Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de julio de 2007 Num: 644

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Víctor ríe fácil
MARTÍN LOZANO

Buenas noches
TASOS LIVADITIS

Violencia sexual: hablan ex presas políticas
COLECTIVO EL LEGADO DE
LAS MARIPOSAS

Sobre un tema de Azorín
LEANDRO ARELLANO

Nueva soledad europea
ILÁN SEMO

Medio siglo de
Operación Masacre

MARCO ANTONIO CAMPOS

Lector de diccionarios
RICARDO BADA

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Germaine Gómez Haro

Piedras de sombra y Porcelana Zen.
La cerámica de Hugo X. Velázquez

No escuches con tus oídos, sino con tu Espíritu,
No escuches con tu espíritu sino con tu Aliento.
Sólo el aliento que es vacío puede apropiarse
de los objetos exteriores.

ZHUANGZ
I

En la estética Zen, el vacío es el punto de partida, el objetivo y el medio que busca despertar en el hombre su conciencia dormida mediante juegos poéticos y paradójicos. A partir del vacío, todo lo existente se convierte en absoluto. El Japón antiguo, con su enseñanza Zen y su filosofía del Taoísmo, descubrió que lo que había en una taza vacía era más preciado que lo que había en la llena. Las obras más representativas del Zen reducen los elementos formales a la mínima expresión a favor de una imagen limpia y condensada en la que el vacío se convierte en una inmensa presencia. Mientras el artista occidental busca representar las presencias, el oriental intenta presentar las ausencias. Los artistas japoneses practicaron esta filosofía como vehículo para alcanzar la liberación espiritual. "El Zen es una mirada intuitiva al corazón mismo de la realidad", escribió el pintor Sin-Hao.

Desde finales de los años treinta, la influencia del Zen se hizo presente en diferentes ámbitos de la cultura occidental, como la pintura, la música, la filosofía y la ciencia. En esos tiempos de profunda crisis existencial, el Zen representó para muchos una opción liberadora. Numerosos artistas se sintieron atraídos por el pensamiento y el arte oriental, en su búsqueda por encontrar nuevas vías para vincularse con la realidad, y una nueva posibilidad de hacer dialogar el ser interno con el caótico mundo exterior. En algunos casos bien conocidos, las interpretaciones fueron afortunadas, como se percibe en Miró, Mark Tobey, Morris Graves, Jackson Pollock o De Kooning. En música, hay huellas muy tangibles en la innovadora creación de John Cage. Una de las grandes aportaciones del Zen al arte moderno fue el concepto del vacío, el cual, como idea o como forma, determinó toda una corriente estética en el arte del siglo XX.


Pañuelo doblado mediano 2

Actualmente se presenta en la Casa Lamm el trabajo reciente de Hugo X. Velásquez (México, D.F., 1929), considerado uno de los más destacados exponentes de la cerámica mexicana contemporánea. Velásquez fue uno de los primeros artistas que trabajó el stoneware (cerámica de alta temperatura) en nuestro país, a principios de los años sesenta, técnica que aprendió en Nueva York en dos de los talleres de cerámica más prestigiados, el Greenwich Pottery House y el de Karen Karnes y M.C. Richards, en Stony Point. Allá conoció y tuvo la oportunidad de ver trabajar al gran Peter Voulkos, quien, a decir del mexicano, "es el Picasso de la cerámica". En la muestra titulada Piedras de sombra y Porcelana Zen se presentan sus esculturas recientes, las cuales revelan su búsqueda de una síntesis formal en un lenguaje muy personal que ya es plenamente reconocible y fiel reflejo de la frescura, espontaneidad y ludismo que caracterizan su personalidad. Elementos como el vacío y la paradoja son una constante en la obra de Hugo X. Velásquez. Bruscos y sutiles contrastes de lleno y vacío, presencias y ausencias, reposo y movimiento, control y libertad, azar y precisión, se alternan en su lenguaje cerámico como las notas improvisadas en la poética del jazz. Su arte es una sucesión de paradojas que se integran suave y armoniosamente y remiten al gran "vacío pleno" del Zen. En su proceso creativo, Hugo se deja llevar por el ritmo de la cadencia en un fluir sin conciencia en el que lo interno y lo externo no están demarcados por una frontera precisa. Quizás, también, sus tiempos interiores tengan algo que ver con la filosofía oriental: sus manos acarician suavemente la arcilla, modelan o improvisan sutilmente, sin prisas, y su paciencia es condescendiente con los tiempos del barro y del fuego. "En la cerámica no hay atajos", se repite Hugo cada vez que enciende el horno cargado de piezas. La espera significa a un tiempo ansiedad y goce, como sucede con el ser amado.

Cada pieza de Hugo X. Velásquez es una incursión hacia tierras desconocidas, un viaje por el territorio de lo posible recorriendo caminos de incertidumbres. Hugo contempla el mundo con una mirada azul y transparente que sabe aprehender el vacío y plasmarlo mediante ritmos Zen que marcan el imperceptible equilibrio entre espacio y materia. No hay artificio ni accidente, sino la presencia del azar que guía el devenir de una pieza desde las delicadas manos del creador hasta el gesto primordial del fuego que suspende el movimiento del cuerpo cerámico para siempre. Las obras de Hugo X. Velásquez son una suerte de frágiles suspiros detenidos en un instante fugaz.