Usted está aquí: miércoles 18 de julio de 2007 Opinión Los pederastas y la Iglesia católica en EU

Carlos Martínez García

Los pederastas y la Iglesia católica en EU

Mal empieza la semana para quien ahorcan en lunes, o andaba de suerte porque de los tres tiros que le dieron nada más uno era de muerte. Cualquiera de estos dichos, o alguno semejante, pudiese usarse para sentenciar lo que le ha sucedido a la diócesis católica más grande de Estados Unidos: la de Los Angeles.

En el sur de California los periódicos del lunes dieron amplia cobertura a la rueda de prensa del cardenal Roger Mahony, la cual tuvo lugar en la catedral angelina. El purpurado tuvo que salir el domingo, primer día de la semana, a los medios para reconocer que la jurisdicción eclesiástica que él encabeza llegó a un arreglo económico con 508 víctimas, quienes presentaron una demanda civil contra la Iglesia católica de Los Angeles por encubrir a sacerdotes que abusaron sexualmente de ellos y ellas cuando eran infantes o adolescentes. El cardenal debió aceptar abiertamente que en el seno de la institución que preside ocurrieron hechos deleznables y en extremo lesivos para un grupo de sus feligreses, por ello dijo: "Pido disculpas a cualquiera que haya sido ofendido, que haya sido abusado. Esto no debió haber ocurrido y no volverá a ocurrir... realmente no hay forma de regresar y darles la inocencia que les fue quitada. Lo único que desearía poder darles a las víctimas, no puedo".

La encrucijada para Mahony era o adelantarse al juicio y lograr un acuerdo anticipado con los demandantes, o tener que comparecer él mismo ante un jurado en un proceso que de antemano ya estaba perdido entre la opinión pública. Aunque algunos del grupo que sufrió los abusos sexuales de clérigos quieren llevar a sentarse en el banquillo de los acusados al cardenal, y otros funcionarios eclesiásticos que tejieron la red de encubrimiento, parece que prevalecerá el acuerdo entre los abogados de las víctimas y la arquidiócesis de Los Angeles. Un posible obstáculo ya fue superado cuando ayer el juez encargado del caso dio su visto bueno a la propuesta de reparar el daño en términos económicos. La cantidad alcanza la suma de 660 millones de dólares.

Esta indemnización es la más grande en la historia de la Iglesia en Estados Unidos. Si sus alcances monetarios son enormes, mayores son los estragos en la credibilidad del organismo eclesiástico. Después de varios años de amagos de litigios, reportajes periodísticos, intentos por parte del aparato eclesiástico para evadir o minimizar los daños causados por los sacerdotes pederastas, al cardenal Mahony solamente le quedó el recurso de adelantarse dos días al inicio del juicio y reconocer públicamente algo que por mucho tiempo negó. Solamente cuando se conjuntaron la organización de los afectados y su decisión de llevar sus casos ante el sistema de justicia, la vigilancia de la opinión pública que se mostró sensible ante los abusos denunciados y un implacable grupo de abogados que no se arredró ante las presiones de los altos clérigos, fue entonces posible doblegar las reticencias de la diócesis de Los Angeles para que tomase una posición de la que a toda costa quiso escapar: reconocer su responsabilidad en servir como escudo de los sacerdotes depredadores sexuales.

Las erogaciones para tener que indemnizar a las víctimas de abusos sexuales ya le han representado a la Iglesia católica estadunidense más de mil 500 millones de dólares. Reponerse en todos los términos, tanto económicos como pastorales, será para la jerarquía del catolicismo estadunidense una cuestión de muchos años. Tal vez logre levantarse en sus finanzas, pero mucho más difícil será hacerlo en el terreno de la confianza para con un alto porcentaje de su feligresía. Aunque no parece que en un futuro cercano tenga lugar una demanda tan masiva como la que estamos tratando, sí existen casos de abusos sexuales en otras diócesis católicas que, en su mayoría, deberán dirimirse en términos semejantes a los aceptados por el cardenal Mahony.

Los retos son enormes para la Iglesia católica en Estados Unidos, pero sobre todo para una diócesis como la de Los Angeles, cuya población mayoritaria es de origen latinoamericano, principalmente mexicano. A los 660 millones que deberá desembolsar, la cautela para designar sacerdotes y la suspicacia de una feligresía lastimada por la forma en que el cardenal Mahony trató de hacerse el desentendido al principio de las denuncias, hay que agregar el fuerte crecimiento de iglesias pentecostales entre los habitantes de habla hispana. Como en todas partes de América Latina, la mayor diócesis de la Iglesia católica en Estados Unidos se encuentra a la defensiva ante la vitalidad de comunidades pentecostales que crecen por todos lados.

Una repercusión adicional tiene la aceptación del arreglo que hizo el cardenal Mahony, pero la misma traspasa las fronteras de la diócesis angelina. Las replicas del temblor se sintieron, con toda seguridad, en los terrenos del cardenal Norberto Rivera Carrera, por aquello del cura que éste último envió a continuar como sacerdote en la jurisdicción de Roger Mahony, a sabiendas, todo parece apuntar a ello, de que el personaje recomendado había sido denunciado varias veces por abusos sexuales.

 
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