Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de julio de 2007 Num: 645

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

De islas y ballenas
NATALIA NÚÑEZ SILVESTRI

La decisión
MANOLIS ANAGNOSTAKIS

Giordano Bruno y el arte de la memoria
MARÍA LUISA MARTÍNEZ PASSARGE

Las claves de la obra de Borges en su vida
CARLOS ALFIERI entrevista con EDWIN WILLIAMSON

Las muchas Fridas
GABRIEL SANTANDER

El Berlín de Frida
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Galería
RODOLFO ALONSO

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
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Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
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AJUSTE DE CUENTAS

JOSÉ ÁNGEL LEYVA


Eduardo Moshes,
Susurros de la memoria,
Conaculta, Práctica mortal,
México, 2006.

Si algo mueven los recuerdos en el terreno sensorial de un texto poético son las sinestesias. Vemos sonidos, escuchamos aromas, olemos voces, tocamos luces y colores, degustamos atmósferas y movimientos temporales. Esa inmensa red sensitiva que se teje para atraer el tiempo perdido, historia que se toca con la honda navegación del inconsciente. El poeta se planta en los dominios de la palabra, en su capacidad de nombrar y de reinventar la realidad. Eso que para Lacan es por definición insoportable, lo mismo que para el rey Edipo, quien prefiere sacarse los ojos para no ver el escenario de los hechos. Claro, los ojos podrán estar apagados, pero no la mente.

Eduardo Mosches tira una hebra que lo conduce al otro Mosches, al hijo y al padre, al ayer y al devenir constante. Jorge Eduardo es su propio ancestro y su descendiente, conversa con ambos, persuadido de que se pone en su lugar, en sus zapatos. Juega con la intertextualidad para dar la impresión de que en el diálogo entre el padre y el hijo hay una presencia impersonal que no se ruboriza, el poeta, no el hombre. Pero no puede impedir que brote del alma esa voz que habla en primera persona del singular: "Los alisios hogareños quebraron/ no pocas veces mis jarcias infantiles [...] La voz susurra una canción hecha milonga/ pedazos de vida hacen reunión/ en el deseo de lo no realizado."


Foto: Luis Humberto González/archivo La Jornada

El miedo emerge como cáscara del pasado, como eco de la desolación y el vacío de una familia sometida al Holocausto, al exterminio. El niño del poeta, hijo de sí mismo, se reconoce en la verbalización del espanto. Mosches, el niño, no deja de jugar con los huesos y las glándulas de Eros y Tanatos: "Es posible que cierto lejano familiar/ mordiese muslos que bajaban de los trenes/ en Treblinka o Auschwitz [...] Todo eso fue antes/ que creciera la sombra de un bigote/ y enfrentase otros dientes amenazantes/ en alguna manifestación en contra o a favor/ calidez y nostalgia/ cariño de niñez perdida por la obligación de las pesadillas."

El hilo de la memoria no son sólo recuerdos de imágenes vividas sin la historia vívida del hombre y sus antecedentes, la historia a lo grande, con sus revoluciones, sus utopías, sus desastres, de la mano de esa otra historia personal en el cambio de la voz y los deseos. Luego esa memoria, esa noción del abismo en el laberinto del tiempo donde: "algunos amigos de la infancia/ han quedado por siempre en los túneles de los desaparecidos". Hay pendientes que no dejan dormir o reposar en un sofá y quizás tampoco en el diván de las confesiones, sino en la agitación de los sentidos, en el hervor de imágenes que se vuelven letra, signo, conjuro para que nadie olvide, más allá de las genealogías, la experiencia humana.

Así llegamos al ajuste de cuentas, donde no hay edad para el dolor y la catarsis. Conmueve, sí, porque no es llanto y alarido, sino pasión que se comparte, voz que canta su destino, su verdad. El poema "Reconocer" es un botón de muestra: "Llegó el momento de tomar/ mi pasado familiar/ roerlo entre dientes/ desgarrarlo con uñas/ abrirlo como lata de sardina/ para concluir como en noticia de periódico/ con dolorosa certeza:/ mi madre fue mujer golpeada."



Los años con Laura Díaz,
Carlos Fuentes,
Punto de Lectura,
España, 2006.

Reedición de bolsillo de la conocida novela que Fuentes entregó a la imprenta en las postrimerías del siglo XX, en la que da cuenta de sinnúmero de acontecimientos mexicanos e internacionales que marcaron a dicha centuria. Es, también y cálidamente, uno de los libros más cercanos a la autobiografía del autor de La región más transparente.



El edificio de la razón,
Jaime Labastida,
Siglo XXI Editores/UNAM,
México, 2007.

Amén de editor, Labastida es doctor en filosofía por la UNAM, tesitura en la cual ha publicado, entre otros títulos, Producción, ciencia y sociedad: de Descartes a Marx. En sus propias palabras, este volumen busca "mostrar cómo los filósofos y científicos han construido el edificio de la razón, es decir, el sujeto científico mismo".



El machismo invisible,
Marina Castañeda,
Taurus,
México, 2007.

Edición "ampliada y actualizada" del libro publicado hace cinco años por la también autora de La experiencia homosexual, psicoterapeuta de profesión y asidua de espacios radiofónicos y televisivos. Entre otros, aborda temas tan acuciantes como los mitos y trampas del machismo, éste en la comunicación, en el hogar, su relación con el dinero e inclusive sus costos económicos.