Usted está aquí: martes 5 de junio de 2007 Política Calderón y el Papa, preocupados por la inseguridad y la migración

Los temas de aborto y sociedades de convivencia quedaron fuera en el encuentro

Calderón y el Papa, preocupados por la inseguridad y la migración

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

Ampliar la imagen El papa Benedicto XVI recibió en el Vaticano al presidente Felipe Calderón y su familia El papa Benedicto XVI recibió en el Vaticano al presidente Felipe Calderón y su familia Foto: Ap

Ciudad del Vaticano, 4 de junio. Tras su entrevista de 22 minutos con el papa Benedicto XVI, el jefe del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, estaba "contento" y se sinceró: "debo confesarles que es complejo separar el cargo como Presidente de la República con las propias convicciones y emociones".

Y es que a diferencia de su antecesor, Vicente Fox, el segundo presidente panista y abiertamente católico en la historia del país no besó el anillo papal y, a decir del propio mandatario, tampoco trató con el pontífice los polémicos temas de la despenalización del aborto y de las sociedades de convivencia.

Pero no por ello el tercer presidente en hacer una visita oficial al Vaticano -las anteriores, de Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari, fueron cuando no había relaciones diplomáticas-, su esposa Margarita Zavala y sus tres hijos hicieron a un lado sus creencias religiosas.

Como pocas veces se ha visto en el Vaticano, los hijos del Presidente: María, Luis Felipe y Juan Pablo, formaron parte de la comitiva oficial, y los obsequios de la familia, bendecidos por el Papa, tenían un significado especial para los Calderón-Zavala: un retrato de ellos después de la toma de posesión del primero de diciembre, la camiseta de la selección nacional, un pin con la bandera de México y un oso de peluche.

En esta doble situación de jefe de Estado y católico, el mandatario se permitió inclusive deslizar una sutil recomendación a Joseph Ratzinger cuando describió a Vasco de Quiroga, el defensor y evangelizador de indígenas en su natal Michoacán, como un "santo no canonizado".

Calderón estaba satisfecho además porque invitó al Papa a visitar México para 2009, cuando se celebra la Jornada Internacional de las Familias, y recibió en respuesta la promesa de revisar su agenda para poder acudir por primera vez a tierras mexicanas.

El encuentro

La historia fue así. Ocho minutos antes del mediodía, el Presidente cruzó el Patio de San Dámaso a bordo de un automóvil Maserati y fue recibido por la Guardia Suiza Pontificia, 12 soldados ataviados con trajes de gala amarillo, azul y rojo.

Sobre una alfombra roja lo esperaba el cardenal James Harvey, el prefecto de la Casa Pontificia, los gentilhombres y los sediarios -que antiguamente llevaban al Papa en andas-, quienes lo acompañaron a la Casa Pontificia.

Siguieron al Presidente su esposa y su comitiva, conformada por 14 integrantes -entre ellos los líderes del PRI, Beatriz Paredes; del Panal, Tomás Ruiz, y del Verde Ecologista, Jorge Emilio González Torres. El líder del PAN, Manuel Espino, no llegó porque perdió el vuelo de conexión en Nueva York.

Como marca el protocolo vaticano, todas las mujeres, incluso la canciller Patricia Espinosa, iban vestidas de negro, con falda debajo de la rodilla y una mantilla negra en la cabeza.

Mientras el Presidente era conducido por los pasillos de la residencia papal hasta la pequeña sala del Troneto, anexa a la biblioteca privada, se veía un poco tenso. Ahí, Ratzinger lo recibió en la puerta y le dijo "Bienvenido" en español, y el mandatario saludó a su anfitrión de mano e inclinándose levemente le contestó: "es un honor, es un gusto verle, Santidad".

Comenzaron las fotos y el Presidente preguntó: "¿Santidad, como está?", y el Papa le contestó: "Muy bien". En ese momento Calderón ya se veía más confiado, a gusto.

Esas fueron las frases públicas, porque después los dos conversaron con la presencia de un intérprete en la biblioteca privada del pontífice. Fueron 22 minutos de pláticas cuyo contenido fue resumido por la Secretaría de Estado del Vaticano: lucha contra el narcotráfico, medio ambiente y la situación de la Iglesia católica cerca de cumplirse el 15 aniversario del establecimiento de relaciones con el Vaticano.

Los momentos emotivos vinieron a la hora del intercambio de obsequios. Primero Luis Felipe le presentó a Ratzinger la camiseta de la selección mexicana de futbol y entonces el Papa la bendijo. Ambos se abrazaron mientras Juan Pablo -el más pequeño, quien llevó un balón de futbol que finalmente no fue entregado- también se acercaba.

Luego María le entregó un oso de peluche beige, y Margarita Zavala la foto del día que Calderón tomó posesión del cargo, donde toda la familia aparece abrazando al Presidente. Con estas insistentes referencias familiares, quizás se buscó dejar atrás la imagen de 2001, de Fox desafiante besando a su esposa Marta Sahagún con la Basílica de San Pedro de fondo, debido a que fueron recibidos por separado por Juan Pablo II.

De este momento familiar, el mandatario pasó a presentar a los integrantes de su comitiva: además de los líderes partidistas asistieron Juan Camilo Mouriño, Patricia Espinosa, Eduardo Sojo, Genaro García Luna, el general Jesús Castillo y el teniente coronel Mario Castro.

Cuando el Presidente regaló a su anfitrión unos finos candelabros de cobre, artesanías elaboradas en Michoacán, aprovechó para promover una causa religiosa. Contó de la labor evangelizadora de Vasco de Quiroga en la Nueva España, de cómo enseñó a los indígenas tarascos distintos oficios, y recalcó que es un "santo no canonizado", lo que fue asentido con un gesto por el sucesor de San Pedro.

El Papa obsequió a Calderón -como hace con todos los jefes de Estado- la medalla del Pontificado en un estuche ribeteado en bronce; a su esposa, un rosario blanco, y al resto de la delegación un rosario a cada uno.

Así terminó el encuentro que después fue descrito por el Presidente como "muy cordial y respetuoso".

En el Grand Hotel St Regis, donde se hospedó junto con su comitiva, hizo una pausa sólo para explicar los pormenores de la charla con Ratzinger. Se mostró satisfecho, porque coincidieron en la preocupación sobre la inseguridad que afecta a México y sobre la migración.

De los temas espinosos no hablaron, según el jefe del Ejecutivo. Esto a pesar de que hace poco el pontífice envió señales, luego contradecidas, de querer excomulgar a los asambleístas y al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, por haber aprobado la despenalización del aborto en la capital del país.

Lo que sí dijo es que el secretario de Estado, Tarcisio Bertone -con quien también conversó-, le expresó su preocupación sobre el ejercicio de los derechos religiosos en México, lo que los llevó a analizar la legislación vigente desde 1992, cuando Carlos Salinas impulsó y concretó el establecimiento de relaciones entre ambos estados.

En la mente del Presidente todavía estaba fresca la parte emotiva del encuentro con el Papa. Relató que lo admiraba desde pequeño, porque su padre, Luis Calderón Vega, tenía en su biblioteca libros de Ratzinger.

 
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