Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2007 Num: 646

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Homero Manzi: el poeta que añoraba la "luz de almacen"
ALEJANDRO MICHELENA

La voz del otro, voz propia
DANIEL ORIZAGA DOGUIM

La resistencia civil pacífica
ELENA PONIATOWSKA

Elena Poniatowska: al Zócalo en tren
Entrevista ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

Las olas del espacio-tiempo
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Germaine Gómez Haro

Los paisajes de Nicolás Moreno

Dentro del amplio y polifacético discurso de la pintura contemporánea, la práctica del paisaje ha quedado hoy en día relegada a expresiones consideradas, en su mayoría, convencionales y repetitivas. En la actualidad son escasos los artistas que exploran este género y, quienes lo hacen, suelen centrarse en evocaciones atmosféricas, abstracciones o alusiones intimistas y metafísicas. En México, a pesar de nuestra apabullante biodiversidad, en el territorio de la pintura pocos han sido los interesados en plasmarla. José María Velasco, Clausell, el Dr. Atl, junto con algunos de los artistas viajeros del siglo xix, nos legaron vistas espectaculares de nuestras hermosas tierras mexicanas. En nuestros días existe un puñado de paisajistas –o artistas que en algún momento de su creación han indagado en el paisaje– como Fernando Aceves, Manuela Generali, Abelardo López, entre los jóvenes, y los maestros Ezequiel Negrete, Amador Lugo, Manuel Herrera Cartalla, Luis Nishizawa, Jaime Gómez del Payán, y Nicolás Moreno.

Desde hace más de seis décadas, Nicolás Moreno (1923) ha consagrado su arte a la recreación de un sinfín de paisajes que se caracterizan por la monumentalidad que imprime a parajes tan variados como sierras, planicies, selvas, desiertos, bosques y laderas, tierras así exuberantes como resquebrajadas, que nos hablan de un espíritu aventurero que a lo largo de muchos años ha explorado con pasión, curiosidad y esmero su entorno natural. Ajeno a las modas, a los ismos, y al mercado del arte, Nicolás Moreno sostiene que existe una gran diferencia entre captar y copiar la naturaleza. Lo suyo ha sido sentirla, aprehenderla y plasmarla con el corazón, más que con la mirada, y con la vehemencia que le provoca el vínculo estrecho que nace de su contacto íntimo con la tierra. Por eso, Elisa García Barragán, autora del libro monográfico sobre el artista, lo llama con acierto "el pintor ontológico del paisaje de México".


Eterna sequía

Actualmente se presenta en el Museo Nacional de Antropología e Historia una muestra retrospectiva que reúne una treintena de obras realizadas de 1959 al presente. El motor que animó al director del museo, el arqueólogo Felipe Solís, a organizar esta exposición fue rendir homenaje al creador de tres de las importantes pinturas murales que fueron comisionadas por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para decorar las salas de exhibición del edificio inaugurado en 1964. Entre los artistas convocados estuvieron Rufino Tamayo, Pablo O’Higgins, Rafael Coronel, Jorge González Camarena, Leonora Carrington, Alfredo Zalce, entre otros. El paisaje que recrearía la imponente vista del valle de Teotihuacan fue solicitado originalmente al Dr. Atl, quien declinó la invitación por falta de tiempo, pero sugirió que se le encomendara al entonces novel Nicolás Moreno, petición que quedó documentada en una carta en la que el célebre vulcanólogo escribe: "Yo quiero que ese paisaje lo pinte usted para que haga su primera salida a escena grandiosamente… Me felicito de no aprovechar la oportunidad que se presenta de pintar un paisaje de esas dimensiones, y para ese lugar, porque usted lo hará mejor que yo." Y, efectivamente, el impactante lienzo de 20 m de largo por 3.50 m de altura, invita a los visitantes de la sala teotihuacana a echar a volar la fantasía e imaginar el alucinante entorno geográfico que dio lugar a la primera gran urbanización del mundo precolombino. Tras el resultado afortunado de esta obra, Moreno fue comisionado a ejecutar otros dos magnos cuadros para las salas Otomí y Pame, Paisaje de Juchitepec y Vista del Valle del Mezquital.

La presente muestra es una excelente oportunidad de revisitar los murales de este extraordinario paisajista, y complementar el recorrido por los vericuetos de nuestra vegetación y orografía endémicas, con sus innumerables y variadas características regionales, recreadas con una prolijidad, una delicadeza y una elegancia poco comunes. Para Nicolás Moreno, creador sencillo, honesto y consistente, una de las finalidades de la creación artística es reconciliarnos con el mundo y, en este caso, con nuestro entorno natural, que es una extensión de nuestro yo. El Dr. Atl decía que pintaba paisajes porque al hacerlo se pintaba a sí mismo. Moreno se interna en la tradición del paisaje como una posibilidad no agotada dentro del polifónico lenguaje del arte contemporáneo, y plasma la naturaleza en toda su diversidad y grandiosidad para dialogar, a través de ésta, con su propio yo interno.