Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de agosto de 2007 Num: 650

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

A cincuenta años de la muerte de Lowry
ALBERTO REBOLLO

La escena
MILTOS SAJTOURIS

James Ensor en Palacio Nacional
MARCO ANTONIO CAMPOS

Bergman, (1918-2007):
Qué hacemos acá

RICARDO BADA

El sueño que despierta
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Oscuramente, a través
del espejo

CARLOS BONFIL

In memoriam
Bergman y Antonioni

JOSÉ MARÍA ESPINAZA

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
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LA PLUMA DEL CINEASTA

LEO MENDOZA


Secretos de un matrimonio y Saraband,
Igmar Bergman,
traducción de Carlos del Valle,
Tusquets,
Barcelona, España, 2007.

La muerte de Ingmar Bergman –acaecida pocas horas antes de la de Michelangelo Antonioni– ha privado al cine de quien fuera uno de los mayores realizadores de todos los tiempos. En una época complaciente, regida por el imperio de la taquilla, la obra de Bergman, dura, implacable, permanece como una exploración del alma humana capaz de traer a la superficie los más terribles y dolorosos secretos. Bergman es, además, un ejemplo de cómo es posible hacer buen cine alejado de Hollywood –que parece ser hoy la medida del éxito.

Al final de su vida, cuando se creía ya a salvo de las tentaciones cinematográficas, Bergman escribió una serie de novelas de corte autobiográfico como Niños del domingo o Las mejores intenciones , que fueron llevadas al cine por algunos de sus alumnos más destacados: su hijo Daniel Bergman, Liv Ullmann y Billie August. Y como la tentación siempre estaba presente, en su mítica isla de Farö grabó, en 2003, una suerte de secuela de Escenas de un matrimonio: Saraband ( todavía no entiendo por qué no se tradujo como zarabanda, ya que a esa pieza musical hace referencia el título), en la que reunió nuevamente a Erland Josepshon –afectado ya por el Mal de Parkinson– y a Liv Ullmann. El resultado, un hermoso y desgarrador canto de cisne en torno al amor, la familia, la vida sin más.

Los textos que dieron origen a estas dos obras maestras, una serie de escenas sobre una pareja a punto de la ruptura y su reencuentro treinta años después, constituyen otra forma para acercarnos a la obra del cineasta. Apoyado en su experiencia como director teatral y en su conocimiento de Ibsen y Strindberg, Bergman crea diálogos extraordinarios que denotan el mundo interior de sus criaturas. Así, en Secretos de un matrimonio la joven pareja de esposos parece amoldada a su vida cotidiana, aburrida, llena de extrañas aristas, que irremediablemente llevan a la separación aunque ninguno de los dos protagonistas se lo espera. La escritura de estos seis diálogos le llevó a Bergman un par de meses pero la vivió en carne propia un largo capítulo de su existencia.

Y lo mismo ocurre con las diez escenas, el prólogo y el epílogo de Saraband , donde las relaciones de la pareja protagónica se ven contrapunteadas por la vida familiar, la cercanía de la muerte, la soledad, la incapacidad para el amor, la presencia de los otros y aun el incesto. Y el resultado es una indagatoria en torno a las motivaciones más profundas de los seres humanos: los cuatro personajes se desnudan en los reveladores diálogos, como el que sostiene Marianne con el hijo de Johan o el que el mismo Johan mantiene con su nieta al intentar alejarla de un mundo anquilosado, inútil. Con su implacable mirada sobre las relaciones humanas, desesperanzadora para muchos, Bergman logra hacer de sus personajes nuestros semejantes y nos convierte en cómplices de sus odios, su angustia, su fragilidad. La obra Bergman, cinematográfica o literaria, nos permite comulgar con esas pasiones que tantas y tantas veces callamos y, al hacerlo, nos vuelve más humanos. He ahí la gran lección del maestro.


EN POS DE LA VERDAD

JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ


La paciencia de la araña,
Andrea Camilleri,
Salamandra,
Barcelona, España, 2006.

Para los seguidores de las sagas de detectives, encontrarse frente a un nuevo título de Andrea Camilleri (Sicilia, 1925) siempre representa un placer. Sobre todo, porque las aventuras del investigador Salvo Montalbano están cargadas de elementos que no suelen ser comunes en las novelas policíacas contemporáneas.

Sin afán de ocuparme de clasificaciones parciales, parece ser que dentro del género negro se pueden encontrar claros avisos que tienden a demarcar una evolución. Lo que en una primera época apuntaba a los detectives ejemplares (aquellos investidos por dotes lindantes en lo inverosímil), pasó, en un segundo momento, a investigadores de lo más falibles, cargados de complejos y culpas, que sabían soslayarlas para resolver los casos más por la suerte y la voluntad a toda prueba que por capacidades plausibles. La transición del héroe al antihéroe supo encontrar cabida en los lectores ávidos de crímenes y soluciones. Hasta que una tercera época alcanzó a despuntar: la de los policías comunes y corrientes haciéndose cargo de las indagatorias. Uno de los casos más conocidos es Wallander, el detective sueco de Mankell; otro, Montalbano, el policía siciliano de Camilleri.

Es notorio que ambos son personajes de carne y hueso, apartados de los extremos de las dos categorías anteriores. En La paciencia de la araña se puede observar, por ejemplo, que Montalbano está convaleciente, pues en un caso anterior un balazo le atravesó el hombro. Es por ello que Livia, su compañera, ha viajado hasta su casa a las orillas de la playa para cuidarlo mientras se encuentra con licencia. Pero es una licencia que no lo aparta de lo que sucede en la ya emblemática Vigàta, porque pronto se ve atrapado en una nueva investigación. Susana Mistretta ha sido secuestrada. Lo extraño del caso es que es de dominio público que su familia no tiene dinero; aún más lo es la enorme cantidad que piden por su rescate, la forma en la que involucran a su tío, la guerra mediática de opiniones y, por supuesto, la forma que tiene Montalbano para resolver el misterio. Sobre todo, porque hace ver que la verdad es más importante que el crimen mismo.

Ayudado por las dotes investigadoras de muchos de sus predecesores literarios, el detective de Camilleri es, ante todo, un hedonista. El lector puede acompañarlo a cualquiera de las trattoria de la isla, donde es recibido como el más importante de los clientes, tal es el placer que le causa la buena comida. Y será un placer compartido con el lector que, novela tras novela, caso tras caso, acabará descubriendo que acompañar a Salvo Montalbano no es sólo resolver un caso complejo, casi irresoluble. También es la oportunidad de adentrarse en un mundo casi surrealista configurado en la isla italiana, o de presenciar la profundidad psicológica de un personaje sólido y bien configurado. Son muchos los que tratan de género menor a la novela policíaca. Puede ser que tengan razón. Sin embargo, La paciencia de la araña , con sus predecesoras, forman una saga difícil de descalificar, al menos no a primera vista.


EL JAPÓN DE ALAN SPENCE

SUSANA CORCUERA


La tierra pura,
Alan Spence,
Alfaguara,
México, 2007.

Tomisaburo intenta no pensar. Se concentra en la nada. La bomba atómica sobre Nagasaki tiene que ser una pesadilla. Esta escena sirve de punto de partida a La tierra pura , novela que después retrocede a 1858, cuando el padre de Tomisaburo decide que Escocia es demasiado pequeña para sus ambiciones. A partir de esta fecha, los acontecimientos se narran linealmente hasta los últimos capítulos, en los cuales el autor nos lleva al Japón de principios del siglo xx .

Este ir y venir en el tiempo recuerda los círculos del budismo que el autor esboza a lo largo del relato, al igual que varios elementos interesantes, como la inserción de la masonería escocesa en Japón, el tráfico de armas, la filosofía samurai o los cambios en el lenguaje dependiendo de las situaciones.

En este entorno, Thomas Glover amasa una fortuna, se involucra con los grupos que pelean contra el Sogún, se enamora, se casa, sufre grandes pérdidas financieras y amorosas, se recupera, tiene dos hijos... Resumo de esta manera una novela histórica de más de cuatrocientas páginas, porque me parece que a este ritmo se cuentan las aventuras de aquel escocés del siglo xix dispuesto a abandonar a su familia para forjarse un futuro en tierras lejanas. La personalidad del protagonista es atractiva; si a esto se le agrega la complejidad de un Japón a caballo entre dos tiempos, sería realista pensar que nos encontramos frente a un libro capaz de dejar una huella en nosotros. Y es verdad que atrapa, sobre todo al final, donde el escritor suelta el control para darse permiso de involucrarse a fondo con sus personajes.

¿Por qué entonces La tierra pura me parece más una historia bien contada que una novela entrañable? Quizá se deba a que carece de la profundidad de libros como Un pasaje a la India –también escrito por un extranjero intrigado por la cultura de una tierra lejana– en los cuales los autores se atreven a adentrarse en la verdadera forma de ser, no solamente de sus personajes, sino de todo un país, y a comparar mundos tan distintos entre sí que, cuando se tocan, desencadenan terremotos. El Japón que nos muestra Alan Spence choca con la forma occidental de percibir el mundo: en los negocios, en el gobierno, en la religión o en los burdeles, hay más desencuentros que acuerdos. Sus mujeres se visten, huelen y son físicamente diferentes. Pero, ¿qué sienten y piensan realmente? ¿Cómo sufren y aman?

Siempre es arriesgado escribir acerca de lo que no se conoce bien, pero la ventaja de la literatura sobre los textos académicos es justamente que, mientras se atenga a ciertos lineamientos de verosimilitud, puede inventar personajes de cualquier parte del mundo con emociones que el lector reconozca. Por eso creo que lo mejor de La tierra pura son las últimas páginas, cuando los hombres y las mujeres que habíamos seguido a través del relato finalmente cobran vida propia y logran contagiarnos un poco de sus sentimientos.



En el crisol de las apariencias.
Para una ética de la estética
,

Michel Maffesoli,
Siglo XXI Editores,
México, 2007.

Diecisiete años después de su publicación original en francés, aparece esta traducción de Daniel Gutiérrez Martínez, de este complejo ensayo que se propone, en última instancia, como una reflexión que, desde una novedosa comprensión del mundo actual permita no odiar al presente. De Maffesoli, la misma editorial ha publicado El tiempo de las tribus en 2004, y al año siguiente La tajada del diablo.



Encuentro de la cultura cubana,
núm. 44,
primavera de 2007.

La nutrida entrega -más de 300 páginas- de este número trimestral de Encuentro contiene textos, entre otros, de García Borrero sobre el cine, un cuento de Ilan Stavans sobre México, una crónica-ensayo sobre La Habana de García Montiel, así como un dossier dedicado a diversos aspectos culturales, políticos y sociales de Bolivia.


Pelando la cebolla,
Günter Grass,
Alfaguara,
España, 2007.

Traducido por Miguel Sáenz con la colaboración de Grita Loebsack, este libro contiene mucho más que la confesión, por algunos aprovechada sólo para el escándalo, de que el autor de El tambor de hojalata perteneció a las Juventudes Hitlerianas y llegó a estar en el frente de guerra del lado de los nazis. Complemento al propio El tambor, así como a Años de perro y, de algún modo, también a Mi siglo, Grass prefiere ser él mismo quien revele, capa por capa, los entretelones de la historia personal de la que se alimenta su insoslayable obra novelística.



Cuaderno de Amorgós,
Elsa Cross,
Aldus,
México, 2007.

En 1999 Cantáridas, en 2002 Ultramar y en 2004 El vino de las cosas , son las estaciones griegas, por llamarlas de algún modo, en las que la poeta Elsa Cross ha recalado antes de este Cuaderno..., en el que prosigue su intensa y a la vez delicada exploración de ese "estado del alma" que es Grecia.



Vuelo México-Los Ángeles puerta 23,
Estrella del Valle,
Editorial Praxis,
México, 2007.

Ganadora en 2001 del Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta por Fábula para los cuervos, esta poeta veracruzana radicada desde hace algunos años en Estados Unidos ha dedicado su más reciente poemario a Nahui Ollin. Incluye prólogo de Jorge Saldaña.



Trazos, contrastes y contrapuntos,
Teresa Cito,
Conaculta/INBA,
México, 2007.

Con textos de los críticos de arte Luis-Martín Lozano y Luis Carlos Emerich, este es el catálogo correspondiente a la exposición que en el Museo de Arte Moderno se exhibió, entre abril y junio de este año, de la obra gráfica y pictórica de la artista mexicana de origen italiano Teresa Cito.