Usted está aquí: lunes 9 de julio de 2007 Opinión Siete de julio

JOSÉ CUELI

Siete de julio

En la hora grave de la partida del primer encierro tras el tradicional chupinazo por la calle de la Estafeta rumbo a la plaza de toros de Pamplona, más propicia a la meditación de este pueblo tranquilo que al enfrentamiento a la muerte, en medio de un desmadre generalizado.

El espíritu se siente súbitamente invadido por los fantasmas del pasado, presentes como testigos invisibles de la locura colectiva de los pamplónicas, transmitida vía la televisión a todo el mundo.

Al fin la vida esta íntimamente ligada a la muerte y el correr delante de los toros representa el trascenderla, en un constante crear y destruir con la ilusión de un algo que nunca llega y nos lleva a repetir.

No ha podido el “progreso” acabar con la tradición Navarra. Rincón en el tiempo y el espacio, en que el ensueño se abre sobre el ministerio. Pamplona recibe visitantes de todo el orbe por el mero placer de recoger impresiones nuevas. Lo exótico de sus correrías con los mozos sorteando las embestidas y cornadas de impresionantes toros –ayer los Miuras, anteayer los de Dolores Aguirre– donde lo exótico es casi siempre el lumbral de lo misterioso con los heridos en la sala de la muerte.

Ese misterio de la cercanía con la muerte cubierto por el desmadre, el vino que hace subir y bajar la tensión, la sangre que da bárbaros fermentos, el ajo arriero y el chorizo que organizan otras ferias en el tubo digestivo, urinario, genital, con labios avinados traga humo que arman la bullanga y el jaleo. Los mozos embebidos en el vino y lo erótico al convertir la farra en el espectro de la muerte que, acecha al acercarse la madrugada, dándole la más intensa emoción cuando un nuevo encierro busca la ingle de los toreros ocasionales y se despliega el misterio de la vida-muerte. A fin de cuentas el destino del ser humano. Tan es así, que las carreras por las losetas adoquinadas húmedas ensombrecen las faenas de los toreros en el caso.

Así sea la maestría de Pablo Hermoso de Mendoza que bordó el toreo a caballo frente a sus paisanos y queda relegado a un segundo plano.

En tanto, seguirá la semana de jolgorio y los jóvenes toreros triunfadores tratando de imponerse a ese algo que se escapa.

 
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