah", proclaman, y marcan la fecha de su ejecución. Así que hasta el colapso de Irak nos toca a todos en nuestro poblado sunita, donde el dictador sunita de Irak recibe más honor que odio.

Poco antes del anochecer un chubasco de cohetes se abate sobre el campamento. Los soldados apenas si se molestan en echar una ojeada. Y más allá de los naranjales y las desiertas calles de Nahr el-Bared, el jubiloso mar espuma y resplandece como si estuviéramos en un festival, mientras la nación tiembla bajo nuestros pies.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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