Usted está aquí: viernes 8 de junio de 2007 Cultura Eric Hobsbawm, notable historiador británico, cumple 90 años de edad

Como ''el mundo no mejorará por sí mismo'', hay que denunciar y combatir, dice

Eric Hobsbawm, notable historiador británico, cumple 90 años de edad

DPA

Ampliar la imagen Eric Hobsbawm Eric Hobsbawm Foto: Archivo

Londres, 7 de junio. Cuando los oyentes de radio británicos eligieron hace años a Karl Marx como el mayor filósofo de la historia, para Eric Hobsbawm era lógico. Después de todo, el Manifiesto Comunista del científico alemán era para él "una impactante predicción del efecto de la globalización a finales del siglo XX".

Inclusive hoy el investigador británico está convencido de las enseñanzas del pensador comunista, aun cuando Marx haya pasado de moda. Hobsbawm, que el sábado 9 de junio cumple 90 años, es considerado el más notable historiador de la actualidad.

Los turbulentos tiempos políticos del siglo pasado marcaron su vida y su pensamiento. Años interesantes se titula, en consecuencia, su autobiografía.

En su apreciada obra La era de los extremos, saca una sombría conclusión del siglo XX, que él vivió prácticamente en su totalidad.

Insistencia en las ideas comunistas

Hobsbawm nació en 1917, el año de la Revolución Rusa, hijo de padres judíos, en Alejandría, Egipto. Su padre era británico y su madre austriaca. Pasó su infancia y juventud en Viena y al morir sus progenitores, un tío lo acogió en Berlín.

Para Hobsbawm esos años en Alemania fueron decisivos. En una de las últimas grandes manifestaciones del Partido Comunista Alemán, antes de la llegada al poder de los nazis, en enero de 1933, absorbió el sentimiento del éxtasis masivo.

Poco después tuvo que huir de los nazis hacia Inglaterra. ''Era imposible mantenerse alejado de la política. Los meses en Berlín me convirtieron en un comunista de por vida", dijo en alguna ocasión.

''En Alemania no había alternativa. De haber sido alemán y no judío, quizá me habría hecho nazi."

De muy joven ingresó al Partido Comunista en Inglaterra. No debe extrañar, por tanto, que no mantuviera una buena relación con la ''dama de hierro" Margaret Thatcher.

Cuando Eric Hobsbawm intentó describir en alguna ocasión el clima social en Gran Bretaña, recurrió a la imagen de las ciudades alemanas bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. Y en el culto por la fallecida princesa Diana veía una protesta contra la fría primera ministra.

Aquellos sentimientos de las masas eran para él la rebelión pendiente contra el pasado, contra el largo dominio de Thatcher.

Las tarjetas ubicadas delante del palacio de Kensington, dirigidas a Diana, en realidad eran para él notas de protesta contra la dureza de Thatcher.

También hacia Estados Unidos Hobsbawm siente una ración considerable de desconfianza. El gobierno de Bush muestra todos ''los indicios del delirio de grandeza" e ignora las experiencias de la diplomacia, dijo respecto de la política estadunidense tras la invasión de esa potencia a Irak.

La insistencia de Hobsbawm en las ideas comunistas, inclusive después de la caída de la Unión Soviética, es interpretada por algunos como provocación o testarudez. Siempre se le pregunta por qué no se salió del partido tras el fracaso del comunismo.

Y siempre responde lo mismo: ''Porque no quería encontrarme en compañía de todos esos ex comunistas que se convirtieron en anticomunistas".

Para el historiador, hay que seguir denunciando y combatiendo la injusticia social. ''El mundo no mejorará por sí mismo''.

 
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