Usted está aquí: jueves 24 de mayo de 2007 Opinión Los diferentes niveles del cine de autor

Leonardo García Tsao

Los diferentes niveles del cine de autor

Ampliar la imagen El director turco-alemán Fatih Akin, durante la presentación de su película De L'Autre Cote, en Cannes El director turco-alemán Fatih Akin, durante la presentación de su película De L'Autre Cote, en Cannes Foto: Ap

Ampliar la imagen La modelo Svetlana Metkina impactó al llegar a la gala de la organización amfAR contra el sida, en Mougins, acto paralelo al festival cinematográfic La modelo Svetlana Metkina impactó al llegar a la gala de la organización amfAR contra el sida, en Mougins, acto paralelo al festival cinematográfic Foto: Reuters

Cannes, 23 de mayo. Hasta ahora la competencia de Cannes no ha tenido todo el repunte que se esperaba con los autores de prestigio. El alemán de origen turco Fatih Akin ha aportado con Auf der anderen Seite (Del otro lado), un predecible melodrama de leves tintes políticos, contado en dos tiempos. En el primero, un viejo inmigrante turco de Bremen mata por accidente a una prostituta veterana que trabaja así para pagar los estudios de su hija en Turquía. El hijo del primero, un profesor universitario, decide viajar a Estambul para localizar a la joven. Según se muestra en la segunda parte, la chica pertenece a un grupo subversivo y, huye de la policía emigrando a Hamburgo, donde traba una relación amorosa con la alemana Lotte, pero su condición de ilegal la condena a regresar a Turquía como presa política.

No es muy complicado adivinar lo que sigue, en el esquemático juego de simetrías propuesto por Akin. En su segundo largometraje de ficción, el director muestra una mano segura para conducir su relato a buen ritmo, pero es menos sutil a la hora de hacer que los personajes expongan su ideología y, de paso, expliquen el tema de la película. Por lo mismo, las actuaciones de Nurgül Yesilçay y Hanna Schygulla son demasiado demostrativas.

Bastante más limitada resultó Persépolis, única opera prima y único trabajo de animación en la competencia. Codirigida por Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, esta coproducción franco-estadunidense es la adaptación de la autobiográfica novela gráfica debida a Satrapi, que describe su vida desde su infancia en Irán, bajo el régimen del shá, su posterior adolescencia durante la revolución islámica y su exilio europeo. El tono es didáctico; el humor, cursi y la elemental animación en blanco y negro (el color se limita a la época actual) recuerda a las caricaturas del Gato Félix, sin su ingenio surrealista.

El caso del húngaro Béla Tarr se cuece aparte. Inédito en México, el realizador se ha distinguido por un depurado formalismo, muy raro en estos días del cine concebido como comida chatarra. A Londoni férfi (El hombre de Londres), su séptimo largometraje, es la adaptación más extravagante que haya tenido una novela de Georges Simenon. La anécdota policiaca, claro, es lo de menos. El interés de Tarr es crear una atmósfera oscura y opresiva, en la que el plano-secuencia es llevado a niveles insólitos de virtuosismo técnico, ayudado por la extraordinaria fotografía en blanco y negro del también realizador Fred Kelemen.

Lo que desesperó a varios colegas en la proyección de prensa -y causó mucha deserción- fue la lentitud narrativa empleada por el cineasta, que hace ver al también parsimonioso Theo Angelopoulos como uno de los hermanos Wachowski. Ciertamente es un cine pretencioso pero, a diferencia de otros, las ambiciones están a la altura de sus logros. Ahora bien, A Londoni férfi es un producto exclusivo del circuito de festivales. Sólo en ese contexto se puede concebir a un público receptivo -minoritario, incluso- a propuestas tan exquisitas como las de Tarr.

Finalmente, en función de media noche y fuera de concurso, se estrenó la más reciente realización de Abel Ferrara, Go Go Tales, producida en Italia, como su anterior Mary. Situada en una sola noche de un antro neoyorquino de striptease, cuyo dueño (un simpático Willem Dafoe) trata de evitar la quiebra económica, la película representa un giro inesperado en la carrera del autor. Es más bien cómica y no contiene un solo acto de violencia, o referencia religiosa alguna. Hasta los actos de las desnudistas guardan un aire de candor (salvo el de la siempre venérea Asia Argento, practicando un beso francés con su perro). Aunque sus diálogos y situaciones se antojan improvisadas sobre la marcha, con la consecuente estructura de muégano, Go Go Tales acaba siendo una sincera confesión personal de cómo el director ha enfrentado hasta la ruina por mero gusto a la profesión.

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