Usted está aquí: miércoles 18 de julio de 2007 Capital Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Prohibir marchas, otro atentado azul

Iniciativa diseñada por los promotores del odio

Propone dispersar reunión de más de 5 personas

Fieles al dogma: desprecia a todo aquel que sientas inferior, los azules -con todas las mañas y todo el dinero- buscan, desde el poder mediático y el político, enajenar las conciencias de los habitantes del Distrito Federal para impedir que sus calles se llenen de las voces que reniegan de las injusticias del gobierno panista.

La iniciativa de ley que presentarán, si pueden, tiende a obligar al gobierno de la capital a convertirse en el gran represor, es decir, a contagiarlo de su odio.

La propuesta de marras plantea que las marchas de protesta se den, sí, pero con orden tal que no perturben las buenas conciencias del gobierno, o lo que es lo mismo, que no sirvan para maldita la cosa.

Insensibles a las demandas populares, como ya lo han demostrado, los panistas intentarán, con el aval de los enajenados que suponen que ellos nunca tendrán motivos para protestar en las calles, imponer un sistema inocuo de protestas que no rebase, además, los límites de la anécdota.

Además, nos dice alguien que conoce la iniciativa, se plantea que las reuniones callejeras de más de cinco personas sean dispersadas de inmediato por los agentes policiacos que estarán facultados para hacerlo, por medio de la ley que quieren imponer.

Las intenciones del Partido Acción Nacional han sido bien diseñadas y articuladas por los creadores de las campañas del odio que ya conocemos, pero se quieren ocultar bajo el disfraz del orden, como en los viejos sistemas dictatoriales.

El atentado del PAN contra las libertades ciudadanas no está fuera de la discrepancia ideológica que plantea el enfrentamiento entre Calderón y el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard; por el contrario, se inscribe en el embate que desde todos los flancos de la derecha se ha levantado para tratar de avasallar al gobierno de la ciudad, y, desde luego, a sus habitantes.

Pero como es costumbre, los panistas mienten deliberadamente. Cosa de analizar lo que dicen a los micrófonos que les ponen enfrente, y lo que pretende su iniciativa de ley: Artículo cuarto.- "Queda prohibido que en cualquier asamblea, reunión, plantón, manifestación o marcha, sus integrantes profieran injurias, insultos, amenazas, empleen violencia contra las personas, dañen los bienes de dominio público o privado, o afecten el libre tránsito de las personas. Queda prohibido cualquier bloqueo en el Distrito Federal".

Y luego, en el 16, pone la cereza en el pastel: "La autoridad correspondiente deberá mantener el orden y el respeto de las manifestaciones que se verifiquen en la ciudad, garantizando en todo momento los derechos de los habitantes del Distrito Federal".

Es claro, pero muy claro que aquí sí existe un verdadero ataque a la libertad de expresión. Se trata de impedir que quienes se arriesgan a salir a la calle porque todas las posibilidades de hacer justicia se han cancelado, no podrán decir, voz en cuello, lo que piensan de los que les impiden tener una mejor vida, así se llame Calderón o Bush.

Pero tampoco se les permitirá marchar, porque al crearse un bloque de personas que caminan sobre una calle, se impedirá el "libre tránsito" de otras, así que en cualquier momento los manifestantes podrían ser acusados ante la autoridad para que se reprima y se encarcele a cualquiera de los participantes en la movilización.

No se permitirá, por ejemplo, que quienes celebran un triunfo futbolero, porque en la fiesta podrían dañar algún bien público o privado, se empujen unos a otros con los clásicos brincos propios de la emoción, porque esa sería una manifestación de violencia, y si así ocurriera serían reprimidos y después encarcelados.

Lo noble de esta ley es que, según ella, la gente podrá seguir gritando con todas sus ganas, como hasta ahora: pelele o espurio, porque aunque la segunda palabra está clasificada como calificativo, en ninguno de los dos casos la gente los usaría como tales, sino como instrumentos lingüísticos para la descripción, y según la Real Academia de la Lengua, ninguna de las dos palabras es insulto, así que habría que aprovechar antes de que se les ocurra también condenarlas.

De pasadita

El acto en el que se entregaron las llaves de la ciudad al presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, fue a la medida del sentimiento de los habitantes del DF por el reconocimiento temprano, prontón, que hizo de quien se adueñaba del poder político de México bajo el sistema del fraude: frío, helado. ¿Cuándo aprenderán?

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