Usted está aquí: jueves 5 de julio de 2007 Opinión Nezahualcóyotl

Olga Harmony

Nezahualcóyotl

La Máquina del Teatro está formada por Juliana Faesler y Clarissa Malheiros, quienes para sus escenificaciones invitan a otros actores y actrices, sobre todo jóvenes con mayor o menor trayectoria. Ahora presentan Nezahualcóyotl con texto de Juliana Faesler en colaboración con la compañía, lo que hace suponer que se fue construyendo con ideas e improvisaciones de los actores participantes. Como en la mayoría de las propuestas de Faesler, la creación escénica priva sobre la narración dramática, pero el resultado es, a mi entender, el más logrado por la teatrista. Si el nombre de Nezahuacóyotl tiene para nosotros el doble significado de la historia del rey poeta y del municipio mexiquense –sin olvidar la sala de conciertos en el Centro Cultural Universitario y los billetes de 100 pesos– la autora juega con todos sus significados en esta “Ecuación histórica de memoria y tiempos”, primera parte de una trilogía que tiene preparada.

En estos tiempos en que existe la tendencia de privar a los escolares, en los planes de estudio prevalecientes, de gran parte de su historia, resulta de primera importancia volver a la memoria de lo que somos a través de los contrastes entre el esplendor pasado gracias al rey justo de Texcoco y la precariedad de vida de grandes sectores de la población, sin intentar maniqueísmos de ninguna especie, con el humor presente, por ejemplo, en los consejos que se le hacen a Nezahualcóyotl al asumir el trono. La historia antigua empieza desde la muerte de Ixtlixóchitl a manos de Tezozómoc, rey de Azcapotzalco, y la huida del príncipe destronado –lo que lleva la mayor parte del tiempo– y sus batallas hasta reconquistar el trono. Se hacen presentes los dioses Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, pero lo más interesante es la leve presencia, un poco como fantasmas del presente, de habitantes de la llamada Ciudad Neza –como sería Clarissa Malheiros como vieja con delantal de ama de casa de clase media baja y otros atisbos– hasta llegar a la fundación del municipio y la escena del microbús, en que se recita algún poema del rey poeta, entreverados siempre con la historia de Nezahualcóyotl, que culmina con su asunción al trono.

En una escenografía de la autora y directora consistente en seis bloques rectangulares ligeramente inclinados, se va desarrollando la acción con el elenco que incorpora varios roles. Todos son, en un momento dado, Nezahualcóyotl, aunque casi siempre éste es interpretado por Diana Fidelia, todos son dioses o enemigos en una realidad cambiante que exige gran precisión por parte de los actores, en un ritmo acelerado que por momentos se detiene para ofrecer algún monólogo, como los de la actriz mencionada o de Roldán Ramírez. La salida del príncipe del templo que lo resguarda, dado por una especie de parto por la falda de Clarissa Malheiros –quien de alguna manera aparece como la conductora del conjunto– contrasta con las traviesas alusiones a la sala de conciertos (“aquí a la vuelta”) cercana al teatro en que se escenifica y la mención del billete de 100 pesos dará pie a las escenas del municipio conurbado, con lo que los tiempos se entretejen y al mismo tiempo se dan algunas rupturas casi brechtianas. Esto último apoya la lectura del texto que invita, sobre todo, a reflexionar en el lastimoso presente de mucha gente, no sólo de Ciudad Neza tomada como ejemplo, en contraste con la historia de un rey justiciero del pasado, muestra del deber ser de todo gobernante. Se trata de un texto y un montaje de clara intención social y política como lo hacen ver las declaraciones de la autora en entrevista con Carlos Paul para La Jornada y como se desprende del hecho escénico mismo, al mismo tiempo que es el inicio de una búsqueda de nuestra identidad cultural, lo que no se puede hacer sin analizar pasado y presente.

El vestuario de Edyta Rzewuska no es fiel a los cánones de lo usado en tiempos prehispánicos, pero la estilización concuerda con esa mezcla de tiempos que propone la autora, así como los tocados de Sebastián Romo –el de Huitzilopochtli es de globos alargados– y los ritmos y danzas prehispánicos con asesoría de Luis Felipe Bautista en contraste con la expresión corporal de los actantes en la escena del micro. Se contó con la asesoría en historia de Berenice Alcántara, el diseño sonoro de Bishop y Jesús Domínguez, la colaboración de Gerardo Trejoluna, la realización del bello títere de Fernando García Ortiz y completan el reparto, además de las actrices y el actor mencionados, Natyeli Flores y Alam Sarmiento.

 
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