Usted está aquí: jueves 7 de junio de 2007 Opinión Africa, 2057

Immanuel Wallerstein

Africa, 2057

El año 2007 marca el 50 aniversario de las independencias africanas. Cifro esta fecha a partir del 6 de abril de 1957, cuando la colonia británica de Costa de Oro se convirtió en el Estado independiente de Ghana, la primera colonia de lo que entonces se llamaba Africa subsahariana que consiguió este estatus. El líder del movimiento que triunfó en esa lucha por la independencia era Kwame Nkrumah. El mundo aclamó ese día como un muy importante punto de viraje en la historia de Africa y envió a sus líderes a ser parte de las celebraciones en Accra. Gran Bretaña envió a la princesa de Kent y a su primer ministro, sir Harold Mcmillan. Estados Unidos, al vicepresidente Richard Nixon.

Yo mismo estuve en Accra en ese momento, y puedo atestiguar la muy entusiasta y positiva cualidad de las festividades y del optimismo general acerca del futuro de Africa que se sentía en Ghana y por todo el continente. Nkrumah había dicho: "Buscad primero el reino político y todas las otras cosas se le añadirán". Ahí estaba la prueba.

A la independencia de Ghana le siguió, en 1958, el valiente rechazo de Guinea a mantenerse dentro de la órbita francesa, y luego una cascada de independencias en 1960: 16 países en total. El año de 1960 obtuvo el sobrenombre de "El año de Africa". También fue el año de la crisis del Congo. Fue la primera guerra civil en el Africa independiente, la primera rentrada de tropas europeas posterior a la independencia, y el primer asesinato de un jefe de gobierno africano: el primer ministro Patrice Lumumba.

No obstante, lo que terminó por llamarse "el barrido descendente de liberación africana" continuó muchos años más hasta que golpeó con la dura roca del Africa austral rica en minerales, dominada por los colonizadores: las colonias portuguesas Angola y Mozambique, el autoproclamado Estado independiente de Rhodesia, controlado por colonos (hoy Zimbabwe); el Estado de Africa del Suroeste, controlado por los sudafricanos (hoy Namibia), y la Sudáfrica del apartheid. Llevó 20 años más conseguir gobiernos africanos independientes en todos estos estados, pero se hizo.

Entre tanto, la euforia de 1957-1960 dio paso a nuevas realidades -golpes militares, guerras civiles y entre países, más las severas dificultades económicas de los años 70 y 80, que fueron propiciadas, pero no ocasionadas, por las alzas en el precio del petróleo. El afroptimismo dio paso al afropesimismo. Todas las otras cosas no se añadían a la independencia política. ¿Se había equivocado Nkrumah?

Nkrumah mismo había alertado que al fin del colonialismo le seguiría el neocolonialismo debido a la continuada dependencia económica de los estados africanos hacia Europa occidental y Estados Unidos. El remedio de Nkrumah era la unidad africana, para la cual izó alto el estandarte. Se las arregló para conseguir que se redefinieran las dimensiones de Africa e incluyeran a Africa del Norte. Pero la montaña que fue el movimiento por la unidad africana trajo en los años 60 meramente un ratón, en la forma de una débil estructura llamada la Organización de la Unidad Africana, que luego se rebautizó como Unión Africana, pero que no la hizo más fuerte.

En 2007, el panorama político y económico de Africa no corresponde para nada con las esperanzas y las expectativas de 1957. Aquí y allá, uno puede apuntar algunas pequeñas mejoras económicas. Pero en el total, las estadísticas muestran que Africa ha tenido el desempeño más débil de todos los continentes. Y aquí y allá uno puede apuntar algún renovado entusiasmo en el escenario político. Pero en el total, la mayor parte de los estados están en manos de políticos corruptos que no toleran una oposición significativa a sus regímenes, y que no hacen nada para mejorar al grueso de la población.

¿Qué será de Africa de aquí a 50 años? Por supuesto, nunca se puede estar seguro. Pero uno puede tener algunas expectativas razonables. Primero que nada, sería difícil que las cosas empeoren. En el orden internacional de beneficios, los estados africanos están, por mucho, al final de la lista. Las generaciones más jóvenes reaccionan a esta realidad de dos maneras: algunos emigran, y algunos comienzan a estructurar nuevos movimientos -intentando construir una segunda ola de luchas de liberación nacional.

En segundo lugar, el escenario geopolítico será muy diferente en 2057. Es casi seguro que la habilidad de Estados Unidos y Francia para interferir directamente en el escenario africano habrá desaparecido. Algunos dicen que será remplazada por nuevas fuentes de interferencia externa, como China, y algunos incluso sugieren que Brasil. Esto me parece muy poco plausible, si no es que absolutamente imposible. En cambio, creo que en los próximos 25 años, el relativo abandono de Africa trabajará en su favor, permitiendo que los nuevos movimientos de liberación cobren vida y florezcan. Si estos movimientos estudian bien la historia africana entre 1957 y 2007 serán capaces de forjar movimientos que sean más serios respecto de lo que necesita hacerse para transformar las estructuras económicas, y lo que se necesita hacer para luchar contra la polarización interna de clases.

En los años anteriores a que Nkrumah presidiera las ceremonias de independencia de 1957, sus oponentes internos se burlaban de sus simpatizantes gritándole muchachos de la veranda. Esto hacía referencia al hecho de que muchos de los militantes eran pobladores urbanos relativamente pobres que no tenían una residencia permanente y tenían que dormir en las verandas de las casas de otros. Esto indica a qué grado el nacionalismo africano -en su momento culminante- tuvo un importante elemento de conflicto de clase, algo que se ha oscurecido en mucha literatura sobre Africa. La conciencia de clase puede de nuevo ser central en la política africana. Y si lo es, dada la crisis estructural de todo el moderno sistema-mundo y las caóticas condiciones geopolíticas y de economía-mundo que ha hecho surgir, los movimientos de Africa pueden jugar un papel mucho más importante en el resultado de la lucha política mundial de lo que hoy la mayoría de nosotros anticipamos. Esperemos que así sea.

Traducción: Ramón Vera Herrera

 
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