Usted está aquí: lunes 13 de agosto de 2007 Espectáculos Melón

Melón

Luis Angel Silva

México en el son

El señor Marco Antonio González Galán me envió un emilio donde me solicita que relate la importancia que tuvo México en el desarrollo de las inquietudes musicales de grandes soneros, pero le seré sincero, lo mío, no da para tanto. En cuanto al anecdotario de un bohemio sonero, le agradezco el concepto, ya que dentro de la medida de mis posibilidades he campechaneado el pasado con el presente. Pero, tendré en cuenta su petición y trataré de darle gusto poquito a poco.

En el Lunario el 16 de agosto a las 22 horas se presentará Argelia Fragoso. No se lo pierda porque esta niña tiene mucha calidad. A su espectáculo lo anuncian como Cuba, bolero y son.

Volviendo al ayer, le contaré que existió un lugar llamado Zandam, el cual tenía un horario diferente a los cabarets. Este era de 6 pm. a 1 am., y no se permitía la entrada si no se acudía en pareja. Cuando conocí el Zandam amenizaban la orquesta de Angelillo y el Son Marabú de Fayuco Limón, también conocido El Morro, pintoresco sonero que formó parte del Son Clave de Oro.

En ese lugar servian una bebida llamada Clementina, cuya receta guardaban celosamente, y era pegadora en grado superlativo. El Son Marabú contaba entre sus elementos a Homero Rubio, pianista, dueño de un sabor digno de admiración, y Roberto Acosta Chintul, cantante que hacía mancuerna con el tremendo Morro.

En aquel tiempo los números que estaban de moda eran Shampoo de cariño, El caballo y la montura, Se acaba el mundo y Rumba en pueblo nuevo, entre otros que escapan a mi memoria y fueron parte del repertorio sonero de una época inolvidable.

Orlando Guerra Cascarita, indiscutible figura cimera de esa época y desgraciadamente olvidado, era hacedor de éxitos a granel, con grabaciones acompañado por Julio Cueva, los Hermanos Palau y la Orquesta Casino de la Playa, donde Dámaso Pérez Prado era arreglista y pianista con un estilo distinto y diferente, como diría el “bravo” Justo Betancourt, causando sorpresa en el medio.

Mientras tanto, aquí en nuestro país, la RCA Víctor, Columbia y Peerless, veían aparecer nuevos sellos como Comix y Musart, que llegaban a competir interesándose en la llamada música tropical, con intérpretes nacionales y cubanos que se encontraban entre nosotros. Apareció Humberto Cané, hijo del fundador de la Sonora Matancera, Valentín Cané, acompañando a Vicentico Valdés en grabaciones de calidad.

El debut de Tony Camargo con Mariano Mercerón en RCA Víctor, con El cochecito, Chinito, chinito y Pa’fricasé los pollos, que marcaron el inicio de una carrera brillante.

Mientras tanto, Manuel Osorno Buendía, por el que el señor González Galán tiene tanto interés, y no es otro que Manolo Güido, iniciaba su trayectoria con el Son Clave de Oro, de Pepe Macías, el inolvidable Tapatío, en el Waikikí, al lado de Ramón Dorca, pianista que llegó con el Conjunto Matamoros y se quedó un tiempo entre nosotros, y Francisco de la Cruz Caravela (sic), trompetista que inspiraba de aquellita. El Son Clave de Oro gozó de una popularidad tremenda que los llevó a las grabaciones, salones de baile, películas, programas de radio y actuaciones durante los intermedios de las películas en los cines.

El tiempo transcurria y aparecían nuevos conjuntos y soneros, así como salones de baile. En la colonia Romero Rubio abrió sus puertas El Habana de donde salió Paco Betancourt Cascarilla, que al poco tiempo entró al Jacalito que tenía un grupo bastante bueno con el Teniente Alvaro Gomora en el piano, un trompetista apodado Chico Changote, en la sección rítmica Pancho Fierros y Pepe El Amarillo, con Pepe El Triste en el bajo.

Despues de un tiempo Cascarilla llegó al Zombie para cantar en el conjunto Habana, de Heriberto Pino, cubano que tenía dotes de empresario y en su feudo alternaba con Mango y Yeyo.

En el Macao, los Diablos del Trópico, después de acompañar a la cubanísima Amalia Aguilar en los teatros Lírico y Follies, sentaban cátedra de lo que es interpretar el son cubano con toda propiedad. Sin temor a equivocarme, este conjunto era sonero por antonomasia y el favorito del oriundo de Santa Isabel de Las Lajas, Benny Moré, que muy seguido se aparecía en el Macao para echar la paloma (ahora le dicen palomazo). Entonces, aquello se convertía en un verdadero agasajo.

Vale la pena recordar a sus integrantes: en el piano Luis Lozano, a quien hacían enojar llamándolo Cachimba; en el bajo Felipe Chía; trompetistas en diferentes épocas, Toño Mezcalilla, Ricardo el Cerillo, el Chino Agustín, Samuel Escartín, Caravela y el tremendo Agapito Silva, uno de los soneros con más sabor que he escuchado; sección rítmica, el Ronco Rovirosa, Carioca y Galo Almazán, fundador y director; cantantes, Tony Camargo, Guillermo el Chimuelo, Homero Jiménez, Julio del Razo y sin que suene a guilladera éste, su asere. ¡Vale!

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