Usted está aquí: miércoles 1 de agosto de 2007 Política El evangelicalismo estadunidense

Carlos Martínez García

El evangelicalismo estadunidense

El evangelicalismo es la corriente más extensa y fuerte del protestantismo estadunidense. Esto le hace peculiar entre los países de trasfondo protestante, ya que mientras el cristianismo evangélico es apenas una vertiente de cierta importancia en esas naciones, en Estados Unidos ha tenido una influencia histórica que se ha filtrado culturalmente al conjunto de esa sociedad.

Como todo movimiento que tiene reconfiguraciones, tratar de definir al evangelicalismo puede ser una tarea complicada porque siempre habrá quien considere la definición reduccionista y muy generalizadora. Con todo, es necesario dar un perfil de lo que buscamos dar a entender cuando utilizamos un concepto. Un buen intento definitorio se encuentra en el muy reciente trabajo editorial y compilatorio de Timothy Larsen y Daniel J. Terrier (The Cambridge Companion to Evangelical Theology, Cambridge University Press, 2007). Allí se define como evangélico a quien: 1) Es un protestante ortodoxo. 2) Permanece en la tradición de las redes globales cristianas que surgieron de los movimientos revivalistas asociados a John Wesley (fundador del metodismo inglés, 1705-1791) y George Whitefield (1714-1770, metodista que se separó de Wesley, predicador y evangelista, quien tuvo frecuentes viajes y estadías en Estados Unidos). 3) Cree en el lugar central de la Biblia como autoridad en asuntos de fe y conducta, ya que ella fue inspirada divinamente. 4) Cree en la reconciliación con Dios mediante la obra redentora de Jesucristo en la cruz. 5) Afirma la obra del Espíritu Santo en la conversión de las personas y en su relación permanente con Dios, así como provee las fuerzas para servir tanto a Dios como a las personas en general, incluyendo el deber de todos los creyentes en la tarea de proclamar el Evangelio a todos los pueblos.

Con lo anterior podemos afirmar que todo evangélico es protestante, pero que no todo protestante es evangélico. Porque aunque uno y otro comparten, en términos generales, los puntos referidos, la pequeña pero gran diferencia está en el activismo que distingue al evangélico. Tal activismo se refiere a los esfuerzos personales y organizados por evangelizar cuanto más se pueda.

Los evangélicos (gente del Evangelio, como algunos de ellos se definen a sí mismos) se conectan a la extensa cadena de movimientos que desde el siglo IV mantuvieron la idea de que la conversión tiene que ser personal, por lo tanto fueron críticos de los proyectos de iglesias territoriales, iglesias oficiales apoyadas por el Estado y que mantenían una simbiosis con éste para impedir el asentamiento de cualquier otra confesión en sus territorios.

Una de las transformaciones que ha tenido el evangelicalismo en Estados Unidos es relegar su estricta separación del Estado (y cualquier ayuda del mismo en las tareas propias de las iglesias), para desde hace unas dos o tres décadas intentar hacer de observancia pública -plasmando en la legislaciones estatales y federales- diversas creencias de su código ético. Pero éste es otro tema, del que esperamos ocuparnos en algún momento.

Los grupos protestantes/evangélicos que en Europa encontraban obstáculos para desarrollarse sin restricciones, sobre todo en los siglos XVIII y XIX, emigraron masivamente a Estados Unidos. En esta nación, que estaba construyéndose bajo distintos cimientos a los que sirvieron en Europa de fundamento para asentar las relaciones favorables del Estado para con una confesión en particular, los evangélicos encontraron un terreno fértil para implantarse y posteriormente extender sus convicciones más allá de las fronteras de su nuevo país. Fue el énfasis en la fe como un compromiso voluntario, personal y la necesidad de transmitirla a otras personas, que a su vez deberían hacer lo mismo, lo que se ha mantenido como un núcleo duro del evangelicalismo estadunidense y lo que le ha permitido seguir creciendo, mientras que el protestantismo clásico (en el que casi está ausente la tarea de evangelización) va disminuyendo constantemente y mira cómo sus alas más vitales son las que tienen un sesgo evangélico. Es así que encontramos luteranos, reformados, y anglicanos (por citar familias confesionales surgidas en la Reforma del siglo XVI) que son evangélicos y están reconfigurando sus tradiciones históricas.

Una fuerza con gran vitalidad del evangelicalismo que más crece en Estados Unidos es el de los que allá bautizaron como hispanos. Los observadores y estudiosos, con razón, señalan que el futuro del catolicismo estadunidense está en las olas de inmigrantes latinoamericanos, mayormente católicos. Pero prestan muy poca atención a los protestantes/evangélicos de habla hispana, que representan allá un porcentaje que supera en mucho el que alcanzan en cada una de las naciones latinoamericanas. Por cierto que en el seno de este evangelicalismo latino es donde están surgiendo esfuerzos misioneros dirigidos no sólo hacia América Latina, sino también hacia Europa, Africa y Asia. Por ejemplo, son muy considerables esos esfuerzos que tienen como destino España, donde los misioneros mexicanos, mexicoamericanos, guatemaltecos, ecuatorianos y originarios de otras naciones al sur del río Bravo, van a evangelizar al país que en el siglo XVI los catolizó. Vueltas que da la historia.

 
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