Usted está aquí: lunes 4 de junio de 2007 Capital Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

En busca de legitimidad

Lo que molesta es el modo

Los escribanos de Bucareli

Con la necesidad apremiante de apuntalar lo imposible: la legitimidad de Felipe Calderón, y con ello la falsedad de un quehacer político corrupto, los gobernadores de las diferentes entidades de la República se reunieron en Puerto Vallarta, Jalisco, al final del mes que terminó, para hacer público el réquiem por la soberanía de los estados, y en ese mismo canto, dejar en claro que el instrumento que se halló al principio del milenio para equilibrar la fuerza del presidencialismo, ha caducado, no sirve y hoy no es sino la alfombra por donde pasea una sola fuerza hegemónica que nació del fraude.

La noche anterior a la inauguración de la reunión de los gobernadores del coro fácil se instaló una cena, con carácter privado, en la que se darían los últimos toques a los acuerdos que ya habían alcanzado los gobernantes, reunión que tardó en empezar porque uno de ellos, el anfitrión, no llegaba, pero que sirvió, de cualquier manera, para que intercambiaran puntos de vista. Uno de los más recurrentes fue el reclamo velado, pero a fin de cuentas reclamo, que hicieron a José Angel Avila Pérez, representante del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, por la ausencia, para alguno de ellos injustificada, de este último.

Hasta ahí las cosas iban bien, pero de pronto se pidió permiso a los asistentes para que un representante de la Secretaría de Gobernación hiciera su aparición. No pasó mucho tiempo para que ese mismo representante, un subsecretario, pidiera el uso de la palabra. Tal acción no estaba considerada, y puso en alerta a uno que otro gobernante que no percibió nada bueno en aquella intervención.

La cosa era simple, se trataba de darles a conocer cuál sería el documento de apoyo que en nombre de todos los gobernadores se leería durante el acto principal. El documento se leyó entre el silencio de los gobernadores que dóciles, para no decir mansos, se miraban unos a otros y aceptaban sin chistar las palabras que desconocían, pero que en su nombre servirían para dar apoyo a Calderón.

La lectura del documento concluyó con la aprobación de los asistentes, meno uno, el gobernador de Sonora, Eduardo Bours, que digno como ninguno, se opuso a que tal descortesía, rayana en una desconfianza humillante, se consumara. Bours parecía querer decir: ¡Un poco de dignidad señores!, cuando expresó que agradecían los afanes de la Secretaría de Gobernación, pero que ellos, los gobernadores, ya tenían su propio documento acordado, y que no lo cambiarían.

El enviado de la Segob montó en nervios, es más, hay quien asegura que aquel rechazo le hizo pensar en que los gobernadores no cumplirían con el pacto de apoyo que se les había pedido desde Los Pinos, acto seguido alguien hizo llegar al funcionario el discurso del propio Bours, y todo volvió a la normalidad.

Y es que entre uno y otro discursos, el tono era el mismo, el fin se compartía plenamente. La idea no tenía variaciones, tal vez el que surgió de los despachos de Bucareli fuera un tanto más seco que el otro, pero esencialmente eran iguales, ¿y entonces?, se preguntaron algunos, ¿para qué la escena? No faltó desde luego el intérprete que tradujo el sentido de la molestia del gobernador de Sonora. No hay desacuerdo, en forma y fondo son lo mismo, lo que molesta es el modito.

El incidente concluyó rápido y el resuello volvió al subsecretario de Gobernación, y los gobernadores a su cena. Al siguiente día se les informó que los reconocimientos que se entregarían al Ejército y a la Armada de México a nombre de los gobiernos de los estados la haría el propio Felipe Calderón, y entonces ya nadie dijo nada, todos estuvieron contentos y prometieron reunirse la próxima vez, aunque para que no existan desaguisados, por pequeños que sean, seguramente preguntarán a Los Pinos de qué se va a tratar.

Todo esto viene a cuento porque hasta el sábado por la noche, en las oficinas del jefe de Gobierno se aseguraba que a la interparlamentaria DF-estado de México no asistiría Marcelo Ebrard, que ya está inscrito como orador el próximo miércoles durante la inauguración del acto. La razón es que el encuentro será inaugurado por el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, y a lo mejor se quiere que las palabras de Ebrard sean las que se confeccionen en el despacho de Bucareli. ¡Qué barbaridad!

De pasadita...

El rumor de que la jefa delegacional de Miguel Hidalgo tuvo algún acuerdo en lo oscurito con la Secretaría de Hacienda para que le otorgaran recursos por fuera de lo presupuestado crece cada vez más. Algunos dicen que fueron 100 millones de pesos, otros que 300. Y los otros delegados qué, ¿se quedarán mirando?

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