Usted está aquí: jueves 16 de agosto de 2007 Opinión Rompe cabeza

Olga Harmony

Rompe cabeza

Seguimos a la espera de que se nos ofrezcan datos acerca de la Compañía Nacional de Teatro, aunque la Coordinación de Teatro prepara estrenos importantes para los próximos meses. Mientras tanto es bueno mirar, siempre que ello sea posible, algo de lo que se hace en los estados. En Uruapan, que no cuenta con más edificios teatrales que los pequeños auditorios de las casas de cultura, el dramaturgo y actor Antonio Zúñiga ha formado un sólido grupo, Puerta al teatro, al que les da algunos talleres y con el que presenta Rompe cabeza, texto de su autoría (al que le viene muy bien el título porque es un verdadero rompecabezas, aunque ese título ya lo usó Sabina Berman en su obra sobre el asesinato de Trotstky). El autor y el director Rodolfo Guerrero, juarenses ambos y miembros fundadores de Al borde teatro ya habían trabajado juntos en algunos excelentes espectáculos infantiles y ahora enfrentan una escenificación para adultos que hablan de las víctimas y victimarios de las terribles luchas entre narcotraficantes y personeros de las autoridades que los encubren y fomentan. En Uruapan todavía se recuerda el temor de la población por esa violencia, cabezas degolladas inclusive como advertencia, que ya ha amainado pero que sigue amenazando en la llamada Tierra Caliente.

El texto de Antonio Zúñiga se conforma de varias escenas, que el autor llama piezas -las piezas del rompecabezas que finalmente nos darán la triste historia de amor y celos y de inconcebible brutalidad en que se ven envueltos, como personajes principales, al Licenciado y la Sirena. Ese pez grande y rojo muestra a dos pistoleros de paga, uno, Juan, encallecido y el otro, Daniel adolescente primerizo y la manera en que acechan a su presa. En este episodio el lenguaje es muy crudo y soez. Mucho más refinado y elusivo es el de la escena refleja, la tercera, El jinete sin cabeza entre el Licenciado y el muchacho. En ¡Ay¡ ¿Te corté, corazón? Se juega con la idea de una morgue mezclada con un salón de belleza, en la que, además se intercalan diálogos del afeminado peluquero-forense Lupita y Lisa con un largo monólogo de la mujer, otra posible difunta además de la Sirena. Pescadoras de pecado muestra nuevamente la morgue, esta vez con un cadáver masculino y a las dos rivales dolientes, Sofía y Carmen, que terminan por consolarse mutuamente. Una sirena de vapor es el larguísimo relato que hace Lola de las torturas sufridas por la Sirena para excitar a Rubén y, por fin, en Dos gotas de sangre las dos mujeres muestran el terror de las víctimas antes de la mojiganga de la Santa Muerte. Las diferentes modalidades de cada pieza denotan un dominio de la técnica dramatúrgica en el autor que no se limita a narrar los hechos de violencia que azotan Tierra Caliente y muchos otros lugares del país.

En un espacio de las espléndidas instalaciones de la Antigua Fábrica de San Pedro, de hilados y tejidos y también de objetos y muebles de madera, el escenógrafo Jesús Hernández coloca varios paneles que sugieren bardas de ladrillos unidas por bisagras que, al desplazarse, dan los variados escenarios requeridos. El director hace que sean los propios actores, ya sea con vestuario forense, ya sea como seres atemorizados que se asoman por las esquinas, los que muevan los paneles y acerquen los demás elementos escenográficos. La dirección de Guerrero es muy ajustada en tiempos y ritmos a lo que pide cada pieza del rompecabezas y logra que los actores, que apenas se inician profesionalmente a excepción de Antonio Zúñiga, interpreten de la mejor manera cada uno de sus personajes, que algunos dobletean, en un trazo muy limpio al que yo sólo reprocharía el exceso de movimientos inútiles por parte del Licenciado, a quien Zúñiga interpreta con su reconocida solvencia, pero que estiliza al personaje en demasía. Son excelentes momentos la aparición de Sirena durante el relato de Lola, el final de los paraguas negros y en general toda la escenificación, los otros miembros del grupo son José Juan Villanueva Ruiz, Christian Eduardo Gutiérrez Cortés, José Andrade Andrade, Brenda López Estrada, Gabriela Enríquez Ortiz, Verónica Sanmiguel, Ma. Guadalupe Vega Alfaro, Luisa Fernanda Ortiz y Ana Talavera Romero. La iluminación es de Rafael Covarrubias y Verónica Sanmiguel, el vestuario de Venus Esmeralda Solorio Pérez y el diseño sonoro de Oscar Carrillo. Resulta muy reconfortante presenciar escenificaciones de calidad en algunos lugares del país en donde no existe la tradición teatral, por lo que es muy loable que los experimentados Antonio Zúñiga y Rodolfo Guerrero se aboquen a empezar a crearla.

 
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