Usted está aquí: lunes 18 de junio de 2007 Deportes Serrat y Sabina vieron la corrida en Barcelona

Serrat y Sabina vieron la corrida en Barcelona

LUMBRERA CHICO

Ante dos pavos de la ganadería de Núñez de Cuvillo, y con los tendidos llenos a reventar, pese a las protestas de algunos cientos de criadores de gatos domésticos que gritaron afuera durante toda la función, José Tomás Román Martín, el torero más transgresor y polémico de estos tiempos, reapareció ayer en la Monumental de Barcelona, después de cinco años de ausencia, cortándole una oreja a su primer enemigo y las dos al segundo, aclamado por 18 mil espectadores entre los que destacaban sus amigos Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, que fueron a verlo pero también a militar en apoyo de la cultura y de una de las más antiguas y extrañas de las artes.

Como la reventa por Internet es severamente perseguida en el reino de Juan Carlos I, ayer por la mañana se leían en la red avisos como este: "Barcelona. Ofrezco bolígrafo a mil 500 euros. Regalo billete de barrera para ver a José Tomás". Al fin, y de esa forma, daban la cara quienes desde hace tres meses, cuando se abrieron las taquillas para el retorno del maestro, acapararon los boletos del histórico festejo, más significativo aún por el hecho de que el diestro madrileño, nieto del ganadero Victorino Martín, decidió volver a los ruedos el pasado 7 de enero después de estremecerse con la resurrección de Rodolfo Rodríguez El Pana en la Plaza México.

Vestido de azul y oro con ribetes blancos en golpes, hombreras y machos, José Tomás fue aplaudido a rabiar cuando lo sacaron a saludar al tercio tras el despeje y, sucesivamente, después de recibir por suaves y lentas verónicas al primero de su lote y, entre varas, pegarle un quite escalofriante por chicuelinas. Con la muleta se recreó por la izquierda en amplios y profundos naturales, dándole todas las ventajas al burel, que en un parpadeo lo empitonó y lo hizo rodar por la arena tratando sin éxito de herirlo. Tras el susto, continuó escribiendo versos de franela con la zurda, que la gente a veces le coreaba ahíta de pie. Lo malo fue que en la suerte suprema asestó un bajonazo que, para José Luis Vadillo, crónico de El Mundo, fue todo "un monumento a la infamia".

Ante su segundo, quinto de la tarde, que resultó ser un morlaco, rajado y avieso, volvió a plantear el reto por la izquierda, abriendo el compás y tragando leña, y cuando parecía que eso era todo, culminó la lidia con unas manoletinas de homenaje al califa andaluz, que acabaron de enloquecer al gentío. Este, por lo tanto, le perdonó los dos avisos que le tocaron por matar de nuevo mal, y el juez, con esceso de benevolencia, lo premió con dos orejas, allí donde una hubiera sido más que suficiente.

Cayetano, el tercer espada, cortó por su parte cuatro orejas, mientras Finito de Córdoba se alzó con una del que abrió plaza. La impresión general, entre los que dicen que saben, es que a pesar de su brillante desempeño a José Tomás se le notan los años del receso y tendrá que volver por el sitio que dejó vacante.

Dicho en otras palabras, habrá que seguirlo a donde vaya y ver si después de las 11 corridas que le esperan este año en España toreará al menos una acá.

 
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