Usted está aquí: jueves 21 de junio de 2007 Opinión Vlady, el pintor vagabundo

Adolfo Gilly

Vlady, el pintor vagabundo

Ampliar la imagen Autorretrato II, 1976, obra de Vlady Autorretrato II, 1976, obra de Vlady

Para Jeannine Kibalchich

Mirando la portada del bello libro de Jean-Guy Rens, Vlady-De la Revolución al Renacimiento, con sus ocho diferentes autorretratos de Vlady, me vino a la mente una de las imágenes que de éste guardo: el pintor vagabundo. Anclado en México desde el 4 de septiembre de 1941, cuando a los 21 años de su edad llegó como exiliado con su padre Víctor Serge, Vlady, se me hace, no dejó de derivar, y esta deriva está entera en su pintura. Es una de las inesperadas herencias de su padre, a quien Julián Gorkin, su viejo amigo, llamó ''un eterno vagabundo en busca del ideal", según la imaginería anarquista heredada por Serge y que éste, por el camino de las afinidades, transmitió a su hijo para que por fin apareciera trasfigurada en su pintura. Los murales que aquí nos rodean son testigos.

Hojeo el libro de Jean-Guy Rens, considero sus dibujos, y veo al Vlady febril que donde quiera y donde fuera llegaba con un cuaderno de apuntes y un lápiz y dibujaba, dibujaba, dibujada, en los miles y miles de hojas más o menos dispersas, más o menos ordenadas, de su taller de Cuernavaca. Dibujaba amigos, volcanes, reuniones, paisajes, dibujaba sin cesar olas y vientos y reflejos del mar mientras cruzaba el Atlántico en un carguero desvencijado que, en una travesía de seis meses, los trajo en ese terrible año 1941 desde Marsella hasta México.

Llegados desde la deportación en Siberia, desde el exilio en Bruselas y en París, desde la incierta y larga espera de una visa en Marsella después de la derrota de Francia, el padre escritor y el hijo pintor se deslumbran al ver las costas de las islas del Caribe. Vlady dibuja febril, Serge describe:

''El hemisferio occidental nos abre paisajes nunca vistos. El sol chorrea sobre todas las cosas. Delante de nuestro barco, pequeños peces voladores azulados surgen del mar como un vuelo de libélulas. Las verdes montañas de la Martinica están cubiertas de riquezas deslumbrantes. Esas laderas doradas son campos de caña de azúcar. Al borde de un mar de colores surreales, se alzan las palmeras."

Este nuevo mundo desconocido está entrando también por los ojos y los sentidos del joven pintor ruso desterrado. Aparecerá después en sus colores y en el afán de escribir con su pintura, así como su padre quería pintar con su escritura, una sed de paisaje compartida por ambos, cada uno a sus modos diversos entre sí.

* * *

Tuvieron que hacer una larga escala obligada en Santo Domingo, donde esperaron una visa mexicana que tardaba en llegar. El 23 de junio de 1941, al conocer la invasión de Rusia, su país y el de Vlady, por las tropas de Hitler, Serge escribía a su compañera Laurette Sejourné, que había quedado en Francia con la otra hija de Serge, la pequeña Jeannine:

''Vladi y yo vivimos los acontecimientos de Rusia como si estuviéramos allá, tenemos ante nosotros los rostros y la tierra, vemos tan claro lo que es y en lo que será. Será la guerra más atroz, con innumerables víctimas, la derrota, el hundimiento, la resurrección en el sufrimiento, y aquí estamos encaminados hacia los acontecimientos más grandes mucho más rápido de cuanto esperábamos. Pasé todo el día escribiendo sobre este tema, en una especie de fiebre."

El clima y la hospitalidad dominicana atraían a ambos. Escribía el padre a su compañera lejana el día 5 de ese mes de junio:

''Hemos tomado una pensión en casa de gentes buenas, españoles, tenemos una gran pieza aereada, desnuda, con mosaicos, que da sobre un balcón terraza. Tiene vista sobre techos bajos devorados por el sol, a lo lejos arboledas, palmeras, la sabana. Dos pequeñas camas con mosquiteros, una mesa, nuestras sillas tijera, tus retratos que son mágicos. Estamos en pleno centro, sobre una plaza nítida como un gran juguete, con hermosos árboles tropicales, y al fondo una vieja iglesia, la tumba de Colón..."

El padre de 51 años de edad escribe, encuentra refugiados llegados de Polonia atravesando Asia, el Pacífico y América, ve la película de Paul Muni sobre Juárez y planea una nueva novela. El hijo de 21 años, un pintor ya hecho, como puede verse en sus obras de los años 30 en el libro de Jean-Guy Rens, hace en esos días lo que hacen los pintores: camina entre los colores del trópico.

Lo registra el padre en su carta con cierta severidad: ''Ya hablo con bastante fluidez el español. En cambio, Vladi se retrasa lamentablemente, proclive a vagar por la ciudad días enteros": ya entonces, y aún desde mucho antes, el pintor vagabundo. Alguna vez Serge, que en el viaje escribía y escribía, se impacientó con el hijo, que todo el tiempo dibujaba con fino trazo olas y reflejos de luz, y le tiró al mar un manojo de sus bocetos, según contó el mismo Vlady a Jean-Guy Rens.

* * *

La visa mexicana por fin llegó, gracias a la intervención personal del general Lázaro Cárdenas, ex presidente por entonces. El 4 de septiembre de 1941 desde La Habana, última escala del largo trayecto, Serge y Vlady vuelan a México. Esto es lo que ven sus ojos y lo que sienten sus almas, según lo escribe Serge, en el primer viaje en avión que en sus vidas ambos realizan:

''Sobrevolamos el mar Caribe, las tierras tempestuosas de Yucatán y luego el altiplano de México, cubierto de espesas nubes traspasadas de sol. Maciza, rosa y cuadrada, la Pirámide del Sol surge de golpe sobre llanos rocosos (...) El primer rostro que veo en el aeródromo de México es el de un amigo español, un rostro con anteojos, concentrado, enérgico y seco: Julián Gorkin. Cuando él estaba en las cárceles de España, luchamos dieciséis meses para salvarle la vida. Ahora, otros camaradas como él, en Nueva York y en México, lucharon catorce meses para asegurarme este viaje, esta evasión. Sin ellos, yo hubiera estado irremediablemente perdido. Destino privilegiado, es la segunda vez que este milagro racional de la solidaridad se produce para mí."

Ese milagro había salvado para el mundo y para México a un escritor y a un pintor excepcionales. ¿Cuántos en cambio quedaron en los caminos sin salida de Europa en guerra, en los campos de exterminio, en los barcos de exiliados a quienes ninguna nación quería dar asilo?

* * *

El milagro, sin embargo, esta vez tenía nombres. Los escritores y artistas que habían gestionado el asilo, le escribieron a Cárdenas en diciembre de 1941 una carta de agradecimiento, en la cual decían: ''Tenemos el mayor placer en informarle que el escritor Víctor Serge y su hijo, a quienes usted tan generosamente extendió la hospitalidad de su país, finalmente han llegado sanos y salvos a México".

Serge transmitió esta carta a su destinatario con fecha 15 de enero de 1942, acompañada de una suya propia, que era en verdad también en nombre de su hijo, el pintor:

''Querido y grande Lázaro Cárdenas,

''Le transmito con alegría la carta adjunta, firmada por mis amigos intelectuales de Estados Unidos. Ella le llegará con cierto retardo, pues los firmantes están dispersos por los estados.

''A usted debo el haber encontrado, junto con mis hijos, asilo en su país, después de largos años de luchas y de persecusiones en el curso de los cuales un verdadero milagro de solidaridad ha impedido que fuera fusilado en la Unión Soviética, como todos mis amigos y camaradas, revolucionarios de la primera hora de la revolución rusa. Si hoy puedo continuar en tierra libre mi tarea de testigo y de novelista, es a usted a quien en gran medida lo debo.

''El viejo revolucionario que soy no olvidará, como tampoco los republicanos y los socialistas españoles olvidarán, vuestra actitud y la de México hacia ellos. Permítame decirle que al dar asilo a tantos proscritos, usted ha agregado una página gloriosa a la historia de este país.

''Permítame también asegurar a usted mi gratitud personal y agregar que estaría infinitamente feliz si algún día lo encontrara. Tampoco dude usted de mi total buena voluntad, si me fuera posible ser útil a su país.

''Acepte usted, querido y grande Lázaro Cárdenas, las seguridades de mi más alta estima."

Así comenzó la vida mexicana de Vladi Kibalchich y de su padre, Víctor Serge, a quienes podrían sumarse en el año 1942 la compañera de Serge, Laurette Sejourné, y la hermana menor de Vladi, Jeannine Kibalchich, que hoy trabaja en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y conserva preciosas memorias de aquellos tiempos.

* * *

En muchos de sus escritos personales -su diario, sus cartas- Victor Serge habla de Vladi y de Jeannine. Citaré sólo un pasaje, una entrada en su Diario donde anota lo que Vladi le dijo al volver de un viaje de pintor a Michoacán:

''18 abril 44.- Vladi, de regreso de Zacapu, me cuenta que dibujaba un viejo mendigo indio, de más de ochenta años, que de buena gana le hablaba con gran dignidad, humildad y completa lucidez. Acurrucado, en andrajos, con piojos, una calavera de ojos vivaces y tristes bajo el amplio sombrero. Recordaba haber visto pasar las tropas francesas cuando era niño:

''Hombres hermosos con grandes barbas y bigotes, con pantalones rojos. El general me preguntó el camino. Yo le contesté: ''Que Su Señoría me perdone, pero don Benito nos ha prohibido ayudar a los franceses, no se enoje usted conmigo... Y el general me dice: Está bien, muchacho, vete".

En los años 15 o 16 de este siglo, llegaron al pueblo los villistas, en Michoacán. Eran bandidos. ''Me apresaron y me colgaron. Yo no estaba muerto todavía, pues me habían colgado mal, cuando una vieja señora se puso a regañarlos: Es un padre de familia y un hombre honesto, y un cristiano... Entonces un jinete dijo: Si corto la cuerda con mi bala, se salvará. Tiró y cortó la cuerda. Me desmayé..."

De los carrancistas tiene un buen recuerdo. La tropa de don Venustiano Carranza ocupó el país. Se sabía que este campesino tenía doscientos pesos (unos 40 dólares). Unos soldados vinieron a pedírselos. Se negó a entregarlos, mostrando a sus hijos. Lo golpearon y lo llevaron al Estado Mayor. Allí, pidió que lo llevaran ante el general. El general le dijo que los ciudadanos tenian que sostener al ejército, pero él se negó a entregarle los 200 pesos, demostrando que era pobre. ''¿Quién le ha gol-peado en la cara?", preguntó el general. - Sus soldados, mi señor. - Mis soldados no son bandidos. - Aunque no lo sean, ellos fueron los que me golpearon, mi señor. El general hizo alinear a los soldados y le pidió al campesino que reconociera a quienes lo había golpeado. Reconoció a tres y el propio general les voló los sesos delante de toda la tropa. ''Rodaron a mis pies y me dio lástima por ellos. Tres hombres muertos, por 200 pesos que ni siquiera habían conseguido quitarme..."

Vladi le pagaba las sesiones de pose a un peso por día. Después de tres días el viejo le dijo: ''Ya no voy a venir a posar. Con los tres pesos que usted me hizo ganar, señor, voy a poder tomar el camión y volver a mi pueblo para morir cristianamente. -¿Está lejos, el pueblo? - Ocho kilómetros..." Vladi le ofreció un cuarto peso que el viejo rechazó suavemente: ''No puedo recibírselo, pues no lo he ganado". Vladi se lo puso en la bolsa.

''¡Qué dignidad y sabiduría en este viejo indio!" Le respondo: ''Como entre nuestros viejos mujiks."

* * *

No he hablado hasta aquí de la pintura y de los dibujos de Vlady, que bien creo haber conocido en sus exposiciones y sobre todo en su taller, donde entre todas me deslumbraron sus Meninas. No me toca a mí hacerlo, lego como soy en tanto crítico de arte. He querido tan sólo rescatar algunas de sus fuentes, algunas de aquellas experiencias entre su Rusia, su Europa y su México de donde vinieron su aire vagabundo y sus grandes colores disonantes. Otros dirán de las escuelas y los maestros antiguos y modernos que lo influyeron y formaron su estilo.

Pero volviendo a ver líneas y colores en el libro de Jean-Guy Rens ahora se me asocian con dos de mis pintores: Gustave Moreau y Odilon Redon. No sé qué habría dicho nuestro Vlady, pero a la extraña obra que surgió de su mirada nunca en reposo le cuadraría la frase de André Breton acerca de la belleza convulsiva:

''La belleza convulsiva será erótica-velada, explosiva-fija, mágica-circunstancial, o no existirá".

(''La beauté convulsive sera érotique-voilée, explosante-fixe, magique-circonstancielle, ou ne sera pas").

Presentación del libro de Jean-Guy Rens, Vlady-De la Revolución al Renacimiento, Biblioteca Lerdo de Tejada, ciudad de México, 22 marzo 2006.

 
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