Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de julio de 2007 Num: 644

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Víctor ríe fácil
MARTÍN LOZANO

Buenas noches
TASOS LIVADITIS

Violencia sexual: hablan ex presas políticas
COLECTIVO EL LEGADO DE
LAS MARIPOSAS

Sobre un tema de Azorín
LEANDRO ARELLANO

Nueva soledad europea
ILÁN SEMO

Medio siglo de
Operación Masacre

MARCO ANTONIO CAMPOS

Lector de diccionarios
RICARDO BADA

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Columnas:
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Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

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Entrevisiones de lo femenino (I DE IV)

En los alrededores del tránsito del siglo XIX al XX, la literatura mexicana produjo una serie de protagonistas femeninas que mostraron una nueva estrategia de acercamiento al contundente misterio de la mujer, pero en el que se traslucieron dos posiciones muy antagónicas: la de los narradores, quienes a pesar de una mayor liberalización en el tratamiento del tema, siguieron condenando moralmente los intentos de las protagonistas por tomar decisiones respecto a su sexualidad, su destino o sus libertades personales; la de los poetas, quienes desencadenaron por completo el cuerpo de la mujer con miradas no exentas de morbidez, pero en las cuales se dejaba ver una erotización del mundo femenino donde las nociones de culpa y pecado dejaron de ser la constante del punto de vista del autor: las suyas fueron protagonistas mucho más libres y desinhibidas, dueñas de sus cuerpos y su vida sexual, personajes fundadores del erotismo en la literatura mexicana.

Un acercamiento a los umbrales de este tema será una rápida visita a esa cronología dilatada entre 1890 y 1916, desde la publicación de La Calandria, de Rafael Delgado, hasta "Ante el ara", soneto que forma parte del conjunto de doce poemas titulado Caro victrix, de Efrén Rebolledo. El paseo incluye "Cleopatra", de Salvador Díaz Mirón (el poema fue publicado en El Orden, en 1900, y no fue incluido en Lascas), y otros tres destinos significativos: el poema "Misa negra", de José Juan Tablada (publicado en El País, el 8 de enero de 1893, y luego recogido en El florilegio, de 1899, en la sección Hostias negras); Santa, de Federico Gamboa, de 1903; y María Luisa, la primera novela de Mariano Azuela, de 1907.

Las escuelas en las que se inscribieron los novelistas y los poetas explica parcialmente sus posiciones morales e ideológicas respecto al tema femenino: los tres novelistas compartieron, con matices, diversas posiciones del realismo y el naturalismo respecto a la interpretación del entorno, si bien no siguieron a Zola en todos sus determinismos (aunque Delgado y Gamboa parecieran los más convencidos respecto a las tesis que el doctor Barnard difundió sobre la herencia), y resulta casi inevitable percibir desde el principio cómo Carmen, Santa y María Luisa seguirán los pasos prefijados por protagonistas como la otra Carmen (la española, de Merimée), Emma Bovary, Marguerite Gautier y Naná, y compartirán con ellas sus miserables destinos: la muerte violenta, el suicidio, la pérdida de la belleza y el respeto social, la enfermedad o la demolición de sus impulsos contestatarios, si los hubieran tenido.

En cambio, los poetas provenían del simbolismo y el parnasianismo franceses, desembocados en el modernismo mexicano, cuyas premisas respecto a la belleza y la erotización de la misma ya no tenían puntos de contacto con el moralismo sostenido por autores como Zola, no obstante el atrevimiento de las descripciones naturalistas. Aparte de la búsqueda de imágenes casi asépticas de la belleza (tanto paisajística como corporal), en lo cual se palpa un impulso parnasianista, los poetas mexicanos también buscaron dotar a la mujer y su cuerpo de una carga erótica que los textos de Manuel M. Flores apenas habían atisbado en Pasionarias.

No buscaré rastros del feminismo o de un cambio de conducta en la mujer a partir de las novelas y los poemas, sino mostrar que, de manera coincidente, la novela tendió a mirar a la mujer de un modo ortodoxo, tanto en su estatus moral como social, no obstante los atrevimientos descriptivistas de los narradores, de manera que siempre existió en el género narrativo del momento una reprobación tácita de los impulsos femeninos cuando éstos transgredían los mandatos de su entorno, mientras que en la poesía, también de manera coincidente, los poemas ofrecieron las imágenes de mujeres transgresoras, desnudas, desinhibidas, erotizadas y erotizadoras, lo cual no ignora el hecho de haber sido compuestos por hombres, es decir, que la mirada que se tendió sobre ellas es masculina, así sea desprejuiciada, así manifieste un oculto deseo subyacente de que las mujeres se desnuden para satisfacer el placer del otro sexo, de manera un tanto "alevosa", "sospechosa". Como entre ambas maneras de mirar podría establecerse un sistema de juicios propios del siglo XXI, con categorías contemporáneas que rebasarían las intenciones de los autores, me atendré a lo que esas miradas traslucen en los textos sin buscar una interpretación de intenciones "misóginas".