Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de julio de 2007 Num: 643

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Los alzados
(farsa edificante)

JUAN TOVAR

La casa de Watanabe (1946-2007)
MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

Huysmans y la cuadratura del círculo
ANDREAS KURZ

Heráldica de Conquista
RICARDO BADA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Jorge Moch
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Notitas violentas

Es cosa natural que la violencia, apoyada en el morbo, venda porque nos encantan bronca, persecución o sangre ajenas aunque sean falsas. Como el dinero es el verdadero dios del mundo, la violencia forma parte importantísima de la economía: vastas industrias de medios, amén de las factorías del armamento, hacen de la violencia su principal mecenas. Cotidianas muestras de estos aforismos tontos pero certeros las tenemos todos en cada una de nuestras respectivas historias. Si ayer los principales vehículos de esa violencia presentada como producto o subproducto atractivo para la atrabiliaria naturaleza del consumidor fueron el libro, la radio, el cómic y la prensa escrita, luego el cine, hoy éste compite y comparte preponderancias con la televisión y los videojuegos. Pero es sin duda la televisión, contradiciendo a bien intencionados y pacíficos semiólogos, el medio masivo que más violencia reproduce, inventa, acarrea y desgraciadamente engendra.

Entra en buena medida la violencia en esa ávida esponja que es la mente de los niños por la televisión. Hoy representan una contradictoria rareza los programas y mucho más los canales que no ofrecen a la hipnotizada mirada infantil una escena claramente violenta. Prácticamente todos los programas de la televisión, y desde luego –o particularmente– de la televisión orientada a ese sector infantil contienen altísimas dosis de salvajismo, desde la brusquedad verbal de una discusión, un desprecio, un insulto o una amenaza hasta la agresión explícitamente física: bofetada, balazo, rayo paralizador. Donde ayer nos divertíamos con la Señorita Cometa, hoy disparan galvánicas patadas voladoras los Power Rangers.

La violencia como condición narrativa va segmentando entonces a su público, desde series de dibujos animados que hoy son clásicos del género, como caricaturas del Pato Donald o cualquier episodio de Tom y Jerry hasta elaboradas, carísimas e hiperrealistas producciones extranjeras de corte bélico, como Band of Brothers, o de género policíaco, como Los Soprano o The Wire (en esta última, por ejemplo, hace poco pudimos ver cómo un matón asesina a un hombre a golpes, tal que se tratara de una secuencia pautada por Gaspar Noé, director argentino de esa impresionante película gala, violenta hasta la exasperación, Irreversible); la violencia y el dinero en que invariablemente se traduce, que no el entretenimiento ni la información, parecerían conformar ya el espíritu directriz de la industria.

La telenovela mexicana, por ejemplo, dirigida a las amas de casa, fundamenta su existencia básicamente en la violencia disfrazada de amoríos mal o indebidamente correspondidos; en las reacciones humanas a la traición y la intriga, siempre violentas, siempre altísonas al grado de que la telenovela, con su lamentable grado de penetración, ha sido escuela para innúmeros pleitos de familia o vecindad.

Espeluznante resulta, sin embargo, que actualmente los programas más violentos de la televisión son los noticieros, porque es cosa habitual que nos presenten noticias, comentarios e imágenes de asesinatos en la vía pública: ejecuciones, mutilaciones, decapitados, secuestros y secuestradores, desaparecidos y levantones, asaltos violentos, y encima la puntilla internacional de este o aquel encontronazo entre invasores gringos y la resistencia iraquí, o entre las facciones fundamentalistas en Palestina o Líbano, y gradualmente nuestros niños y los niños de muchos otros países han ido asimilando la vuelta a la barbarie: que basta sentirse marginado o maltratado por alguien, sentir que es uno hecho a un lado por ser coreano, darqueto o ñoño, para que un día se le salga el diablo de la barriga y se ponga en plan vindicativo a cercenar vidas con una precisa pistola ametralladora Heckler & Koch calibre nueve milímetros. Demasiados chamacos del mundo consideran ya al temible cuerno de chivo la mejor herramienta argumental para zanjar cualquier disenso con el prójimo. Demasiados parecen querer satisfacer el inaplazable deseo de su traqueteo letal entre las manos y cualquiera diría, profundamente misantrópico y sin dar razón tampoco a perversos creacionistas, que efectivamente Darwin estaba equivocado, iluso, hechizado con su propio espejismo, porque el hombre nunca evolucionó, sino que simplemente ha ido sofisticando la tesitura de la barbarie y no hemos hecho más que trucar la quijada de burro por un erre quince con lanzagranadas. Con los más altos índices de teleaudiencia en la historia de los medios, eso que ni qué.