Usted está aquí: miércoles 30 de mayo de 2007 Opinión Aborto, CNDH, PGR, DF y anexas

Arnoldo Kraus

Aborto, CNDH, PGR, DF y anexas

Quienes son alérgicos a la globalización, los librepensadores y aquellos que respetan la autonomía de las personas y el valor de la palabra (o de las imágenes, o de la danza) debemos congratularnos porque la Palma de Oro del 60 Festival de Cannes fue otorgada a la película rumana 4 meses, 3 semanas, 2 días, de Cristian Mungiu. El largometraje repasa los últimos días de la dictadura del hijodeputa Ceausescu, quien, como se sabe, entre otras formas de asesinar, prohibió el aborto en 1966 con tal de que hubiese más rumanos a quienes martirizar.

Para tal efecto, el sátrapa rumano se valió de todo tipo de artimañas, que incluían, desde el control mensual de las personas embarazadas en clínicas diseñadas ad hoc, hasta las inyecciones intramusculares -no eran transfusiones- de sangre que se aplicaban sin consentimiento "para evitar que las progenitoras tuviesen anemia". No sobra recordar que muchas madres fallecieron por haberse contagiado con el virus de la inmunodeficiencia humana. Lo mejor de la historia de Ceausescu (y de su esposa) es que fueron colgados públicamente como corolario de su infernal mandato. Algunos dirán que con el acto se vindicó la condición humana; otros argumentarán que la pena de muerte, independientemente de la gravedad de los actos delictivos y del número de muertos, no tiene lugar en el mundo moderno.

Me recargo en el cine, en Ceausescu y en Mungiu, para (re)pensar en el significado de los derechos humanos y en las posibles implicaciones que tendrán las iniciativas de la Procuraduría General de la República (PGR) y de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en relación a la reciente despenalización del aborto en el Distrito Federal.

Aunque ambas instancias presentaron por separado sendas acciones de inconstitucionalidad contra las reformas legales y en materia de salud, mediante las cuales se despenalizó el aborto en el DF, queda la duda si fue el azar o si fue más bien una medida conjunta la acción de ambas dependencias. El ombudsman argumentó que los cambios al Código Penal "rebasan el ámbito de la ciudad" y provocan contradicciones entre leyes locales e "instrumentos internacionales signados por el país". Por su parte, la fiscalía aseguró que ninguna norma puede "permitir la privación del producto de la concepción".

Si bien las preocupaciones de las dos instancias son distintas -la vida, para la PGR, y "el contagio" de una acción y la idea de la rectitud moral de nuestra nación para la CNDH- queda la impresión de que entre ambas existe un continuo y una suma. El resultado de esa operación es obvio: mientras México sea gobernado por Acción Nacional el disenso queda prohibido. O bien, PGR + CNDH vs el esbozo de democracia que se intenta establecer en el Distrito Federal. La lectura de la ecuación deviene desasosiego: ¿imperarán en este aún joven sexenio la intolerancia y la imposición sobre la legalidad?

Baste recordar que la despenalización del aborto fue aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, organismo que representa el sentir de los habitantes de la capital, aunque, como es obvio, no existió consenso ni político ni ciudadano sobre la despenalización del aborto. La decisión de la CNDH y (¿o más?) de la PGR de presentar una controversia sobre la inconstitucionalidad de las reformas acerca del aborto ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación representa el ideario del gobierno federal en contra de la decisión de los asambleístas y de buena parte de los habitantes de esta ciudad. Es claro que el valor del disenso no será una de las directrices del gobierno actual; es también evidente que la opinión pública "se respetará" sólo en forma selectiva.

A Ceausescu lo colgaron, entre otras razones, por aplastar los derechos humanos. En Estados Unidos algunos médicos que realizaban legrados han sido asesinados por grupos antiabortistas -quizás en el nombre de Dios. En México, por fortuna, ninguno de nuestros políticos ha sido tan hijodeputa como el rumano y a nadie se le ha ocurrido que el cadalso sea solución. Sin embargo, molestan el atropello y las armas desenfundadas por la PGR y la CNDH contra la incipiente democracia mexicana. ¿Son lícitas sus acciones?

Hace unos días Vicente Rojo, nuestro gran pintor, me decía que, quizás, los anarquistas tenían razón cuando, alejados del comunismo y del capitalismo, repetían: "ni Dios, ni amo", mensaje que puede emparentarse con la cinta de Mungiu. En ella, como informa la prensa, "se muestra el infierno de una vida cotidiana en la que todo es falso, en la que hay un abismo entre el país oficial y el país real". La última ecuación es obvia: Rojo y Mungiu tienen razón. En el México contemporáneo ni el disenso ni la opinión pública tienen espacio.

 
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