Usted está aquí: jueves 24 de mayo de 2007 Opinión ¿Qué hay detrás de la reforma migratoria?

Ana María Aragonés

¿Qué hay detrás de la reforma migratoria?

Tal parece que los senadores demócratas y republicanos llegaron a un acuerdo sobre un proyecto de reforma migratoria que es apoyado por la Casa Blanca (La Jornada, 17/5/07), y dado el calendario electoral así debería ser para alcanzar consensos antes de agosto. El hecho de que George W. Bush haya insistido en la necesidad de una reforma migratoria en este momento podría ser lo mismo una manifestación de su interés por tratar de superar su muy maltrecha posición como un intento para hacer creer que atiende y busca equilibrar los muy encontrados intereses de todos los involucrados, lo cual resulta muy difícil.

Lo primero que habría que preguntarse es qué hay detrás de la posible reforma y cuáles son los objetivos reales, pues éste es un tema que confronta gran cantidad de intereses, unos menos claros que otros, y no hay que olvidar tampoco que los políticos suelen ser bastante aviesos. ¿Qué quieren decir con eso de "controlar la migración indocumentada y ordenar el flujo" y quién gana con ello?

De acuerdo con la propuesta de Bush, los migrantes indocumentados podrían aplicar para un plan de visas de tres años, renovables y a un costo de 3 mil 500 dólares por cada renovación. Para que logren acceder a la residencia permanente, tendrían que regresar a su país, aplicar por una visa en la embajada o consulado de Estados Unidos y pagar una multa de 10 mil dólares, y entonces se les permitiría entrar por los mismos canales abiertos que a cualquier extranjero. Es decir, se convertirían en migrantes temporales, pero habría serias dudas de que a la larga obtuvieran la residencia permanente.

El senador demócrata Edward Kennedy expresó desacuerdo con el proyecto, ya que algunas de las medidas propuestas limitan el reagrupamiento familiar de los indocumentados, además de que no plantean una verdadera vía para que los trabajadores temporales obtengan la residencia; no obstante, reconoció que pueden servir de punto de partida para el debate que tendrá lugar en el Senado.

Los congresistas Luis Gutierrez, demócrata por el estado de Illinois, y Jeff Flake, republicano por Arizona (Security Through Regularized. Immigration and a Vibran Economy, STRIVE), propusieron que los migrantes indocumentados podrían pagar multas de 500 dólares por una visa de no inmigrante, cuya validez sería de seis años. Aun cuando ésta no sería renovable, sí podría extenderse mientras esté pendiente el proceso de residencia permanente. El migrante tendría que tocar algún punto de la frontera, ya sea la mexicana o la canadiense, durante el periodo de los seis años de visa y pagaría mil 500 dólares de multa, entre otros impuestos, para volver a entrar.

Hay varios puntos altamente cuestionables en este proyecto, pero uno en particular nos remite al verdadero objetivo de la reforma, y es que prácticamente todos están de acuerdo en que cualquier acuerdo migratorio deba pasar primero por el reforzamiento fronterizo.

La Casa Blanca plantea contratar a 18 mil nuevos agentes en la Patrulla Fronteriza, construir 600 kilómetros más de muro en la frontera con México y 320 kilómetros de barreras móviles, así como instalar 70 torres para radares y cámaras, además de mejorar la infraestructura en los puertos de entrada a lo largo de la frontera y proveer a las autoridades migratorias de más recursos para detener, al menos, a 27 mil 500 extranjeros sin papeles por día.

Cómo puede plantearse algo semejante, si supuestamente la reforma migratoria debería superar el fenómeno del trabajador indocumentado. Reforzar la frontera tiene dos efectos: darle gusto a los grupos antinmigrantes y seguir favoreciendo el flujo de indocumentados porque los que ya están allá nunca van a aceptar "salir de la oscuridad" para convertirse en trabajadores temporales y porque vuelven a cerrarse las vías legales, tal como sucedió con el impresionante reforzamiento fronterizo después de la amnistía de 1986, que terminó promoviendo la llegada de millones de indocumentados, porque así convenía a los poderosos grupos de empleadores.

Esta es la realidad que está detrás de la posible reforma migratoria: seguir incrementando el flujo de indocumentados, mantener una reserva de mano de obra de segunda clase para Estados Unidos que "haga los trabajos que los nativos no quieren hacer", evitando la "migración en cadena con un programa verdaderamente temporal", lo que se traduce en falta de opciones para desarrollarse como cualquier trabajador y favoreciendo los intereses económicos estadunidenses para poder "competir en el marco de la globalización", según las propias palabras de Bush.

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