Usted está aquí: lunes 6 de agosto de 2007 Opinión Dos difíciles posiciones en Campo David

Gonzalo Martínez Corbalá

Dos difíciles posiciones en Campo David

El mes de julio terminó en lo que toca a relaciones exteriores del Reino Unido y de Estados Unidos con un difícil reto que ha llamado muy justificadamente la atención de todo el mundo: la reunión del primer ministro británico Gordon Brown con el presidente estadunidense George W. Bush. Las pláticas empezaron el domingo 29 en la noche para terminar dos días después.

Es un hecho muy conocido por la opinión pública internacional que la relación del presidente Bush con el ex primer ministro inglés, Tony Blair, era miel sobre hojuelas por la excesiva buena disposición que el ocupante del 10 de Downing Street mostró siempre hacia el jefe de la Casa Blanca. La relación incluso fue calificada, burlonamente y con mucha ironía por los votantes británicos, como demasiado condescendiente hacia las posiciones de Washington, sobre todo respecto a las guerras contra Afganistán y muy señaladamente en lo que toca a Irak, cuyo final todavía está en el aire debido a la oposición del Congreso estadunidense hacia su propio presidente.

Gordon Brown inició su encargo en junio, y unas semanas después se encuentra ante la imposibilidad de evitar el encuentro con Bush, en una atmósfera imprevisible, puesto que llegó a Washington muy consciente de la gran relevancia que tiene para la Gran Bretaña, la relación con Estados Unidos, así como la contradictoria situación en la que se vio envuelto al llegar al otro lado del Atlántico, entre la imagen todavía fresca de docilidad que dejó su antecesor, y la delicada posición en que se encuentra su contraparte, no solamente en el Congreso, donde se deja sentir la impaciencia por que regresen las tropas a su patria, sino en general en la opinión pública estadunidense, que en buena parte espera también el pronto regreso de los soldados, entre los que con toda seguridad hay un hermano o un hijo entre ellos.

La imagen del presidente Bush, cuyo final en su alto encargo ya está muy a la vista, contrasta con la del primer ministro Brown, quien se encuentra en el inicio de su mandato, en un contexto muy delicado por la pesada herencia que le dejó su antecesor, y que inevitablemente necesita procurar mantener una posición digna y decorosa que exprese el sentir mayoritario de la opinión pública británica a la vez que satisfacer también a la Casa Blanca mediante una relación satisfactoria con su socio más importante del otro lado del Atlántico, en momentos críticos para Estados Unidos por la profunda división que hay entre republicanos y demócratas frente al presidente en lo que se refiere a la fecha probable del regreso de Irak de las tropas. Los 3 mil soldados estadunidenses muertos tocan, como es natural, un área muy sensible para la opinión pública de ese país.

Sin embargo, éste no es el único reto que tienen ahora frente a sí Estados Unidos y el Reino Unido. En otras latitudes, después de algunos desencuentros personificados por el presidente de Rusia y Bush, Vladimir Putin anunció su decisión de suspender su participación en el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, lo que ha chocado frontalmente contra los planes de la Casa Blanca, principalmente en los temas de Irán y Kosovo, el mismo Irak o el escudo antimisiles de Bush, que se ha anunciado sería operativo en 2012 con bases en Polonia y la República Checa.

El tratado está concebido en el espíritu de conciliación entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, y si bien se refiere a la reducción de armamentos convencionales, no es ajeno a las armas nucleares, y ninguno de los dirigentes europeos puede ignorar la necesidad de mantener en vigor este Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales, que fue firmado por 22 estados del desaparecido Pacto de Varsovia y de la OTAN en 1990, y revisado para 30 países en 1999, imponiendo reducciones armamentistas desde el océano Atlántico hasta los Montes Urales.

La denuncia del tratado surtirá efectos 150 días después de haberse notificado a los países miembros, y es claro que también pone en jaque el escudo antimisiles, así como a las naciones europeas firmantes, todo lo cual suscita una nueva crisis que impone un reto frente al poderío militar de lo que fue el Pacto de Varsovia, y sin duda alguna, dado lo perentorio en el plazo para la denuncia del Tratado sobre Armas Convencionales en la OTAN, será la preocupación inmediata que habrán de despejar no solamente los países europeos firmantes, miembros de la OTAN, sino también Estados Unidos.

El reto del que ineludiblemente habrán de ocuparse, tanto el presidente estadunidense como el señor Gordon Brown, pondrá a prueba su capacidad para llegar a un acuerdo con el gigante productor de petróleo y gas, lo que agregará un grado más de dificultad a su relación mutua, así como con los demás jefes de Estado y de gobierno firmantes del tratado, cuya materia principal es el desarme de armas convencionales en Europa, y es clave también para la estabilidad del viejo continente y, por lo tanto, para la gran potencia nuclear que es Estados Unidos.

Como si fuera poco, al tema del retiro de Irak, que pudo haber sido atendido por George W. Bush y Gordon Brown en Campo David, ahora se agrega otro punto de gran importancia, el cual tendrán que atender con celeridad.

 
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