Usted está aquí: viernes 3 de agosto de 2007 Política Un oasis en el desierto

Gabriela Rodríguez

Un oasis en el desierto

La ciudad de México es un territorio de libertad, un sitio donde las decisiones sobre el cuerpo se respetan, lo mismo las de los más liberales que las de los más conservadores. Se trata de un lugar tan especial que aquí no se obliga a nadie a ser madre frente a un embarazo no deseado, ni se exige a la gente ser heterosexual para unirse legalmente; donde también se ayuda a abortar a una joven violada o a dar a luz al hijo de su violador, donde se respeta la decisión de dar en adopción a un hijo no deseado en vez de abortar, así sea por razones religiosas.

Hoy en especial, a 100 días de la despenalización del aborto en la ciudad de México hay mucho que celebrar. Cerca de mil 500 mujeres han ejercido el derecho a la interrupción legal de un embarazo (ILE) no deseado, el cual incluyó un servicio de consejería para ayudarlas a tomar esa decisión tan trascendental con base en el consentimiento informado. Siete de cada diez mujeres que solicitaron el servicio decidieron interrumpir el embarazo y tres continuarlo por razones confidenciales. La mejor noticia es que en ningún caso ha habido muerte materna y ni siquiera una sola complicación médica. Anteriormente, con los embarazos en evolución, en los hospitales del Distrito Federal se recibían abortos en evolución con enormes complicaciones: sangrados, infecciones, perforación de vísceras y del propio útero. Aquí hay un mérito importante del personal comprometido con su trabajo: funcionarios, médicos, enfermeras, trabajadoras sociales de los hospitales de la ciudad de México. Mis respetos. Hace mucha falta gente que, como ustedes, dignifique la salud como un derecho al servicio de la gente, independientemente de su sexo, estado civil, religión y condición social.

La maternidad voluntaria es clave en la vida de toda mujer, por eso la ILE es un espacio de libertad y seguridad que abrieron con mucha serenidad los legisladores de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal y que ratificó el jefe de Gobierno.

Habría que valorar este acontecimiento como un ejercicio de búsqueda de otras formas de actuar desde el Poder Legislativo y Ejecutivo para garantizar las libertades y la equidad de género como papel sustancial del Estado ante nuevas configuraciones y diversidades sociales.

El valor de un Estado laico en el siglo XXI es el valor de los individuos que lo componen y su legitimidad descansa en el ejercicio de la soberanía de un pueblo configurado por personas con creencias diferentes, pero que exigen igualdad de oportunidades y que se asumen sujetos y sujetas de derecho. Porque la libertad es imprescindible al ser humano y lo que más duele del sueño por salvar al mundo y de los experimentos socialistas ha sido justamente la impotencia para reconquistar las libertades.

La libertad también ha sido un baluarte con que se paran el cuello los más visibles líderes del capitalismo avanzado, que hoy, sin embargo, son ejemplo de represión, de exclusión social y más: son el modelo a seguir de nuestros gobiernos conservadores. Mientras en Estados Unidos el gobierno republicano dejó de financiar los abortos legales e impuso la censura sobre los derechos sexuales en las escuelas, en México la PGR y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos trabajan para argumentar la inconstitucionalidad de la ILE. Esperamos que la Suprema Corte de Justicia no será comparsa de estas visiones retardatarias y, por el contrario, decida sumarse a este papel más emergente del Estado, porque ahora está en sus manos la maternidad voluntaria de las mujeres de México.

No sería la primera vez que luces de libertad estallen en oscuros momentos de la historia, y que la ciudad de México siga siendo un oasis en este desierto de represión.

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