Usted está aquí: sábado 2 de junio de 2007 Política Los de Abajo

Los de Abajo

Gloria Muñoz Ramírez

De la no "militarización"

En la Ladera de la Montaña, la misma inmortalizada por Jorge Amado en sus tantos relatos bahianos, antes llena de burdeles y aún hoy repleta de miseria y antros decadentes, vive y da vida Mãe Preta, mujer de más de 80 años, de oficio prostituta, madre de 25 hijos, negra y fuerte como ninguna. Mãe Preta cobija a más de 150 indigentes que todos los días pasan por su casa a recibir algo de comida o un lugar para dormir. Ella es la madre y abuela de todos.

Mãe Preta es hija de Andaraí, pequeña y pobre ciudad del interior de Bahía, en el noreste de Brasil. En el pórtico de su casa-albergue deshilvana su vida. A ratos ríe y a ratos llora. Por décadas trabajó con el cuerpo en las calles y burdeles, con los reposos correspondientes a sus 25 embarazos. Luego, sintiendo en carne propia el abandono de los hijos de quienes son arrojadas a la prostitución, sin pedir nada a cambio, sin un real en el bolsillo y ella misma batallando para comer, empezó a cuidar de ellos y a ofrecerles algo para medio llenar el estómago.

"Perdí la virginidad a los 15 años. Entonces me dio miedo que mi papá me degollara y hui. Me subí a un camión, pedí aventón. Dormí en Sete Portas. Pasé mucha hambre. La gente que pasaba me daba ropa, algunos centavos. Lo que hago ahora es porque otros ya lo hicieron por mí". Es, pues, el ejemplo de quien nada tiene y todo lo ofrece. Es, también, el escombro que, sin compasión, arroja el sistema.

"Parí 25 hijos. Tengo 12 vivos: sargento, profesor, electricista, soldado, capitán, marinero... de todo. Mis hijos están registrados a mi nombre, porque yo no sabía quién era su papá. Yo era mundana (prostituta) y lo mismo me iba con gatos y perros".

Años de andar y de parir y hoy Mãe Preta cumple cuatro décadas de ofrecer abrigo a niños, prostitutas, ancianos y dementes que deambulan por las calles de esta legendaria ciudad en la que no se puede ocultar la miseria, por más que los programas turísticos y los especuladores de vivienda lo intenten. Para encontrarla sólo hay que bajar la Ladera de la Montaña, y ahí está, sentada siempre en el pórtico, a veces llorando y otras más bailando y cantando al ritmo de los tambores, rodeada de gente que le arranca un respiro a la vida.

"Llegó un día, cuando mis hijos ya estaban criados, que me dije, mira, voy a salir de esta vida. Pero entonces vi que había mucha miseria y me metí en esto... Cuando paso por la calle y veo un niño, una vieja, me duele el corazón". ¿Y el gobierno? "Nada", dice Mãe Preta, "el gobierno no ayuda nada. Ahora mismo llegó Lula, pero no hay nada".

A la casa-albergue se entra por un pequeño pasillo que conduce a una habitación con montañas de ropa usada. De su venta y de otras donaciones sale el escaso dinero para sostener la vivienda. Una iniciativa personal, un granito de arena que hoy, además, está amenazado por la especulación. Cuenta Mãe Preta que ya vendieron la Ladera de la Montaña a grupos de extranjeros y que pronto puede ser desalojada... ¿Se puede pensar en mayor deshumanización? ¿Qué más quieren? Todo, por supuesto.

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