Número 133 | Jueves 2 de agosto de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Ustedes los Jaibos

Por Joaquín Hurtado

San Nicolás de los Garza es uno de los municipios más pequeños y prósperos de Nuevo León. Y quizás de todo México. Posee altos indicadores de salud, educativos, de equipamiento y servicios urbanos. Sin embargo, es el lugar más infame para vivir.

Panista de pata negra. Oficialmente aquí no hay vicio ni viciosos; pura gente católica, sana, hetero, industriosa, francota, sacrificada, luchista, futbolera y ahorrona. Qué orgullo. Qué vergüenza.

Grandes avenidas arboladas con césped siempre verde en pleno semidesierto. Toda mi vida he vivido en este lugar y he visto su transformación de zona industrial a laberinto habitacional con resultados inconcebibles para mi parco entendimiento. Como siervos al pie del castillo feudal, nos debemos a la factoría impenetrable, voraz, tirana, necesaria. No somos nadie sin los hitos que nos rodean: fábricas de la transformación, fundiciones, químicas, bodegas de almacén y embarque, plantas termoeléctricas, gaseras, maquiladoras, megatiendas; trenes y miles de tractocamiones “doble semiremolque”. Para nosotros es tan natural sentirnos parte de sus engranes y pistones, de sus silos y tanques, como parásitos dentro de un ser avasallante; disminuidos a la mínima expresión de lo humano. Por eso no es difícil entender lo que referiré enseguida.

En este gigantesco taller de las innumerables advocaciones mercantiles y productivas del capitalismo degenerado, salpicada de barrios jodidones y colonias clasemedieras es donde al alcalde se le ocurrió tomarse muy a pecho la palabra presidencial: ¡Limpiemos México! Y zaz, la lumpeniza es ahora el Nosferatu, la peste negra, la gripe aviar, el azote de la barbarie en estos desolados cuadrantes que ni para ligar sirven.

Por decisión unánime del cabildo se ha decretado el toque de queda en la ciudad. Nadie puede andar en la calle después de las once pm so riesgo de ser detenido y encarcelado mientras no compruebe su inocencia. Los chotas son robocops, su instrucción: tirar a matar, después veriguar. ¿Es usted un obrerito pobre diablo a quien no le alcanza el sueldo para un vocho traqueteado y se tiene que aventar a pie el camino de la empresa a su hogar? Cuídese porque si no le da raid una compasiva loca como mi amigo La Campamocha, seguro va derechito a morder garrote.

Operación Mochila, exámenes antidoping en primarias, tolerancia cero, guerra al graffiti, razzias a discreción, retenes de la PFP, convoy antialcohólico, sobrevuelos de helicópteros artillados. Fascismo puro. Welcome to the machine!

Nomás faltan test obligatorios para detectar pureza de sangre norteña y expulsar al prieto oaxaqueño o al labioso chilango que nos vengan a enturbiar el pedigrí. Y lo más tenebroso de todo: aplausos y vítores de la ciudadanía fanática, rabiosa.

Mis vecinas, podridas en olor de valores familiares y buenas costumbres, exclaman qué bueno, hasta que hubo alguien que se decidiera acabar con los drogadictos, pirujas, homosexuales, vagos, pandilleros, darketos, pintabardas, sidosos, nacos y holgazanes; gente sin oficio ni beneficio. Y qué mejor comenzar desde la infancia: que arroje su primer antidoping el que se sienta libre de pecado.

Nadie ha de negarse. Haga usted de cuenta que reencarnó aquel personaje de la película Los Olvidados en todas las desperate housewives de mi colonia. Aúllan por boca de El Ciego, interpretado por Miguel Inclán; gritan viendo hacia sus (nuestras) tinieblas, mientras se echan al Jaibo: “¡Uno menos, ojalá que los mataran a todos antes de nacer!”