Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de julio de 2007 Num: 645

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

De islas y ballenas
NATALIA NÚÑEZ SILVESTRI

La decisión
MANOLIS ANAGNOSTAKIS

Giordano Bruno y el arte de la memoria
MARÍA LUISA MARTÍNEZ PASSARGE

Las claves de la obra de Borges en su vida
CARLOS ALFIERI entrevista con EDWIN WILLIAMSON

Las muchas Fridas
GABRIEL SANTANDER

El Berlín de Frida
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Galería
RODOLFO ALONSO

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Luis Tovar
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Trigo trillado para la triste mula

Tristemente tiene toda la razón el querido colega Javier Betancourt, cuando en el número 1601de Proceso nos recuerda que "ni modo, la misma queja y la misma cantaleta cada año: la cartelera de verano desanima hasta al cinéfilo más entusiasta". Vayan aquí la cita y la queja reiterada para dejar constancia –una vez más en este espacio como en el de Javier y otros críticos reacios a ser meros e irreflexivos actorreflejos de la monotonía que se nos receta a todos los cineros en general--, de que hay costumbres tan infalibles como deplorables.

CIFRAS PARA DOCUMENTAR LA INSANIA

Sin contar los espacios cuya vocación se supone tendiente al cine de arte o de autor, la Zona Metropolitana de Ciudad de México cuenta con más de ciento veinte ubicaciones, repartidas de norte a sur y de este a oeste, donde puede acudirse a ver el comúnmente llamado cine comercial; añádase al dato que esos más de ciento veinte domicilios tienen, en promedio, ocho pantallas, lo que arroja la bonita cifra, en números redondos, de mil "cines"; las comillas quieren remarcar el hecho de que un gran número de esos espacios no merecen tanto apelativo, pues con trabajos alcanzan las dimensiones de algún viejo y digno cineclub, para no hablar de las dificultades que tienen para que uno mire la película y no sienta estar en un local neoliberalmente improvisado, muy al estilo de esas sucursales bancarias armadas al vapor en accesorias que alguna vez fueron bodega, colchonería o minisuper. No sé usted, pero en materia de salas cinematográficas, y a diferencia de otros proporcionadores de placer, este sumeteclas está convencido de que el tamaño sí importa.


Fotograma de Inland Empire

Sea como sea que se les pueda nombrar, hay mil cines en los cuales puede verificarse que la cosa está todavía peor que hace dos semanas, cuando también se habló del tema en este espacio, pues de las veintiún propuestas –lo de "propuestas" era y sigue siendo sólo un decir-- disponibles entonces, hemos pasado a la miseria de diecinueve, con todo y los estrenos, pocos o muchos, ocurridos en los dos últimos fines de semana.

BOTÓN DE ARRIBA

Felizmente, el único estreno en cartelera comercial que de verdad vale la pena es la que acaso pueda considerarse la más compleja, osada –en su exploración temática y conceptual-- y audaz –en términos formales-- de las películas filmadas por David Lynch, cineasta reconocido precisamente por exhibir, en cada estación de su célebre filmografía, esas y otras cualidades. Inland Empire (Francia-Polonia-Estados Unidos, 2006), al español rebautizada de manera no muy precisa como El Imperio, es muchas cosas al mismo tiempo. Entre las más notables no pueden soslayarse las siguientes: para empezar, de las muchas películas que a lo largo de la historia han tenido al propio cine como tema principal, El Imperio es acaso la más incisiva y la que con mayor habilidad lleva a cabo las infinitas vueltas de tuerca que al respecto pueden aplicarse tanto a nivel argumental como en el plano icónico. No conforme con ese logro, Lynch se da el enorme lujo de no hacer que esa mirada de muy depurado formalismo uroborista sea el punto de arribo sino, apenas, el de partida para lanzarse, con su habitual energía alucinante, a la elaboración de círculos concéntricos que van absorbiendo --como las ondas producidas por una enorme piedra que cae en vertical a las aguas de un estanque muy profundo-- los terrenos del sueño; la locura que ignora serlo y se disfraza de normalidad; la máscara implícita en el hecho de actuar, lo mismo que la otra implícita en el hecho aparentemente asequible y cotidiano de no actuar; la naturalización perniciosa de esa máscara cuando se pega al rostro que la alberga; los monstruos de la razón de los que hablara Goya, más un etcétera definitivamente perturbador.

Fiel a sus taras, el verano de nuestro exhibidor le concede la tacañería de nueve salas a esta maravilla, con la garantía de que el antipodismo de Lynch cercene más pronto que tarde la posibilidad de gozarla.

BOTÓN DE ABAJO –Y DE MÁS ABAJO

Eso sí, sobran horarios y localidades de donde salir decepcionado luego de ver que Steven Soderbergh no deja de echar a retozar su manidísimo gato, cada verano con más vidas, pues Ahora son 13. Si cuando sumaban once no era gran cosa…

Ya en el sótano, el republicano Bruce Willis dispone de ochenta y tantos espacios desde horas tan impertinentes como las diez y diez de la mañana, para tomarle el pelo a quien busque algo interesante o valioso en su cuarta versión de Duro de matar. En serio que hay que joderse.