Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2007 Num: 646

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Homero Manzi: el poeta que añoraba la "luz de almacen"
ALEJANDRO MICHELENA

La voz del otro, voz propia
DANIEL ORIZAGA DOGUIM

La resistencia civil pacífica
ELENA PONIATOWSKA

Elena Poniatowska: al Zócalo en tren
Entrevista ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

Las olas del espacio-tiempo
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


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EL PLACER DE LEER A CAPOTE

CUAUHTÉMOC ARISTA


Gerald Clarke (editor),
Un placer fugaz. Correspondencia de Truman Capote,
Traducción de Jaime Bonfill,
Lumen,
Barcelona, España, 2006.

La correspondencia editada por Gerald Clarke, biógrafo de Truman Capote, abre de par en par la privacidad de su autor. De hecho, el propio Capote deseaba trastrocar su vida en arte literario y facilitó la intromisión con sus textos Los perros ladran (Anagrama, 1999), que presentó como "un mapa en prosa" de su vida entre 1942 y 1972. El período que cubren las cartas es mucho más amplio: de 1924 a 1982, aunque Clarke sostiene que hasta 1984, cuando murió su ídolo.

Este volumen ofrece también la oportunidad de conocer el germen de relatos como "Se oyen las musas" y los compilados en Color local, y muestra etapas tempranas de su narrativa mayor (cuentos y novelas), cuyos personajes y tramas asoman una y otra vez.

El buen pescador de libros sabrá apreciar el casting: desde gente de la farándula (espectáculo y política) hasta el círculo amistoso de Capote y el entorno literario. Pero como de este pobre material está hecha la imagen mediática del escritor, quizá sea productivo interpretar los silencios.

Por ejemplo, llama la atención que Capote no se escribiera con autores prestigiados que eran amigos suyos y a los cuales no cesa de referirse ante otros corresponsales: Jane Bowles, Carson McCullers y Tennessee Williams. Sólo hay un par de intercambios con William Styron y Christopher Isherwood. Se burla de Hemingway cada vez que puede –y puede todas las veces– e intenta desdeñar al "granjero" Faulkner, pero le falta convicción.

En cambio con sus amigos, aunque sean escritores mediocres, siempre es amoroso. Y con los desconocidos no escatima, por eso elogió a una escritora en ciernes llamada Patricia Highsmith para que la ayudara un mecenas.

Como lector, Capote es mucho más riguroso y a veces se queda solo con sus gustos. En un contexto aún desfavorable a estos autores, aprecia las novelas de Raymond Chandler y declara demasiado ligera pero muy buena El cielo protector, de Paul Bowles, con quien jamás congenió. Además, defendió la reputación póstuma de Scott Fitzgerald e incluso escribió un guión cinematográfico basado en El gran Gatsby.

Para Capote, la correspondencia es una oportunidad "fugaz" –de ahí el título del libro– de comunicarse directamente: "Envíame otra de esas fantásticas cartas llenas de chismes; me hacen sentir como si estuviéramos tomando una copa en alguna parte." (A su editor Robert Linscott). Cuando el servicio telefónico se difundió, las cartas comenzaron a escasear.

A contrapelo de su leyenda, Capote siempre deja relucir su tenacidad: "Sobre la ausencia de los seres queridos, mi niño, eso a veces puede ser una bendición. Sobre todo si lo que quieres es trabajar." (A Cecil Beaton). Y frecuentemente interrumpe la escritura de cartas porque tiene que "regresar a la máquina de escribir".

En el tramo final de su vida, el experto artesano aún produjo Plegarias atendidas y Música para camaleones, nada menos. Pero fuera del papel se abandonó a los excesos que han competido con sus relatos en la formación de su imagen pública.

El agotamiento de las cartas puede leerse también como la conquista del espacio conversacional por la escritura. Por eso conmueve la nitidez del silencio de Capote acerca de sus peores pérdidas: la muerte de su madre, la de su padre y la de su primer amor de tipo intelectual, Newton Arvin.

Perdida entre cientos de páginas, otra observación: "No creo en las reseñas. ¿Debería?"


PARA UNA SUCESIÓN LEGÍTIMA

JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ


Álvaro Pombo,
La fortuna de Matilda Turpin,
Planeta,
Bogotá, 2007.

Matilda Turpin ha muerto. Le sobreviven Juan Campos, su esposo; Jacobo, Andrea y Fernando, sus hijos, y un matrimonio compuesto por Emilia y Alberto, a quienes conoció apenas casada para contratarlos como asistentes personales y de la familia. Aunque Matilda ha muerto hace algunos meses y su inmensa fortuna se ha repartido a satisfacción de todos, sucede que nunca han estado reunidos desde ese momento. Cada uno de los hijos ha continuado con su vida, mientras que Juan, junto con Emilia y Alberto, se han mudado a la casa de reposo que la familia tiene en el Asubio.

Es ahí donde se irá desarrollando una historia compleja que se arma con la paciencia de quien sabe que no hay prisa. Emilia es la más afectada por la muerte de una jefa que también fue amiga e, incluso, llegó a considerar como una hermana mayor. A lo largo de los últimos trece años, las dos mujeres se dedicaron a recorrer el mundo para hacer negocios, dejando a los hombres al cuidado de la casa. Al menos a Alberto, porque Juan siempre tuvo trabajo como profesor de filosofía. Tan fue así, que a la hora de las confesiones, los hijos de los Campos Turpin siempre acudieron a Alberto antes que a sus propios padres. Ellos parecían estar demasiado ocupados o abstraídos en problemas existenciales mucho más importantes que una trivialidad cualquiera.

Sin embargo, ahora se enfrentarán todos los deudos, incluidos los esposos de Andrea y Jacobo. En una serie de visitas al Asubio, se irá construyendo una trama cargada de rencores y de venganzas añejadas por años. Porque cada uno de los habitantes de la casa tiene alguna queja en contra de todos los demás. La frialdad del trato, la falta de llanto ante la ausencia, las preferencias sexuales, una caricia no hecha a tiempo, la infidelidad casi incestuosa y ese no saber qué hacer con la vida ahora que Matilda los ha abandonado, son lastres que se han sedimentado en los corazones de todos ellos, convirtiéndose en un odio que no puede sino estallar.

Álvaro Pombo (Santander, 1939) es un digno acreedor al Premio Planeta 2006. Lo es porque en su novela ha sabido adentrarse en el laberinto de pasiones que anidan en la mente colectiva de una familia. Y lo ha hecho con una prosa profunda y ordenada que, pese a parecer un tanto pesada por momentos, consigue el balance justo entre lo narrado y la forma de hacerlo. De esta manera, el autor se permite deslizar con toda la sutileza de la que una pluma puede ser capaz, escenas inimaginables unas cuartillas atrás. Tales son la exactitud y el alcance de su prosa en la que, también, se va entretejiendo un mundo cargado de erudición y de abandono en el que el lector no podrá sino sentirse perdido al ser incapaz de comprender a los personajes. Al menos, así lo será hasta el siguiente movimiento escénico, en el que todo se justifique en los linderos de la intensidad narrativa.


POR AMOR AL CUENTO

TERESA DEY


Carlos López (editor),
El Puro Cuento, núm. 2,
Praxis,
México, otoño 2006.

Durante los últimos diez años de rabiosa competencia comercial, las grandes editoriales en México han adoptado la tendencia de seguir los dictados del mercado masivo; les interesa vender, no crear lectores. Dicen que las novelas se venden mejor que los libros de cuentos y se niegan a recibir originales de este género corto. Como si en nuestro país el libro y medio que se lee per cápita en un año pudiera traducirse en novela y media. Si prevaleciera esta manera de juzgar lo que es publicable y lo que no, el futuro de la edición de cuentos puede volverse incierto; a pesar de que este género literario abre rendijas que muestran la condición humana en pocas páginas y a través de ese hechizo ha atrapado a sus lectores desde siempre.

Los cuentistas hemos celebrado la aparición de la revista El Puro Cuento, porque Editorial Praxis vino a ocuparse de llenar el hueco de la legendaria revista El Cuento, que durante tantos años dirigiera Edmundo Valadés. Hacía tanta falta que alguien como Carlos López se atreviera, con las mismas agallas con que han mantenido viva durante veinticinco años una editorial independiente.

El segundo número de la revista se ocupa de la nueva narrativa dominicana. Para abrir boca, nos ofrece un poema de León Felipe: "Yo no sé muchas cosas, es verdad./ Digo tan sólo lo que he visto./ Y he visto:/ que la cuna del hombre la mecen con cuentos."

Después de una breve reflexión sobre los contenidos de este segundo número, aparecen los "Apuntes sobre el arte de escribir cuentos", de Juan Bosch, quien fuera un excelente cuentista dominicano. Estos apuntes fueron condensados y recuperados por Carlos López en diez consejos prácticos.

La nueva narrativa dominicana tiene una poética definida, los tonos caribe resultan innegables, quizá porque los escritores son jóvenes. No es el mar, ni la isla, es el alma, algo así como un líquido caudal que irriga las palabras; no son los temas, sino el espíritu. Algunos narradores ponen más atención en la oralidad y surgen los coloquialismos: voces de sal y calor, voces de un paraíso compartido con Haití, de colores oscuros, sin eses, como bien mirao, o e’ta negra; otros tienden hacia la expresión más universal del español, y sin embargo, se siente la salinidad, el calor, los vientos de la isla como trasfondo del lenguaje; habitan el mismo cielo y el mismo suelo. No se habla directamente de Santo Domingo en todos los cuentos, sino que el ritmo, las pausas y las repeticiones, tienen un tamborileo afroantillano, como de un reggae cachondo en algunos casos, o nostálgico en otros.

Es necesario seguir leyendo cuentos viejos y nuevos, aunque haya quien piense como el viejo poeta refugiado, tan querido, aunque a veces, tan amargo: "Yo no sé muchas cosas, es verdad,/ pero me han dormido con todos los cuentos…/ y sé todos los cuentos."



Varia poética mexicana,
Adrián Gimate-Welsh y Evodio Escalante (coordinadores),
col. Biblioteca de signos,
Casa Juan Pablos/Universidad Autónoma Metropolitana,
México, 2007.

Volumen que reúne ensayos acerca de la obra de Octavio Paz, los lectores de T.S. Eliot, el romanticismo en la estética mexicana del siglo XX, Sor Juana Inés de la Cruz, Carlos Fuentes y Rosario Castellanos, entre otros temas y autores.



El velázquez de París,
Carmen Boullosa, Siruela,
España, 2007.

Con recursos formales y estilísticos similares a los empleados en La otra mano de Lepanto, en esta novela Boullosa fabula en torno a la suerte corrida por La expulsión de los moriscos, cuadro de Velázquez que todo mundo da por perdido desde hace más de doscientos años y que, según cierta confesión jactanciosa, está en poder de un anciano libidinoso.



Tiempo de agua,
Wendolyn Lozano Tovar,
Literal Publishing,
Estados Unidos, 2007.

Afirma Rose Mary Salum que quien "se asome a estos poemas, verá devuelto el reflejo de su alma". A la búsqueda del diálogo con ese Otro que es cada posible lector se dirige la voz de Wendolyn Lozano en éste, su primer poemario.



Cima y sima: la acción multidisciplinaria en la musicología,
Gonzalo de J. Castillo Ponce (coordinador),
Universidad Autónoma de ZacatecasPlaza y Valdés,
México, 2007.

Reunión de ensayos especializados que cubren un amplio espectro, desde el sinfonismo en México hasta la relación de Hegel con la música, la musicología y los estudios culturales, el archivo musical de Manuel M. Ponce y otros temas.



A la distancia... Recuerdos y testimonios,
Jesús Silva Herzog,
Oceano,
México, 2007.

Afirman los editores que en este libro el autor "reconoce logros y fracasos" y que no está exenta su prosa de "la reflexión sobre las circunstancias, los hechos y los personajes que marcaron el destino del país..." Juzgue usted si el aserto se confirma o si estamos frente a otro ejercicio de autorreivindicación.



América. Un viaje a través de la injusticia,
Enrique Bostelmann,
Siglo XXI Editores,
México, 2007.

Esta es la segunda edición del volumen que recopila buena parte del bien conocido trabajo de Bostelmann, fotógrafo indispensable en la documentación gráfica de esta parte del mundo. Incluye el prólogo que Carlos Fuentes escribiera en 1970, año de la primera edición.