Usted está aquí: lunes 25 de junio de 2007 Política Por ''verse muy pobres'', autoridades de Canadá niegan la entrada a tres mexicanos

Durante 24 horas padecieron humillaciones y vejaciones a su llegada a Vancouver

Por ''verse muy pobres'', autoridades de Canadá niegan la entrada a tres mexicanos

''Nos desnudaron, se cansaron de revisarnos y al consulado mexicano le valió gorro'', narran

A uno de los viajeros le fue impedido tomar un medicamento para controlar el colesterol

EMIR OLIVARES ALONSO

Bajo un criterio de apariencia, autoridades migratorias de Canadá negaron la entrada a tres mexicanos que pretendían ingresar a ese país como turistas, debido a que ''no aparentaban tener dinero y se veían muy pobres''.

Los connacionales padecieron durante más de 24 horas humillaciones, según relató uno de los afectados. Narró que no conformes con que les revisaron en al menos cuatro ocasiones el cuerpo y sus pertenencias, los condujeron desde el aeropuerto hasta la jefatura de policía de Vancouver, donde fueron esposados, fichados y encarcelados.

Dos de los mexicanos llevaban 300 dólares estadunidenses en efectivo y otro 150; entre los tres acumulaban 14 tarjetas de crédito y débito, además de que contaban con el boleto de regreso a México. Pese a ello, no pudieron ingresar a Canadá, porque la policía migratoria consideró que su intención era cruzar a Estados Unidos.

Los mexicanos llegaron a Vancouver alrededor de las 10 de la mañana del lunes 18 de junio. Fueron retenidos en el aeropuerto casi todo el día y posteriormente conducidos a la estación policiaca del lugar, para ser trasladados a la mañana siguiente rumbo al aeropuerto esposados y descalzos, y así enviarlos de regreso a México, donde arribaron el martes 19 a las ocho de la noche.

''Queríamos estar cuatro meses en Canadá -relató uno de los afectados-, como turista puedes permanecer en ese país hasta seis meses. Pero no lo logramos, ya que los agentes de migración canadienses se comportaron groseros y déspotas, nos preguntaron todo. Su pretexto fue que no traíamos itinerario fijo ni una reservación de hotel, pero es que viajábamos a la aventura y contábamos con una lista de hostales''.

Aseguró que en el aeropuerto los mantuvieron en diferentes cubículos y estancias tipo celdas, en las que había sobre todo ciudadanos mexicanos y chinos.

Aunque los tres turistas mexicanos insistieron ante la policía en que solamente deseaban conocer el país, la autoridad les contestó que el gobierno canadiense les había negado la entrada porque ''se veía que éramos muy pobres''.

Ante la insistencia de los connacionales, ''un policía nos dijo que él tenía el poder de decidir quién entraba a su país y quién no'', denunciaron.

Relatataron que uno de sus compañeros contaba con visa estadunidense y cuando se lo hicieron saber a los policías éstos respondieron que no se trataba de una negociación y que si continuaban insistiendo las cosas empeorarían y hasta la visa podrían perder.

Luego de esto les hicieron firmar un documento (del cual se tiene copia) en el que se asegura que en todo momento les fueron garantizados sus derechos humanos. Sin embargo, se les advirtió que no podrían llamar al consulado mexicano.

Jorge narró que cuando se les permitió llamar al consulado -a cargo de Rodolfo Díaz-, el personal de esa instancia les informó que no podían hacer nada por ellos para su defensa, porque así son las leyes canadienses y tendrían que aceptarlo. ''¡Les valió gorro!''

La aventura no culminó con esto; con el cambio de turno de la guardia de migración la situación para estos tres mexicanos ''fue peor''. Pese a que uno de los jóvenes, Jorge, padece de colesterol alto e informó a los policías del primer turno que por las noches necesita tomar bezafibrato para evitar problemas, a la guardia vespertina ''no le importó el documento oficial en el que se le indicaba que necesitaba el medicamento y cuando pedí la pastilla un oficial tiró el escrito al piso''.

Tras retenerlos casi todo el día en el aeropuerto, se les condujo a la estación de policía de Vancouver. ''Ibamos esposados y, aunque uno de los policías intentó ponernos los cinturones de seguridad, el otro nos los retiró. Ya para esa hora lo que deseábamos era dormir''.

Jorge cuenta que ''lo peor'' vino al llegar a la estación policiaca: ''Nos metieron a un cubículo de acero que olía a orines. Ahí nos volvieron a revisar, nos desnudaron, nos quitaron todo menos los calzones y pensé que me iban a meter el dedo por el ano, porque los policías se colocaron unos guantes de látex. Cada acción era una incertidumbre. Nos volvieron a interrogar, nos ficharon con fotos de perfil, de frente y hasta de nuestras cicatrices''.

Sólo les dieron un par de emparedados, un jugo y una naranja, lo que fue su primera comida en horas, para después encerrarlos en celdas. A la mañana siguiente fueron conducidos de regreso al aeropuerto, nuevamente esposados y sin zapatos, con el rostros desencajado por el cansancio y la tristeza.

''Fue humillante atravesar el aeropuerto esposados y descalzos; todas las personas se nos quedaban viendo feo y nos sentimos de lo peor''. En su retorno a la terminal aérea volvieron a ser sujetos a revisión y ''migración no se nos despegó en ningún momento, nos acompañaron hasta la puerta del avión''.

''Vuelvan cuando gusten''

A diferencia de sus dos compañeros, Jorge entablará las denuncias correspondientes ante la cancillería mexicana y la embajada canadiense en México, además de que acudirá a diversas organizaciones de defensa de los derechos humanos ''para que esto no se quedé así. Desearía una disculpa y al menos que me regresen el costo de mi boleto (790 dólares), pues trabajé y ahorré un año para este viaje''.

Finalmente Jorge recuerda que los policías insistían en todo momento y hasta lo último en que ''no éramos deportados de Canadá, que sólo se nos había negado la entrada, pero que podíamos regresar cuando quisiéramos''.

 
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