Usted está aquí: martes 7 de agosto de 2007 Cultura Querido doctorcito

Teresa del Conde

Querido doctorcito

El miércoles15 de agosto a las 19 horas se presentará, en la Casa Azul, el libro que contiene la correspondencia Kahlo-Eloesser, que lleva el título de este texto. Lo primero que deseo expresar al respecto es que el diseño me pareció agradable, atinado y limpio, excepto por el hecho de que -tratándose de una edición bilingüe- los textos van a dos columnas, la primera en español, la adjunta en cuadratines de intensidad menos saturada, en inglés, situación que suele desagradar al común de los lectores. No encuentro el crédito del o la traductora al inglés ni el que corresponde al diseño que, reitero, me parece feliz.

La edición estuvo a cargo de El Equilibrista y la portada yuxtapone una escritura de Frida a la conocida fotografía de Leo Matiz en la que ella aparece de pie, con los ojos entrecerrados, luciendo una prenda extraña, no precisamente folk, sino de su invención, que por cierto debe haberle sido predilecta, pues hasta donde recuerdo estuvo entre las muchas recuperadas por Hilda Trujillo y las hermanas Rosenzewig.

El libro abre con tres prólogos, correspondientes a las tres principales instancias patrocinadoras: Los museos Olmedo, Kahlo y Rivera, a cargo del director general, Carlos Philips; ADABI, cuya presidenta es Isabel Grañén Porrúa, con financiamiento de la fundación Harp Helú y Laboratorios Pfizer. Es esta última presencia la que me parece sumamente pertinente, ojalá otros laboratorios (Roche, por ejemplo) se adentraran en sana competencia por financiar productos culturales, ya que si bien es cierto que aquéllos se enfrentan a los retos de la salud humana mediante la ciencia y la investigación, como asienta el director general, Jorge Bracero Cotty, también lo es que los medicamentos suelen ser carísimos y, por tanto, no están al alcance del grueso de la población. En reducir precios medicamentosos también debiera existir competencia.

A tales prólogos siguen cuatro ensayos, cuyos autores somos, en orden de aparición, el imprescindible Carlos Monsiváis, el médico Arnoldo Kraus, quien esto escribe y Juan Pascoe. El único de estos textos que me procuró conocimientos por mí ignorados fue este último, y si lo hubiera leído antes de entregar el mío, algunas cuestiones relativas a la larga permanencia del ''doctorcito" Eloesser en México se me hubieran aclarado, por más que yo también conocí a su postrer compañera de existencia, Joyce Campbell, quien me obsequió copias de tres cartas de Frida a su consorte.

Pero las cosas no sucedieron así. A petición de Hilda Trujillo -quien merece especial crédito en todo- cada autor entregó su trabajo de acuerdo con la fecha establecida, sin leernos unos a los otros y sin que en ese momento se tuvieran a la mano las respuestas o cartas que Frida dirigió a quien fue, hasta 1952, su principal, su más querido y casi único médico-corresponsal y confidente.

Las cartas de Eloesser a Frida están entre los principales hallazgos de los que ahora se puede disponer, sea o no que los galenos literarios o los lectores interesados en cuestiones médicas, estén o no en perfecto acuerdo con sus diagnósticos, que en todas formas son importantes puntos de arranque y modifican, por ejemplo, la atribución de todos los males de Frida al accidente sufrido el 17 de septiembre de 1925. Este material está ahora a la orden del día, cuantimás que se recogen las cartas que Frida le dirigió.

Casi en su totalidad nos son conocidas mediante la labor de Raquel Tibol en Frida Kahlo escrituras y eso no es algo que pueda soslayarse, porque si algo más o menos coherente puede decirse de tal corresponsalía sin haber tenido a la mano por entonces, la posibilidad de revisar las escrituras de Eloesser, se debe a que nos vimos en la posibilidad de hacer un estudio pormenorizado de las ya famosas ''escrituras", antes de abordar el tema de ''Frida corresponsal", pues la última edición (Lumen-Random House Mondadori) empezó a circular a principios de este año.

El volumen se complementa con dos textos inéditos (hasta donde sé), ambos del doctorcito, cuyo retrato al óleo pintado por Frida aparece en la portada. El primer escrito se titula ''Diego Rivera y Frida Kahlo" y es cautivante, aunque contiene algunas ''invenciones" y errores, como lo fue suponer que después del asesinato de Trotski, Diego edificó a modo de fortaleza las casas de San Angel Inn, vecinas a lo que entonces era la ex hacienda de Goicochea (hoy el conocido restaurante, antes una de las sedes de la Universidad Iberoamericana) bajo proyecto en estilo funcionalista de Juan O'Gorman, quien empezó a diseñarlas en 1932, y para finales de 1933 la pareja vivía -aleatoriamente si se quiere- en las casas de la calle de Palma.

Pero el texto de Eloesser, que es delicia, no es tanto ese sino el que rubrica el libro: ''Viaje a México", que reseña lo que podría calificarse de viaje iniciático a nuestro país, al despuntar el nuevo siglo, esto es, en 1900.

 
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