Usted está aquí: martes 3 de julio de 2007 Opinión Patrimonio de la humanidad

Javier Flores

Patrimonio de la humanidad

Hay dos consecuencias trascendentes en la decisión tomada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) de incluir a Ciudad Universitaria como parte del patrimonio cultural mundial. La primera es que con ello México está comprometido a preservar ese conjunto arquitectónico, que no es solamente un grupo de edificaciones con valor incalculable, sino la casa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La segunda es que esa protección queda ahora bajo la mirada y el respaldo de la comunidad internacional.

Para la UNESCO, la herencia cultural es un legado irremplazable, una fuente de vida e inspiración para la humanidad. En noviembre de 1972, durante la 17 reunión celebrada en París, el organismo aprobó la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, a la que se adhirió nuestra nación en febrero de 1984. A partir de entonces, nuestro país ha ingresado a la lista mundial con 27 sitios de valor universal excepcional. El más reciente, aprobado en la reunión del Comité del Patrimonio Mundial, celebrada hace pocos días en Christchurch, Nueva Zelanda, es Ciudad Universitaria.

Se trata de un reconocimiento realmente muy importante: "Patrimonio de valor universal excepcional" que mueve a múltiples reflexiones. Es un logro de todos los mexicanos. La construcción de Ciudad Universitaria, entre 1949 y 1952, es sin duda uno de los mayores proyectos realizados en la historia del país para impulsar la educación, la ciencia y la cultura. Revela que en el ánimo de los mexicanos había en ese entonces un interés mayúsculo por impulsar estas actividades. Se pusieron en juego las ideas de los mejores hombres y mujeres de esa época, participaron los más grandes arquitectos, ingenieros y artistas, con el respaldo decidido del gobierno, para crear un sitio excepcional que pudiera albergar a los jóvenes que serían los profesionistas del mañana y en el que se cultivaran, en las mejores condiciones posibles, las ciencias, las humanidades y las artes. Significó una definición de las bases indispensables en las que debería apoyarse el futuro de México.

No me voy a referir, por ahora, a la enorme distancia que existe entre esos mexicanos visionarios y la estrechez de miras de los gobernantes actuales. La decisión tomada por la UNESCO es motivo de alegría y orgullo nacional, tanto que no quiero echar a perder con comparaciones... Desde el momento de su construcción, el cuidado y la preservación del campus central de la UNAM ha sido tarea de varias generaciones. Diferentes administraciones, rectores, autoridades, profesores e investigadores, estudiantes y trabajadores han cumplido con la responsabilidad de cuidar esta casa que es de todos. Han enfrentado todos los riesgos, como el ingreso de soldados y tanques del Ejército en 1968, que ya habían destruido, con el disparo de una bazuka, otra joya: la puerta principal de la preparatoria de San Ildefonso. Los universitarios se han encargado de que la irracionalidad no tenga cabida en lo que ahora es un patrimonio de la humanidad.

Si bien el cuidado de Ciudad Universitaria ha sido tarea de muchos mexicanos, no debe regatearse el mérito al rector Juan Ramón de la Fuente, quien ha guiado los esfuerzos para lograr su inclusión entre los sitios que forman parte del patrimonio cultural de la humanidad. La idea es realmente notable, pues está orientada a garantizar la protección de Ciudad Universitaria y vuelve a poner en el centro de la atención mundial a la UNAM. La convención creada por la UNESCO y la adhesión de México a ella implican, como ya se dijo, responsabilidades para el gobierno, compartidas por la comunidad internacional.

En ese sentido, la convención establece en su artículo 4: "Cada uno de los Estados partes en la presente convención reconoce que la obligación de identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en su territorio le incumbe primordialmente. Procurará actuar con ese objeto por su propio esfuerzo y hasta el máximo de los recursos de que disponga..."

Respecto de la participación de la comunidad internacional, la convención considera que: "... ante la amplitud y la gravedad de los nuevos peligros que les amenazan (a los sitios que son patrimonio de la humanidad), incumbe a la colectividad internacional entera participar en la protección del patrimonio cultural y natural de valor universal excepcional prestando una asistencia colectiva que sin remplazar la acción del Estado interesado la complete eficazmente".

En otras palabras, con la iniciativa del doctor De la Fuente, respaldada por la UNESCO, queda garantizada la preservación y cuidado de la Ciudad Universitaria y de la UNAM, tarea a la que está obligado el Estado mexicano, bajo la mirada vigilante de todas las naciones del mundo.

 
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