Usted está aquí: domingo 1 de julio de 2007 Espectáculos Cinopsis

Cinopsis

Jaime Avilés

Hollywood: amenaza mundial

Distribuidores estadunidenses acaparan la cartelera nacional

Ampliar la imagen Las superproducciones tienen sus horas contadas, afirma el cineasta alemán Werner Herzog Las superproducciones tienen sus horas contadas, afirma el cineasta alemán Werner Herzog

DURANTE UNA REUNION secreta que sostuvieron no hace poco en algún lugar de Estados Unidos, los distribuidores cinematográficos de Hollywood aprobaron un plan para destruir a la humanidad. Testigos que participaron en la conjura, pero que se arrepintieron después, dieron a conocer lo anterior y proporcionaron detalles para demostrar la veracidad de sus afirmaciones. "Si lo dudas -me dijeron--, asómate a las páginas de la cartelera de hoy o de la semana pasada, o del 25 de mayo." (Hágalo usted también, antes de continuar la lectura de estas líneas.)

¿VERDAD QUE SI? La confabulación es evidente y su propósito criminal por demás, obvio: matar al público aficionado al cine, con tal de acabar con los vendedores de copias piratas.¿Cómo pretenden alcanzar tan siniestras metas? Fácil: proyectando la misma película en todas las pantallas de la Tierra para desencadenar suicidios masivos en proporciones nunca antes vistas.

SEGUN LAS FUENTES, aunque todavía se encuentra en estado embrionario, la idea arriba citada podría dar origen a la última película de la historia, ya que luego de que se hayan filmado los tramos correspondientes al planteamiento y desarrollo de la trama, el desenlace podría ser transmitido en vivo al mismo tiempo que suceda en la vida real, cuando multitudes exasperadas por la falta de alternativas a la única oferta de la cartelera se autoinmolen colectivamente, dando libre cauce a los recursos de su indomable pero proscrita imaginación.

SEA VERDAD O mentira esa razonable pesadilla, que no deja de constituir una latente amenaza, lo cierto es que en estos momentos los distribuidores cinematográficos de Hollywood han logrado ya que desde Galway, en el oeste de Irlanda, hasta Vladivostok (en el extremo oriental de Rusia, sobre la costa del Pacífico), y desde Cádiz, en Andalucía, hasta Vardó, en el norte de Finlandia -lo que abarca toda Europa--, así como desde Tánger, en Marruecos, hasta Estambul, en Turquía (lo que incluye todos los países de la ribera sur del Mediterráneo), y desde el norte de Alaska hasta el sur de Argentina -lo que comprende todo el continente americano--, y desde luego en todas las ciudades de Oceanía, y también de Sudáfrica, que la gente únicamente pueda ver, quiéralo o no, como está ocurriendo ahorita mismo aquí en México, sólo dos películas: la tercera parte de Shrek y la segunda de Los cuatro fantásticos.

DURANTE UNA ENTREVISTA que le hice en noviembre de 2003, en Morelia, Werner Herzog me dijo que "gracias a la piratería", las superproducciones de Hollywood tenían los años contados: "los estudios dejarán de invertir miles de millones de dólares en proyectos que no van a recuperar porque las ventas de copias clandestinas en las calles les recortarán sensiblemente las ganancias". Si el creador de El enigma de Kaspar Hauser estaba en lo cierto, como todo así lo indica, lo que está sucediendo hoy, y que empezó la última semana de mayo pasado con el estreno universal de Los piratas del Caribe en el fin del mundo es la desesperada respuesta de la industria cinematográfica estadunidense a la guerra que han declarado en su contra los distribuidores ilícitos y sus ejércitos de vendedores pobres.

PERO CON ESTA imposición dictatorial (proyectar sólo dos películas en la mitad de la Tierra), Hollywood también defiende su hegemonía territorial mientras sus grandes competidores, las industrias cinematográficas de China e India, abastecen un mercado que en conjunto suma algo más de 2 mil 400 millones de personas --mil 400 millones de chinos y mil millones de hindúes, que representan a más de 40 por ciento de los 6 mil millones de habitantes de la Tierra--, al que deben agregarse los espectadores que en todo el continente asiático prefieren las incesantes producciones de Japón y Corea del Sur. Lo peor del caso es que Hollywood seguirá adelante con su monstruoso experimento, cuando en las próximas semanas todos los cines de la mitad del mundo proyecten, en ese orden, la tercera de George Clooney sobre los asaltantes de casinos, la enésima de Harry Potter y la primera de los Simpson. ¿Y las nuevas de Michael Moore y Terry Gilliam? Qué esperanzas.

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