Usted está aquí: domingo 29 de julio de 2007 Opinión Aberración urbana

Angeles González Gamio

Aberración urbana

Fue alrededor de 1925 cuando México superó la etapa crítica de la Revolución, iniciada 15 años atrás, y acorde con la nueva mentalidad que había surgido, que conjugaba un fuerte sentimiento nacionalista con una idea de modernidad, se gestaron las circunstancias que darían inicio a una arquitectura que aprovecharía los avances europeos, pero adaptándolos a las necesidades locales. Fue el arquitecto José Villagrán García, en su cátedra de Teoría de la Arquitectura, el pionero en acercar a los jóvenes estudiantes las novedosas ideas de la corriente funcionalista, derivada de las enseñanzas de la Bauhaus y de los postulados de Le Corbusier, que fueron creando la arquitectura contemporánea mexicana, reconocida mundialmente.

Uno de los mejores exponentes de esta arquitectura fue Vladimir Kaspé, nacido en Rusia, quien en 1910 se trasladó a Paris en donde se recibió de arquitecto. Ahí conoció a Mario Pani, quien al comenzar la guerra lo invitó a venir a México, en donde realizó una destacada obra en la que sobresale "su gusto por el orden y la pureza del diseño, aunado a la preocupación de cuidar el proceso del trabajo constructivo, para lograr así, edificios que siempre guardan un aspecto impecable", explica la experta en la materia Louise Noelle. El arquitecto se comprometió de tal manera con su país adoptivo que, a su fallecimiento, dejó todos sus bienes para que se creara una fundación que, entre otras cosas, da becas para estudiantes de arquitectura de pocos recursos.

Una de las muestras más representativas de Kaspé es el Súper Servicio Lomas, que se construyó en 1948, en una zona de la ciudad que en esa época estaba iniciando su desarrollo: Lomas de Chapultepec. Aquí, alrededor del tema central de una gasolinera para una zona residencial, se desarrollaron locales comerciales, una estación de autoservicio y una sala de fiestas -hoy oficinas- solucionando una compleja serie de necesidades con un diseño sencillo, funcional y estético que da unidad al conjunto. Por su importancia está incluido en la relación de inmuebles con valor artístico del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Esta es la construcción que se pretende demoler para levantar en su lugar la Torre Bicentenario, que sería el edificio más alto de Latinoamérica, con un diseño de un arquitecto holandés, que supuestamente se inspiró en la Pirámide del Sol de Teotihuacán, aunque por lo que se ve en la maqueta, más bien se parece al muñeco Larín, como bien dice Germán Dehesa.

A todo ello se añade que el predio está a unos pasos del Periférico, en una calle de poca anchura y que se ha vuelto paso de miles de automovilistas que bajan de Santa Fe e Interlomas, enormes fraccionamientos que se autorizaron sin abrir nuevas vialidades, lo que convierte en una pesadilla las escasas vías que les dan acceso.

Otro detalle no menor es que el proyecto se va a apropiar de un pedazo del Bosque de Chapultepec, para construir un gran estacionamiento subterráneo, que supuestamente va a dar servicio a los visitantes del añejo parque, falacia total, ya que, además de que queda muy lejos de las instalaciones de Chapultepec, el precio que cobran esos aparcaderos está fuera del alcance del visitante promedio.

Siguiente aberración: dada la angostura de la calle, se pretende que el acceso sea por el Periférico. Es fácil imaginar la afectación al tráfico, ya de por sí intenso y complicado de dicha vía. Con esto, la mega torre no sólo afectaría la vida del entorno inmediato, sino la de buena parte de la ciudad.

Pero ahí no acaba la cosa, ya que el programa parcial de desarrollo urbano de la zona sólo permite la construcción de edificios de seis niveles, por lo que se requeriría que la Asamblea Legislativa realizara una modificación. También se necesita, para cumplir con la normatividad, llevar a cabo una consulta vecinal y la opinión de la delegación.

Resulta increíble que con tantos obstáculos y problemas de carácter legal, social, ecológico y humano, el proyecto se haya presentado como un hecho. Sólo queda confíar en que las partes involucradas reflexionen y lo lleven a otro sitio, en donde realmente sea el detonador de una zona y no el destructor, como sería en este caso; que quede claro que la oposición no es a la inversión, sino al lugar.

Y ya vámonos al piscolabis de rigor, al vecino barrio de Polanco, que también se vería afectadísimo por la torresota. Acaba de abrir un sitio encantador que se llama La Negra, apodo de su dueña, Sandra Olivares, linda joven que lo atiende personalmente, sugiriéndole las especialidades del día. Con mesitas a la calle y alegremente decorado con macetas con geranios, ofrece desde tortas y tacos hasta crema de alcachofas y camarones con coco; todo rico. Está en la esquina de Virgilio y Oscar Wilde.

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