Usted está aquí: martes 3 de julio de 2007 Opinión Cosas del Futbol

Josetxo Zaldúa

Cosas del Futbol

Cero y van dos. Contra todo pronóstico pesimista, tan común en este nuestro lar, Hugo Sánchez y los suyos ganaron a Ecuador y se clasificaron a la siguiente ronda de la Copa América. El Tri cuajó nuevamente una buena actuación. Demostró que el partido contra Brasil no fue flor de un día. Otra vez primó el equipo: no estaba Guillermo Ochoa, sino Oswaldo Sánchez, pero sí estaban Rafael Márquez, Gerardo Torrado y Nery Castillo. De manera que no importa quién esté bajo los tres palos: los dos arqueros son excelentes.

No hay equipos chiquitos. Sobre el papel, en esa cosa que llaman teoría, sí existen. Pero sobre el terreno de juego las diferencias se difuminan crecientemente. Y pasa lo mismo con la integración racial de las selecciones de futbol. Europa, Canadá y Estados Unidos son muestra fehaciente de esa realidad.

Con todo y que el racismo en el deporte está lejos de desaparecer, cierto es que no es poco el terreno ganado a la intolerancia. Por ello reconforta ver que selecciones como las de Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, España y Portugal, por mencionar algunas, son cada vez más multirraciales.

Ese es un paso más en la esforzada pelea que mujeres y hombres dan en todo el planeta por la diversidad, por la igualdad de géneros, por la desaparición del racismo, tan enraizado éste en México. Quien se atreva a decir que en nuestro país el racismo es cosa del pasado miente descaradamente.

Los blancos mexicanos, salvo honrosísimas excepciones, hacen gala de un racismo aterrador y digno de la peor de las condenas.

Claro, otra vez topamos con las formas: pero tales formas estallan cuando chocan con la realidad. Basta ver la publicidad que despliegan los anunciantes en las televisoras más vistas del país. Puro blanquito, pura blanquita. Lo mestizo, lo negro, no tiene cabida en los dizque creativos de la publicidad. El mundo, según ellos, es de los blancos -en realidad son rosados y un tanto aguados-: ellos son los del poder adquisitivo, los del glamour. Claro, a menos que se llamen Tiger Woods o Serena Williams.

Se puede contar con los dedos de una mano los países menos racistas de América: no está en la clasificación Estados Unidos, tampoco México. Pero el deporte ha demostrado ser un excelente vehículo para que, así sea lentamente, muchas personas entiendan que sin color no hay vida.

Y el racismo y la xenofobia van de la mano. Hugo Sánchez no es ajeno a ello. Fue maltratado en España pese a su aplastante efectividad. Por ello sorprende su actitud xenófoba; además, su segundo, Egea, es argentino. No estaría de más que el Pentapichichi hiciera examen de conciencia al respecto. No vaya a ser que le recuerden su chaparrez y su negritud. ¿O qué?

 
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