Usted está aquí: sábado 18 de agosto de 2007 Política En el congreso del PRD, el 2 de julio acaloró el debate

Sólo remedios temporales sobre puntos que aún dividen

En el congreso del PRD, el 2 de julio acaloró el debate

En la mesa de estatutos se dió otra reñida discusión

ARTURO CANO

Ampliar la imagen Leonel Cota, Jesús Ortega y Graco Ramírez en el congreso del PRD Leonel Cota, Jesús Ortega y Graco Ramírez en el congreso del PRD Foto: José Antonio López

Jaime Sabines ha de perdonar el atrevimiento: lento, amargo animal político que es, que ha sido el Partido de la Revolución Democrática. La figura encaja en las largas horas del décimo congreso del mayor partido que se ha dado la izquierda mexicana. Está en la lentitud y en las diferencias, en los viejos y en los nuevos pleitos. El debate sobre el 2 de julio de 2006 se atora sin arreglo. La discusión sobre las reglas se enreda en las formas. Cae la noche y las mesas de trabajo apenas le dan un mordisco a sus enormes agendas.

Alejandro Encinas, ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, sube a la tribuna en la mesa de línea política, del lado de quienes se oponen a los textos que abordan la guerra de los adversarios y los errores propios en la elección de 2006.

La guerra del gobierno foxista y sus aliados ocupa 13 párrafos. La "visión autocrítica" se compone de una docena. Desde hora temprana, Jesús Martín del Campo dibuja el debate que consumirá el día: en el texto, argumenta, se igualan la determinación del PAN y sus aliados de hacer "fraude electoral" con los errores cometidos en el bando perredista.

Paréntesis obligatorio y apretado sobre el documento a discusión y los errores que enumera: la ausencia de Andrés Manuel López Obrador en el primer debate televisivo, los conflictos entre redes ciudadanas y partido, la tardía y mala respuesta a la "campaña calumniosa" de AN, una inadecuada política de alianzas y una "estructura paralela que resultó ineficiente, inoperante y cara".

El 2 de julio y el debate irresuelto del PRD.

El texto a discusión es resultado del trabajo de una comisión que recogió opiniones de las corrientes. Sus detractores, sin embargo, lo consideran ambiguo y vergonzante.

A defender el texto sube uno de sus redactores, Saúl Escobar, ya cuando la discusión se ha calentado. "¡No hay ninguna duda de que hubo fraude electoral y así está en el texto! La diferencia que tenemos es si pudo haberse evitado y nosotros creemos que sí".

"¡Hubo fraude, cuáles errores!", le grita el delegado, cuando ya el salón es romería, y los gritos de "¡ya bájate!" se estrellan contra el orador.

Escobar enfrenta a los gritones con un viejo chiste: "Ustedes son de los que cuando Andrés Manuel pregunta 'qué hora es', responden 'la que usted diga, señor presidente'. ¡Así no ayudan a AMLO!"

El asunto de fondo que brinca en la mesa es el nunca terminado balance de los comicios del 2 de julio y la solución son parches, apenas remedios temporales.

Dolores Padierna presenta un texto alternativo y gana una votación. Otra se la llevan Nueva Izquierda y sus aliados. Igual, en ambos casos, los puntos votados deberán ir a nuevas discusión y votación en la plenaria.

¿En qué termina este debate? Pues se forma una comisión para redactar una nueva propuesta "de consenso" que se presente al pleno.

Quedan, sin llegar al papel, las acusaciones que unas corrientes se lanzan a otras. "Aquí los gritones son los de los videoescándalos, que también nos hicieron perder puntos", suelta Fernando Belaunzarán. "Pues sí, pero también falta la aprobación de la ley indígena", contrataca Batres.

Faltan trapitos por tender. Ropa sucia sin lavadora a la vista.

A las 10 de la noche, habiendo resuelto parcialmente los primeros puntos de la agenda, se abre un receso. En unas horas, la bronca seguirá en los temas de la reforma fiscal y las alianzas, por mencionar un par.

La mesa de estatutos tampoco es una fiesta. Más de dos horas se consumen en la discusión sobre quiénes pueden votar en la mesa, puesto que hay un trasiego de delegados de una a otra según la necesidad de votos de su corriente. El reglamento del congreso establece que cada delegado podrá inscribirse sólo en una mesa.

Nuestro problema es la falta de reglas, se ha oído decir a los perredistas desde hace largo tiempo. Más bien, por lo que aquí se ve, la falta de respeto a las reglas.

No se ve la salida, a pesar de las dotes oratorias de Pablo Gómez, presidente de la mesa, a quien la conducción de la asamblea se le escapa varias veces a lo largo del día.

Desesperado por el atorón, un delegado del muy laico PRD grita: "Pablo, que traigan la Biblia para que juren sobre ella que sólo están registrados en esta mesa".

La de estatutos es, con mucho, la mesa más concurrida del congreso y la razón es sencilla: aquí han de definirse las reglas para llegar a los puestos del partido. Todavía más sencilla: aquí se define el método para elegir al próximo presidente del PRD. Partidarios de ambos aspirantes reconocen: si se acuerda una elección "a padrón abierto" (cualquier ciudadano puede participar) el ganador sería Alejandro Encinas. En cambio, una elección constreñida a los militantes garantizaría el triunfo del dos veces candidato a la presidencia partidista Jesús Ortega.

Pero hace falta un buen trecho para llegar a ese tema. Primero debe definirse quién puede votar. La solución suena absurda pero resulta eficaz: los delegados de la mesa de estatutos le cortan a su papeleta de voto la letra "v", los de la mesa de programa recortan la sílaba "vo" y los de línea política se mantienen enteritos. Unos votan con "voto", otros con "oto" y los demás nomás con "to".

Muchos en las reglas, pocos en las ideas

Es decir que "oto" son más de la mitad de los delegados, que esta tarde deciden, en votación en lo general, crear un comité político nacional (CPN) que sustituya a la actual dirección del partido. Es el tema central del día en la mesa de marras.

Guadalupe Acosta Naranjo, secretario general, defiende la propuesta: "No puede ser que sigan un rumbo los gobernadores, otro los líderes carismáticos y otro el partido".

En contra hablan delegados de las corrientes bejaranista, batrista y quinterista, que con algunos agregados forman un bloque a la hora de votar. "El CPN es legalizar los acuerdos en lo oscurito", dice Alan Gutiérrez, delegado mexiquense.

Del otro lado están Nueva Izquierda, los cívicos, ADN, Movimiento, Nuevo Sol y Redir, para decirlo rápido sin perderse en el mar de siglas. Es el bando de Pablo Gómez, autor, por lo demás, de la propuesta de comité político. El mismo define el sentido de su propuesta: se trata, dice, de llevar a "los dirigentes reales a ser dirigentes formales, porque sólo los dirigentes formales se comprometen con el partido al que pertenecen, de que todos, sin excepción, se comprometan con el partido".

-¿Y López Obrador va a ir a las reuniones? -se pregunta a Acosta Naranjo.

-Pues a lo mejor no, pero tal vez vayan Amalia García, Leonel Godoy, otros compañeros que suban el nivel del debate.

De modo que el PRD tendrá una dirección de 51 integrantes, un cuerpo dedicado en exclusiva a los acuerdos políticos, según los promotores de la idea. Serán los cuatro gobernadores, los cuatro ex presidentes del partido y una treintena electos en consejo nacional, según el peso de cada corriente.

Los jefes reales, dicen, porque ahora "el comité ejecutivo está lleno de simples empleados de los jefes de las corrientes".

La votación da una idea de la correlación de fuerzas. A favor del comité, 327. En contra, 115.

La copiosa votación contrasta con lo que sucede en la tristona, por su raquítico quórum, mesa de principios y programa. "Es que aquí sólo es cosa de ideas", dice uno de los delegados que sigue paso a paso el debate.

Algunos puntos se van a la plenaria, a falta de votación aplastante. Así, el congreso en pleno definirá este sábado cuál de las siguientes fórmulas dan identidad al PRD: izquierda "moderna y socialista" o partido "patriótico y progresista". Ya se verá en estas horas las ronchas que saca el apellido "socialista".

 
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