Usted está aquí: viernes 1 de junio de 2007 Opinión La Declaración de Cochabamba

Gilberto López y Rivas

La Declaración de Cochabamba

El quinto encuentro de la red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, que se realizó en Cochabamba, Bolivia, durante los días 22 y 23 de mayo, y que inauguró el propio presidente Evo Morales (uno de los miembros fundadores de esa red que se originó en México en octubre del 2003), produjo una importante declaración política en torno a los medios de comunicación y su papel en el mundo de hoy, así como diagnósticos, propuestas organizativas, denuncias y planes de acción que sin duda fortalecerán este importante organismo considerado como la internacional del pensamiento antimperialista.

Los participantes, escritores, periodistas, comunicadores sociales, activistas y académicos, provenientes en su mayoría de América Latina, Estados Unidos y algunos países europeos, se manifestaron "contra el poder sin control, no democrático e impune de los grandes medios de comunicación que intentan imponer su visión de la realidad y sus valores" y se pronunciaron por asegurar el derecho a la información y la comunicación como un derecho humano fundamental. "Para ello, es de primer orden demostrar la ilegitimidad del sistema actual donde los medios están al servicio de los poderosos."

Sin embargo, la Declaración de Cochabamba señala acertadamente que las trasnacionales mediáticas "están perdiendo credibilidad y se ha echado por tierra el mito de la invulnerabilidad de los medios". Se concluyó que en América Latina, "hay dos polos equidistantes: por un lado, el refuerzo de la soberanía, y por otro, la renuncia al espacio público. Por ejemplo, mientras México está renunciando a ese ámbito para entregarlo a perpetuidad a dos consorcios mediáticos, en Venezuela se está recobrando una concesión que imponía la dictadura de la palabra y la imagen única (RCTV). Como dijo el presidente Hugo Chávez, "no estamos luchando contra la libertad de prensa, estamos restableciendo esa libertad".

Se denunció a los mercenarios intelectuales "que alquilan su pensamiento a las grandes trasnacionales... y a las instituciones y grupos de comunicación que en nombre de un distorsionado concepto de la libertad de expresión sirven a estructuras económicas e imperialistas, como Reporteros sin Fronteras y la Sociedad Interamericana de Prensa". Se condenó, asimismo, "el asesinato, la persecución y la exclusión en los medios de comunicación, de periodistas y comunicadores sociales que han hecho y hacen de su ejercicio una tradición de lucha por los mejores intereses de sus pueblos".

También se hizo una crítica a los medios alternativos, afirmando con certeza que "lo alternativo no está reñido con la excelencia". Es vital -afirmaron- "no enajenarnos de la veracidad, el rigor y la profesionalidad, y evitar reproducir formatos alienantes, conceptos y prácticas clasistas, sexistas y racistas de las trasnacionales de la comunicación". En esa dirección se reconoció "que la neutralidad y la imparcialidad no existen: toda información tiene una intencionalidad oculta o manifiesta".

Uno de los temas políticos que provocó polémicas fue el socialismo de nuestros días, dadas las múltiples interpretaciones del vocablo y sus contenidos. Se destacó que los valores centrales de ese socialismo son: "el uso sustentable de los recursos naturales y el control público de los que no son renovables; la satisfacción de las necesidades de la gente por encima de los criterios del mercado; la defensa de la democracia en todas las relaciones colectivas y de género, y también, la interculturalidad, la posibilidad de acceso a todos los saberes, filosofías y religiones".

La reunión de Bolivia reconoció "el papel trascendente de los pueblos originarios en los procesos revolucionarios de nuestro tiempo y su aporte a la práctica de una democracia participativa que concibe el gobierno como servicio, que manda obedeciendo en la solidaridad y el sentido colectivo de sus instituciones". Por ello, se valoró la defensa y la promoción de los medios de comunicación propios de las comunidades indígenas.

Los participantes de la reunión de Cochabamba se solidarizaron "con las resistencias de los pueblos contra la ocupación de Irak, Afganistán, y contra las intervenciones en el Medio Oriente", y sumaron sus esfuerzos para que "los procesos revolucionarios que en mundo se dan, sigan avanzando y debilitando el poder imperial".

Se condenó el doble rasero de los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y los emporios mediáticos, "que promueven la doctrina del buen y el mal terrorista, como se verifica en los casos de Luis Posada Carriles y los detenidos fuera de todo marco legal en Guantánamo y cárceles secretas que el imperio mantiene en el mundo".

Se apoyó a los procesos revolucionarios en América Latina y la presencia de la voz legítima de los pueblos en las asambleas constituyentes. En particular, el quinto Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad se solidarizó con "los procesos de cambio que están teniendo lugar en Bolivia, que han permitido que los pueblos acrecienten su protagonismo". Se reiteró el trascendente papel de los pueblos originarios, de las mujeres y de la juventud en las luchas de hoy.

La reunión expresó el alto grado de conciencia política de ese importante sector de los trabajadores de la cultura y de los medios de comunicación en esa lucha por la verdad, la justicia y la pluralidad informativa. Asimismo, la Declaración de Cochabamba refleja el sentir de ese intelectual -en el más amplio y gramsciano sentido del término- que está dispuesto a integrarse orgánicamente en la lucha de sus pueblos por transformaciones radicales, no cosméticas, y en favor de una democracia integral que construya el socialismo del siglo XXI.

 
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