Usted está aquí: lunes 18 de junio de 2007 Deportes José Tomás, vetado aquí por Herrerías y Ponce, reapareció triunfante en España

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José Tomás, vetado aquí por Herrerías y Ponce, reapareció triunfante en España

El ex empresario de la México lo anunció en dos temporadas sin haberlo siquiera firmado

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Rafael Herrerías y Enrique Ponce, socios taurinos en la Plaza México, donde boicotearon sistemáticamente a José Tomás, abandonan el coso de Toledo el 9 de junio pasado Rafael Herrerías y Enrique Ponce, socios taurinos en la Plaza México, donde boicotearon sistemáticamente a José Tomás, abandonan el coso de Toledo el 9 de junio pasado Foto: Archivo

Existen muy contados matadores de toros a los que uno tiene que agradecerles su vocación, y sobre todo su capacidad de compromiso con ella.

Tal es el caso del madrileño -¿dónde quedó el antihispanista, mexhincados?- José Tomás, quien ha sido capaz de dos hazañas: recordarnos la dignidad que entraña ser auténticamente torero y enorgullecernos de ser verdaderamente aficionados, no espectadores impresionables.

Hacía tiempo que un joven vestido de luces no exhibía en nuestro país un espíritu tan maduro y un torerismo tan intemporal, por encima de modas, del lugar de origen y de las influencias de la maltrecha época que padecemos.

Suficientemente habituado a la embestida del toro mexicano -de 84 novilladas, 32 las toreó en México- y a la lidia que éste permite, José Tomás llegó a su alternativa con un propósito muy claro: ganarse al público de México. ¿Cómo? De la única manera en que un artista se gana al público: entregándose. Con una entrega que no admitió sentidos prácticos ni parentescos ni nacionalidades, sólo la dramática entrega de esa tarde, ante esos toros. ¡Y vaya si se entregó José Tomás!

Lo hizo con la pasión juvenil de un loco enamorado de la vida y del arte de torear, sabedor de que el toro de acá, además de quietud, exige ajustarse en las suertes, reunirse con él y llevarlo excesivamente templado para poder ligar varios muletazos, con gusto, sin prisas, con la soberbia humildad de quien logra detener el tiempo, así sea fugazmente.

Y a su entrega sin ambages añadió José Tomás los procedimientos brillantes. ¡Ah, qué verónicas más verdaderas a sus dos toros! Bajando las manos en delicado y firme juego de brazos, con gallarda naturalidad y sin ociosa distancia de por medio, complaciéndose sin complicarse, a pesar de lo ceñido que pasaba el burel. Y luego sus finas chicuelinas, verticales y precisas, sin acharamuscarse ni pretender trapear con el capote, como otros descubridores del hilo negro.

Y en el compromiso torero de José Tomás, siempre la quietud y el valor sereno, sin alardes ni vendimia de las suertes, y sin mirarse jamás la ropa las dos ocasiones en que fue prendido...

Y junto a la serena determinación, la poderosa muñeca para mandar y ligar, y el sabor para recrearse en los muletazos por alto, ese toreo que siempre ha gustado en la Plaza México si se hace con la verdad, intensidad y dignidad que lo hizo José Tomás.

Y aquellas tres manoletinas -devoto homenaje al otro torero- ligadas con dos luminosos faroles invertidos, y los seis muletazos de costado, seguidos del desdén y el de pecho, calentaron la fría tarde mexicana con la pasión desbordada de un muchacho español dispuesto a convertirse, a como dé lugar, en figura universal del arte del toreo...

Escribí lo anterior en el periódico Ovaciones el 12 de diciembre de 1995, con motivo de la alternativa de José Tomás en la México, dos días antes. Todos los ahí presentes vimos en el pundonoroso diestro de Galapagar un torero de época en cierne... excepto el entonces promotor de la plazota, Rafael Herrerías, a quien además de disgustarle tan egregia tauromaquia le alarmó la amenaza que el recién alternativado significaría para su amigote Enrique Ponce, en México instalado desde siempre en la comodidad y el ventajismo, gracias a tan perniciosa amistad.

Todavía en las temporadas 2001-2002 y 2002-2003 Herrerías utilizó el nombre y la consolidación de José Tomás como primera figura de España para anunciarlo en el elenco del derecho de apartado como si estuviera firmado, sin que a la postre se presentara, defraudando al público e incumpliendo con el diestro, cuyo apoderado entonces, Enrique Martín Arranz, interpuso una demanda contra el calamitoso empresario por falsificación de firma.

Convertido en coleccionista de demandas sin efecto por parte de ganaderos, apoderados, matadores, jueces de plaza, veterinarios, periodistas, el H. Congreso de Veracruz y hasta de la Secretaría de Hacienda, Herrerías se encuentra paseando por España, donde un oportuno fotógrafo lo sorprendió cargando en hombros a su admirado Ponce al término de la corrida del pasado 9 de junio en Toledo. ¿Un empresario metido a cargador o viceversa? Lo que les faltaba para su álbum de indecencias.

 
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