En el primer aniversario del 2 de julio persiste la rivalidad entre Espino y Calderón
AN, por una renovación de liderazgo sin fracturas
Inmerso en una intensa disputa de las corrientes por el control del partido, Acción Nacional llegó al 2 de julio con el desafío de resolver la elección de su dirigente sin provocar fracturas y con la necesidad de definir la relación que debe mantener con el gobierno de Felipe Calderón.
Envalentonado tras obtener la Presidencia de la República en las polémicas elecciones de 2006, el PAN va por el Distrito Federal y el estado de Michoacán, tradicionales bastiones del PRD, sin importar el reciente fracaso en Yucatán, donde no pudo retener la gubernatura.
Empeñado en lograr la aprobación de las llamadas reformas estructurales, parece volver al esquema de las concertacesiones originadas en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, afirman los analistas políticos, y citan como primer caso precisamente el de Yucatán, y un segundo probable, el de Baja California, donde el tribunal electoral local revocó el registro de Jorge Hank Rhon como candidato del PRI a la gubernatura.
Ante este panorama, el blanquiazul se aleja de lo que alguna vez fue la pretensión de Felipe Calderón de colocarse en el centro, para entronizarse en la derecha y por momentos en la ultraderecha, al encabezar la lucha contra la despenalización del aborto.
Pero de lo que sucedió en el PAN en los últimos 12 meses, quizá lo que más ha destacado es la disputa por el control del partido que sostienen Felipe Calderón y el dirigente Manuel Espino, enfrentamiento que se ha traducido en declaraciones públicas y en la ya famosa rechifla contra el duranguense en la reciente Asamblea Nacional.
Por los resultados obtenidos en esa reunión, la partida la van ganando los calderonistas, quienes se adjudicaron 65 por ciento de los espacios del Consejo Nacional, pese a las graves denuncias de que dicha corriente usó la estructura gubernamental en favor de sus candidatos a consejeros.
El descalabro para el actual jefe panista fue de tal magnitud que no pudo colocar en el consejo -organismo que elegirá al próximo presidente del blanquiazul- a cercanos colaboradores, como Enrique Navarro y Fernando Palma, integrantes de su Comité Ejecutivo Nacional, mientras los calderonistas ubicaron a sus principales líderes en los primeros lugares de la lista de consejeros electos. Fue el caso de César Nava, secretario particular del jefe del Ejecutivo y uno de los mencionados para dirigir el instituto político.
A los encontronazos por la disputa del PAN se han sumado los diferendos por el activismo del ex presidente Vicente Fox y sus continuos planteamientos en política exterior que han obstaculizado los intentos de la nueva administración federal por recomponer los nexos diplomáticos con Venezuela.
Por ejemplo, en abril pasado el guanajuatense dijo que iría en su caballo a salvar a Venezuela de la garras de (Hugo) Chávez. El presidente del país sudamericano respondió que Fox, José María Aznar, ex jefe de gobierno español, y Alejandro Toledo, ex presidente de Perú, eran un grupo de "babosos que se arrastran ante el imperio. Andan por el mundo atacándome porque necesitan dinero, ya que se les acabó la teta". Como se esperaba, se enojaron los espinistas, quienes defendieron a Fox, mientras los calderonistas les ofrecieron un tibio apoyo.
Junto a esta declaración se encuentra la confesión de Fox de que perdió la lucha por el desafuero del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, pero 18 meses más tarde se desquitó cuando ganó su candidato (Calderón) las elecciones presidenciales de 2006.
Ante el activismo del ex mandatario, el PAN enfrenta el reto de definir cuál debe ser el papel de los ex presidentes, así como la relación que tiene que existir entre el partido y el gobierno federal emanado de sus filas. Hay dos alternativas: subordinarse a la administración o apoyarla, pero manteniendo la autonomía del instituto político, refieren los propios panistas.